Las conversaciones de la Comisión de La Verdad con todos los actores, los incrédulos, los que asumen que la Comisión está ideologizada, los que piensan que los van a culpar, son, a no dudarlo una tarea épica
Nassim Nicholas Taleb es un analista lúcido, juicioso y retador, que ha hecho de la provocación su estilo. En Jugarse la piel” (Paidós 2019) acusa a la academia y al periodismo de haberse reducido a un micro universo de voyeurs “que solo quieren mirar y no asumir ningún riesgo”.
Acusa igualmente a los analistas políticos, a los ejecutivos corporativos, a los teóricos, a los banqueros y a la mayoría de los periodistas, de no jugarse la piel, mientras exalta a los experimentadores de campo, a los artesanos y a los activistas políticos, por ejemplo, porque se trata de gente que se juega la piel.
Francisco de Roux, el sacerdote Jesuita que preside la Comisión De La Verdad, sí que se la juega en la tarea que le ha sido encomendada.
Yo, que tengo una tendencia a la intolerancia y soy muy dado a emitir juicios de valor, recibí, con otro grupo de columnistas de opinión, un baño de sabiduría conversando con este hombre formidable. Entendí que se trata de una labor épica.
Didáctico, como todos los sabios, puso un ejemplo demoledor: Cuando en el colegio dos niños se enfrascan en una pelea a golpes, el profesor llega acucioso, los separa y de inmediato pregunta: “¿Quién empezó esto?”. Es la lógica de ENCONTRAR AL CULPABLE, una lógica que prevalece en todos los conflictos y, encontrar al culpable NO soluciona el problema.
La Comisión de la Verdad no está concebida para encontrar al culpable, para asignarle a alguien la responsabilidad del conflicto, está concebida para QUE LO ENTENDAMOS. ¿Cuáles fueron las razones por las que el país llegó hasta donde llegó?, ¿qué explicación tienen todos estos desafueros?
Y nos relató que para poder entender es necesario escuchar, y escuchar a TODO EL MUNDO, a todos los actores. Escucharlos con respeto y DIGNIDAD. Escuchar a los militares, a los paramilitares, a los guerrilleros, a los políticos, a los funcionarios, a las víctimas, a todas las víctimas. Conocer sus razones, sus VERDADES, pues decididamente no existe una sola verdad.
Este trabajo se hará tanto más poderoso si se gana un espacio de CONFIANZA, si los interlocutores entienden que la Comisión de la Verdad no ha sido concebida para tomar partido. “No estamos en contra de nadie, estamos en contra del miedo”, nos dijo.
Y habló de estar en contra de los silencios cómplices e insistió en la necesidad de la memoria. Pero la memoria -precisó- no es la verdad. Hay una verdad jurídica que es distinta a la verdad histórica, distinta a la verdad política, a la verdad humana.
La verdad no se construye, la verdad aparece, supone desprendimiento. La realidad está ahí, es incontrovertible, los hechos de las masacres, los niños mutilados, la barbarie. Eso es lo que necesita una explicación completa.
Confianza y dignidad son dos palabras claves, la tercera palabra es ETICA.
Las conversaciones de la Comisión de La Verdad con todos los actores, los incrédulos, los que asumen que la Comisión está ideologizada, los que piensan que los van a culpar, son, a no dudarlo una tarea épica. Le restan tan solo dos años a la Comisión, ojalá logren su objetivo y la sociedad en su conjunto entienda el poderoso alcance de su labor. Francisco de Roux transita con esa convicción y, por ella, se juega la piel.