En lugar de jóvenes armados con cuchillos que hoy transitan en las calles de Jerusalén aparecerán cohortes de mujeres y niños que ensayarán desfilar -en estridente silencio- en las avenidas centrales.
En los próximos días Israel habrá de conocer un cambio radical en la estrategia política e ideológica asumida por el liderazgo palestino en Gaza. En lugar de incursiones militares a través de túneles y de ataques aislados a poblaciones judías que se encuentran en la frontera, los habitantes de la franja abrumados por una alta concentración demográfica por kilómetro cuadrado, un desempleo que afecta a más de la mitad de la población activa, pocas horas de flujo eléctrico y ausencia de servicios médicos, se inclinan en estos días a ensayar una estrategia alejada de la militar: la marcha de miles de pobladores, sin armas y en relativo silencio, que se hacinarán en la línea fronteriza con Israel.
Si este recurso tiene éxito habrá de verificarse una filosa mutación en el juego de fuerzas entre Jerusalén y Gaza. Obviamente, una respuesta claramente militar-especialmente contra mujeres y niños desarmados- apenas será justificable o perdonada por la opinión pública internacional y pondrá en tela de juicio los valores que tradicionalmente presiden al ejército israelí.
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Más aún: cabe conjeturar que una estrategia de esta índole –si acierta en lograr éxitos con un mínimo de costos– será rápidamente imitada por la población palestina que habita los territorios ocupados en Judea y Samaria. Así, en lugar de jóvenes armados con cuchillos que hoy transitan en las calles de Jerusalén aparecerán cohortes de mujeres y niños que ensayarán desfilar -en estridente silencio- en las avenidas centrales de la ciudad.
Nótese que este radical viraje ideológico y civil no debe inspirarse necesariamente en la filosofía y en la praxis similares a las de Gandhi en la India cuando puso en práctica diversas modalidades de resistencia pasiva al conquistador británico. Puede sustentarse en un ejemplo conocido y cercano: desde hace años la población judía ortodoxa que considera al sionismo una doctrina nihilista y pagana ha adoptado diversas modalidades de multitudinaria protesta que la Policía apenas logra contener. Así, lo que se antoja legítimo y ventajoso entre aquellos que consideran a ideólogos sionistas como Herzl y a Ajad Haam delincuentes sin remedio y al mismo tiempo se benefician -sin costo alguno- del pecaminoso ejército judío que los defiende puede ser imitado, con rasgos y valores propios, por otros sectores de la población.
Se perfilan por consiguiente eventos y escenarios que se han anotado éxitos tanto en otras latitudes como en el marco nacional. En los próximos días sabremos si el liderazgo –el palestino como el israelí– atinarán a poner en práctica estrategias de resistencia y de contención sin asumir altos costos y riesgos, y no sólo en términos militares.
En suma, los grados de legitimidad política e ideológica - en ambos lados- están hoy en difícil juego.
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