Cualquiera sea el desenlace de la situación en Venezuela, ese país estará marcado por el desorden y violencia masivas.
Por tercera vez Juan Guaidó fracasa en su empeño por derrotar al régimen muy a pesar de las fracturas evidentes de la estructura militar que se sabe es controlada rígidamente por la inteligencia cubana. Parodiando a lo que ocurre en el beisbol, el deporte más popular Venezuela, Guaidó termina “ponchado”. El primer strike fue en enero cuando se declaró presidente interino logrando el apoyo de un número significativo de países, incluyendo a Washington. Luego vino la fallida operación humanitaria en la frontera colombiana en febrero, buscando ingresar ayuda que culmino con el taponamiento del puente que une a ambos países y la deserción de unos pocos soldados que ahora deambulan sin rumbo definido.
La Operación Libertad aupada por el gobierno Trump en cabeza del halcón John Bolton ha mostrado de nuevo ser una aventura fallida. Hay varias formas de interpretar el actual estado de la situación. De un lado, la fragilidad del régimen que no ha procedido a un arresto de Guaidó como promotor del derrocamiento. Además, Maduro se encuentra en medio de una cúpula militar y el grupo de civiles que lo apoya, pensando cómo será el futuro sin su presencia.
Tal cual ha sido costumbre en Washington a lo largo de la historia, las mentiras y especulaciones son la forma de crear el caos que conduzca al fin que persigue el gobierno norteamericano. Las supuestas conversaciones con el comandante de las Fuerzas Militares para permitir la salida de Maduro al exilio terminaron en una demostración de fuerza con una marcha de militares por las calles de Caracas.
“Todo el mundo alrededor de Maduro está tratando de descifrar donde van a estar cuando la música deje de sonar, sentados a su lado, en la cárcel o fuera del país, porque la música va a parar” ha manifestado un alto funcionario del gobierno norteamericano. Mike Pompeo repite una y otra vez que todas las opciones están sobre la mesa, pero la realidad es que hasta ahora son pocos los que le apuestan a una intervención militar.
Venezuela es para Bolton una puja ideológica con el gobierno cubano y por extensión la guerra con Rusia por la influencia de Putin en la región. Según voceros del Departamento de Estado, fue el Kremlin el que disuadió a Maduro de permanecer firme en su cargo. La respuesta de Trump fue amenazar con ampliar el embargo cubano por la presencia de tropas de ese país en Venezuela.
Mientras tanto para los ciudadanos venezolanos la situación interna es dramática y sin solución a la vista. Un futuro incierto dadas las dificultades y carencias. Es claro que de darse un colapso del régimen y con una oposición en el poder, el nuevo gobierno se vería enfrentado a una proliferación de grupos armados afectos al chavismo. La propia guerrilla colombiana que ha encontrado refugio en Venezuela es asimismo un factor de desestabilización. Ni que decir de la presencia de espías cubanos y soldados rusos que llegaron hace poco con una misión definida de soporte militar.
El New York Times publicó el jueves el dossier que involucra a Tarek El Aisami, principal confidente y aliado de Maduro con el tráfico de drogas y la llegada de militantes de Hezbolá a Venezuela. Una compilación detallada de como él y su familia han logrado amasar una fortuna creando compañías que reciben contratos para el suministro de bienes y servicios, además de asociarse con el mafioso Walid Makled, quien estuvo detenido en Colombia y luego extraditado a Venezuela, en la producción de coca. Un argumento adicional que muestra los niveles de corrupción en esa nación, en donde Maduro es participe directo.
Cualquiera sea el desenlace de la situación en Venezuela, ese país estará marcado por el desorden y violencia masivas. La reconstrucción tardará mucho tiempo siendo necesaria la ayuda y cooperación internacional.