En la vida no hay fórmulas replicables pero a veces ayuda tener una pasión crónica por algo y formarse sin treguas hasta las máximas consecuencias.
La pregunta es inevitable: ¿Y por qué, profe? “Y por qué no, mijo. Fue lo que siempre me hizo feliz desde el principio”, dice el profesor Guillermo Moreno Rumié, 65 años, cabello blanco, figura enérgica, palabras directas, sabiduría andante del baloncesto.
La pregunta surge luego de un recuerdo rápido a su juventud en Cali, la influencia temprana en su vida de su papá Antonio, magistrado de la Corte Suprema, y la larga tradición de médicos, ingenieros y abogados en su familia.
Guillermo siempre sobresalió por una inteligencia superior a la media, lo recuerda y lo cuenta de forma natural y sin asomo de vanidad. Por sus condiciones y el entorno que lo rodeaba pudo emprender las carreras más prometedoras. Pero desde los ocho años cuando tocó esa pelota naranja supo definitivamente lo que quería ser.
“Cuando uno aspira a parecerse a alguien lo mejor que puede lograr es ser el mejor segundo”, dice el profe Guille, parafraseando a su papá, quien nunca lo condicionó sobre una carrera específica a seguir o le puso trabas para que su hijo conviertiera esa pasión juvenil en su proyecto de vida, pero siempre se encargó de recordarle que lo único prohibido al escoger un camino es recorrerlo a medias.
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Aciertos muchos, preguntas siempre
Ya desde el colegio, cuando su talento en la cancha y su dedicación al conocimiento lo elevaron sobre sus compañeros, Guillermo tuvo su primer acercamiento a la dirección técnica, y dirigió las categorías inferiores del colegio San Luis Gonzaga a la par que hacía parte de los seleccionados departamentales y nacionales.
Como jugador siempre fue a tope, nunca se guardó nada y más allá de su capacidad para desempeñarse en el juego, Moreno Rumié resalta que la actitud despierta y curiosa siempre causó en sus entrenadores una admiración particular. “Yo salía a la cancha con la seguridad de que podía hacer todo muy bien, y así era. Pero lo hacía porque siempre estaba trabajando en cómo incorporar algo nuevo, que me hiciera más completo y le aportara más al equipo”, cuenta el entrenador, quien jugó en Bolivarianos, Panamericanos y Sudamericanos, además de la desaparecida CBA, en Estados Unidos.
Muchos deportistas se convierten en entrenadores porque en el curso de su carrera encuentran afinidad y gusto para dirigir, con Moreno Rumié fue todo lo contrario: él se hizo jugador porque ya había tomado la decisión de ser técnico.
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Entre 1972 y 1977 fue una época intensa para él, pues se sumergió en el conocimiento en la Morgan State University en Estados Unidos, y todo ese rico aprendizaje lo fue vertiendo paulatinamente en Colombia con equipos juveniles en diferentes torneos, hasta que se metió de lleno al finalizar sus estudios como profesional del deporte y nunca más se alejó del panorama del baloncesto colombiano. Fue hace más de 40 años y el profe Guillermo sigue vigente como el maestro de maestros del básquet en Colombia.
Bicampeón sudamericano (femenino), tricampeón en Juegos Nacionales, multicampeón de liga y torneos invitacionales y un quinto lugar en Juegos Panamericanos, más decenas de títulos y medallas, configuran el tesmimonio material de un hombre con un destino claro. Pero más allá de sus logros es la satisfacción personal, una paz consigo mismo que vale más que todo el oro, por saber que nunca recorrió esos caminos a medias como decía su papá. “Jamás hay que quedarse con lo que se hizo antes, con lo que se sabe. Porque siempre aparece algo nuevo por lograr y por aprender”, expresa el actual entrenador de la selección Colombia, quien no duda en decir que sus reconocimientos y su dilatada carrera se la debe a la búsqueda infatigable por prepararse mejor.
Ideas para acabar la sequía Poderosa
El profe Guillermo no pierde chico, incluso en la misma conversación, para recalcar algo que para él es una máxima en su profesión. “No puede ser que hoy en día un técnico en cualquier deporte que se precie de ser bueno y busque ser exitoso, no tenga formación y conocimiento en otros deportes. Es que actualmente para llegar a la élite de rendimiento cada deporte se nutre de aspectos puntuales de otras disciplinas”, dice el vallecaucano, consumidor de buen fútbol, uno de esos que se queda con los por qué de los goles, mientras los demás gritan gol.
De hecho, mientras dirigió en Medellín a Paisas hace unos años, coincidió con Víctor Luna, en ese entonces técnico del DIM. “Una vez por semana me juntaba con Luna, el Polaco Escobar y otra gente del fútbol. Compartíamos conceptos, y ese año Luna sacó a Medellín campeón adaptando varios conceptos surgidos del básquet: coberturas, espacio reducido, líneas de pase, cómo influenciar el juego con la dirección del balón, las parejas. Eran tremendas charlas”, cuenta el entrenador, que ahora, con el nuevo formato, tiene por delante el objetivo de la eliminatoria rumbo al Mundial de Básquet en China, por lo que regresará a Medellín para conducir a un grupo talentoso por el difícil camino clasificatorio.
El profe Guille siente que aún le falta mucho por hacer, pero se alegra de ver que tras él hay una camada notable de buenos guías en un deporte que en Colombia necesita ideas y movimiento constante para seguir creciendo aunque sea a paso lento. “El consejo que puedo darles a los nuevos técnicos es que nunca se queden quietos. Antes pensábamos que era suficiente con echarnos la bendición y salir a buscar a ver qué salía. Hoy es posible capacitarse, ponerse a nivel de los mejores. Pero eso no llega solo. El baloncesto es un deporte con mucha dinámica, te dormís y te quedás”, pide el maestro del baloncesto a los encargados de continuar lo que el ayudó a formar en más de cuatro décadas.