Siguen con las mismas prácticas perversas, asumen que aquí no está pasando nada, pero vociferan que todo lo están solucionando.
Esta definición de “locura” que se atribuye a múltiples personajes (Einstein entre ellos) refleja de manera impecable todo el significado de la incapacidad que exhiben múltiples dirigentes empresariales, ministros, gobernantes, teóricos, analistas, para hacer una lectura adecuada de lo que está pasando.
Esa gente que se ha venido lucrando del modelo económico imperante parece totalmente incapaz de entender las profundas implicaciones que tendrá esta pandemia, tanto en la vida cotidiana como en la vida de los negocios, en el futuro inmediato.
Pueden llorar, pero el mundo no será el mismo que dejamos cuando se inició este encierro global.
Claro que habrá pataleo. Ellos, que son los culpables de esta debacle, van a insistir en entregarnos fórmulas salvadoras, pócimas mágicas, soluciones inmediatas. ¡Son caras duras!
Sus tanques de pensamiento que avizoraron la imposibilidad de sostener un modelo económico basado en el crecimiento hasta el infinito, que leyeron las cifras aterradoras de la inequidad y diagnosticaron “la era del malestar”, empezaron a “vender” tempranamente ideas tales como “el capitalismo consciente”, “la responsabilidad social empresarial”, “el capitalismo progresista”, en ejercicio de un recurso utilizado por el poder desde tiempos inmemoriales: “El gatopardismo”, esa estrategia perversa (inspirada en la célebre novela de Giuseppe Tomasi di Lampesuda) de ofrecer “que todo cambie para que nada cambie”.
El caso de Colombia es particularmente patético.
Mientras el escándalo de las visitas hechas por paramilitares e implicados en investigaciones de corrupción, al despacho del ministro Carrasquilla (Los Miguel Pinedo Vidal, Juan Manuel López Cabrales entre muchos otros) demuestra que con o sin covid-19 ellos siguen en las mismas, las gentes no se reponen de la manera como tres concejales de Montería planeaban la apropiación de los dineros para las ayudas de emergencia, porque “tienen que recuperar la plata de la campaña” - dicen ellos - como lo han dicho siempre con o sin covid-19.
La gobernadora Elsa Noguera adjudicó a dedo contratos por miles y miles de millones de pesos comprando mercados de menos de 20.000 pesos a la módica suma de 47.000, para entregárselos a los más necesitados (ajá, tú sabes cómo es). Contratos típicos que en nada difieren de los que se entregan a diario con o sin covid-19.
En pleno ejercicio de la teoría del shock, la crisis sirve para otras cosillas: la apropiación de los recursos de los Fondos Territoriales para el Fondo de Mitigación de emergencias, o la reforma pensional leonina que obliga a Colpensiones a asumir las pensiones de retiro programadas por los fondos privados, para la gloria y gracia de Sarmiento Angulo. Esa reforma estaba cantada antes del covid-19 y es apenas una, de la inmensa tonelada de linduras con las que se regodean.
En medio de la humareda de la propaganda, de los programas de televisión en directo, del anuncio de medidas y medidas, se “invierten” 9.600 millones de pesos en vehículos blindados para la Presidencia y 8.000 millones en tanquetas para el Esmad.
Las cifras no mienten. El Plan del Perú para el rescate de la crisis de la pandemia asciende al 12% del PIB de ese país. El de Uruguay asciende al 6%, el de Chile al 4.7%. Nuestro país solo aporta el 1.7% de su PIB en esta tragedia. ¡Es un escándalo!
Los vientos de la recesión soplan huracanados y ellos están ahí, impertérritos, calculando cuáles serán sus próximos pasos para sacarle provecho. La covid-19 es para ellos un escenario más, que en nada afectará sus intereses. Siguen con las mismas prácticas perversas, asumen que aquí no está pasando nada, pero vociferan que todo lo están solucionando.
Se los va a llevar el ensanche…