Todos felices con el Túnel de Oriente, pero el único amargado y con remordimiento se llama Sergio Fajardo Valderrama.
Cuando Sergio Fajardo era gobernador de Antioquia, ataviado con camisa blanca y lógicamente con blue jeans, sentado en una silla en La Alpujarra, montó un video en Facebook y explicó por qué no era necesario construir el Túnel de Oriente y por qué se oponía a esa obra: “Mucha gente no entiende. No está bien planeado. Es que abrimos un hueco y todo se convierte en hecatombe social. Puede ser un daño gigantesco. Hay que planear para no improvisar. Y aparte de ello, el túnel perfora la montaña”. Todo está tomado textualmente. El 8 de septiembre de 2014, el perspicaz columnista de El Mundo, Guillermo Maya Muñoz, escribió en su columna: “En el primer foro que Sergio Fajardo realizó como candidato a la Gobernación de Antioquia, llevado a cabo el sábado 28 de mayo de 2011, en el Jardín Botánico de Medellín, dijo: ´No estamos contra el desarrollo, pero sí tenemos muy claro después de analizarlo con mucho rigor, que el Túnel de Oriente no es prioritario´”.
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Acudamos a la inobjetable historia. En 1997, siendo gobernador de Antioquia Álvaro Uribe Vélez, concibió con su secretario de Obras Públicas, Andrés Uriel Gallego, la construcción del Túnel de Oriente. Y, en efecto, suscribieron los contratos. Se tomó la decisión de hacerlo con 54 firmas de ingeniería de este departamento. Y fue la visión futurista de Luis Alfredo Ramos Botero, como gobernador, la que retomó este asunto al expresar que había que adelantar la megaobra. La misma, hizo parte de su programa de gobierno y del Plan de Desarrollo 2008-2011. La verdad es que se produjo la evaluación económica, incluso, del valor del peaje (en ese entonces $ 14.000). Se diseñó, planeó y financió la construcción de la obra en cuatro años y se firmó el acta de inicio de obra, al igual que se dio nacimiento al contrato de concesión. Pero… como no hay felicidad completa, tanto el gobierno central de Santos como el departamental de Sergio Fajardo, exactamente el 12 de enero de 2012, notificaron que “se tenía que revisar la licencia ambiental porque Medellín, Envigado y Rionegro, se podían quedar sin agua”. Así como lo leen.
La verdad es que era hecho notorio que a Sergio Fajardo, no le gustaba la obra. Incluso, hace cinco años, Jorge Gómez Gallego, el combativo diputado in illo tempore y hoy Representante a la Cámara, escribió en un portal que Fajardo (a quien apoyó en la campaña presidencial –sin sonrojarse–, después de haberle dado hasta con el balde y ser su censor mayor en la Asamblea de Antioquia), palabras más palabras menos, cometió estupro electoral, porque dijo que el proyecto del Túnel de Oriente no era prioritario y ya en el ocaso de su mandato, habló de que tenía interés estratégico, cuando ya no se usaba. Lo cierto fue que se contrató un nuevo estudio ambiental ($ 6.000 millones su costo), y esa infame suspensión hizo que su valor pasara de $ 860.000 millones a $ 1.2 billones. Empero, Luis Pérez Gutiérrez, un gobernador curtido, continuó la obra paralizada y la trepó del 13 al 100%, sin asumir sobrecostos. Y estuvo en la inauguración del túnel más largo de Suramérica.
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La obra colosal, tiene una longitud completa de 24 kilómetros, con un túnel urbano inicial de 786 metros de longitud, vía a cielo abierto de 4.5 kilómetros, que incorpora tres viaductos y seis puentes. Todos felices, pero el único amargado y con remordimiento se llama Sergio Fajardo Valderrama. Un opositor a la obra, un detractor de las bondades del túnel y un mandatario miope y egoísta. La historia lo deja en evidencia y el presente lo delata frente a sus intereses desaforados de ser presidente de Colombia. Pero como la desvergüenza no tiene mojones, Fajardo escribió en tuiter: “Hoy es motivo de orgullo, satisfacción y esperanza ver cómo se pone en funcionamiento el Túnel de Oriente en Antioquia (…)”. La turba se le vino encima, replicándole el trino. No voy a ahondar. Le recordaron que fue un enemigo de la megaobra. La gente no come vidrio. Dejemos ahí.