Historia de Medellín a cuentagotas 51

Autor: Luis Fernando Múnera López
22 junio de 2020 - 12:05 AM

Varios sacerdotes diocesanos de Medellín se adhirieron formalmente a la Teología de la Liberación y entraron en conflicto con el arzobispo de la ciudad, monseñor Tulio Botero Salazar.

Medellín

La teología de la liberación en Medellín

La década del sesenta en el siglo veinte constituyó una revolución en la cultura en el mundo. La generación posterior a la Segunda Guerra Mundial reaccionó contra el sistema, las normas y el pensamiento imperantes. Es la época del Concilio Vaticano II, que reestructuró la iglesia católica; de los movimientos hippies contra el establecimiento; de las protestas estudiantiles de 1968 en París, en Checoslovaquia y en Méjico contra la política imperante; de las protestas contra la discriminación de los negros y la guerra de Vietnam; de la liberación femenina y la píldora anticonceptiva. El resultado fue una transformación de la manera de pensar y de actuar en el mundo. Este proceso influyó en Colombia y en Medellín.

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La primera institución que buscó reestructurarse fue la iglesia católica. El papa Juan XXIII (1958-1963) convocó el Concilio Vaticano II, que se desarrolló entre 1962 y 1965, para analizar asuntos teológicos, organizacionales, litúrgicos y pastorales de la iglesia católica, y hacerla más cercana a la gente. Sus conclusiones constituyeron un aggiornamento de la iglesia y causaron gran expectativa sobre la manera como se aplicarían. El papel de la Iglesia frente a la pobreza y a los sectores populares fue uno de los temas más importantes del debate.

El Consejo Episcopal Latinoamericano, Celam, que agrupa a todos los obispos del continente, orientado por las conclusiones del Concilio, se interesó por los asuntos sociales, en particular la pobreza que se sufre en América Latina. Para analizar los resultados y las orientaciones del Concilio en esta materia, el Consejo convocó su segunda conferencia general, que se reunió en Medellín entre el 26 de agosto y el 6 de septiembre de 1968.

El Medellín de ese momento era una ciudad tranquila, patriarcal, tradicionalista, guiada por valores ancestrales, profundamente religiosa y gobernada por una élite poderosa social y económicamente. En contraste, era una ciudad con un millón de habitantes de los cuales 230.000 vivían en barrios marginados, y en la cual se tenían contabilizados dos mil tugurios.

Álvaro Tirado resume así las conclusiones de esta segunda conferencia del Celam:

“El documento de trabajo de la segunda conferencia general del episcopado latinoamericano, reunida en Medellín, hizo un análisis de Latinoamérica, de las trasformaciones vividas en la región, de su problemática, de la marginalización de gran parte de la población. Denunciaba el documento las deficiencias del sistema sociopolítico, y criticaba la incompetencia de las clases dominantes y sus responsabilidades en la existencia de una violencia institucionalizada. A partir de este diagnóstico, sectores de la Iglesia tomaron una actitud combativa y se creó un espacio para la presencia de la llamada Teología de la Liberación”.

Los obispos colombianos se opusieron al manifiesto oficial aprobado en la conferencia y produjeron un documento alterno. Esta posición era coherente con la actitud conservadora tradicional de la jerarquía católica colombiana, pero en ese momento profundizó las diferencias entre esa jerarquía y grupos de sacerdotes, en particular algunos que venían trabajando en barrios populares de las grandes ciudades o en zonas rurales afectadas por la pobreza.

Varios sacerdotes diocesanos de Medellín se adhirieron formalmente a la Teología de la Liberación y entraron en conflicto con el arzobispo de la ciudad, monseñor Tulio Botero Salazar. Entre ellos, Vicente Mejía, párroco en el barrio Caribe, Federico Carrasquilla, párroco en el barrio Popular, y Gabriel Díaz, párroco en Santo Domingo Savio,

Lo mismo sucedió en Golconda, Cundinamarca, donde sesenta sacerdotes se unieron para producir un importante documento declarando su adhesión, al cual se unió monseñor Gerardo Valencia Cano, obispo de Buenaventura.

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La jerarquía católica de Colombia, en particular la de Medellín, mantuvo su posición, pero el mensaje de la función social de esa iglesia a favor de los pobres caló profundamente en la conciencia de muchos.

Fuente de consulta:

Tirado Mejía, Álvaro. “Los años sesenta, una revolución en la cultura”. Penguin Random House grupo editorial. Bogotá, primera edición, agosto de 2014.

Continuará.

 

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