Es Venezuela, un país que se queda sin gente, que vive una orfandad poblacional como desdicha
Huir (¡maldinga sea!), es un verbo intransitivo que tiene dos acepciones: alejarse precipitadamente de un lugar o de una persona, por temor o para evitar un daño o un peligro, y marcharse del lugar en que se está. Como anillo al dedo, cae esta nefanda palabra para los migrantes venezolanos. Es que Venezuela se ha convertido en un país que huye. Todo un drama. Muchísimos habitantes han dejado una vida, unos lazos y unos recuerdos: es que a la gente se le acaban las razones para quedarse. Trabajo, agua, comida y medicamentos, una ilusión después de abandonarlo todo.
Pero el patán de Nicolás Maduro, en el Congreso de Juventudes Revolucionarias –de hace un mes–, afirmó que “los migrantes se van engañados y mínimo llevan USD$ 5000 en sus bolsillos, bajo informaciones falsas sobre el éxodo masivo de su pueblo. Lo que se quiere es buscar un golpe de estado o una invasión imperialista”. Ante la ONU, Maduro negó la crisis migratoria y dijo que era un invento mediático. Desde la verdad verdadera, se asegura en el vecino país que en Venezuela emigran diariamente 1.500 personas, lo que representa un éxodo Record Guinness.
Ya el Banco Mundial pidió ayuda para Colombia, ante esta desgracia. Toda una emergencia y una prioridad humanitaria. Nuestro país, ha recibido la friolera de más de 1.200.000 migrantes (el 30% de los que han tenido la valentía de huir de la crisis). Perú, 420.000; Estados Unidos, 390.000; Chile, 250.000; España, 230.000; Ecuador, 180.000 y Brasil, 60.000, entre otros datos. Los analistas internacionales, hablan de la diáspora venezolana. Toda la razón. Es que su significado encierra la dispersión de un pueblo o de una comunidad humana, refiriéndose puntualmente a los judíos después de la destrucción del reino de Israel.
En un foro de la Universidad El Rosario, El Tiempo, la Fundación Konrad y la ONU (2 de octubre de 2018), el canciller Carlos Holmes Trujillo reveló que a Colombia podrían llegar más de 4 millones de migrantes desde Venezuela, al corte de 2021, lo que suena a escándalo. ¿Y el costo? Más de 12,4 billones de pesos. Además, Colombia se tiene que preparar para convivir con los migrantes y no bloquear la entrada de los venezolanos. Entretanto, el embajador de Estados Unidos en Colombia, Kevin Whitaker, reiteró que surge imperativo procurar la reactivación de la democracia en Venezuela, como un revulsivo a este maremagnum.
Los que huyen, duermen mal, se lastiman, a veces quieren devolverse por la fatiga, pero tienen coraje para seguir. Es Venezuela, un país que se queda sin gente, que vive una orfandad poblacional como desdicha. Es toda una ignominia para un gobernante. Se busca sobrevivir. La gente no se va de su terruño por el país, huye por el sátrapa de Maduro. Desde luego, que nadie quiere quedarse por fuera, anhela regresar… Es una travesía de valientes, que incluye pan, queso y gaseosa en la ruta migratoria. Desde el 2015 se vive un nuevo caos (ya había existido otro escalonado: fuga de cerebros, profesores, petroleros y ejecutivos).
Es doloroso que se llegue al punto migratorio, se aguanten siete horas para sellar la salida y se cruce con un maletín. Se busca sobreaguar. Los ilegales llegan a vivir la mendicidad en las calles con cartel a bordo, a pedir monedas en los semáforos, a cantar en los buses, a canjear billetes venecos por dinero colombiano, a vender dulces y a la prostitución. Los que obtienen el Pep (permiso especial de permanencia), que ya suman 300.000, se emplean como meseros, en salones de belleza, como taxistas, en farmacias y en panaderías. Fungen como legales.
El 12 de junio de 2018, la Corte Constitucional ordenó atender en salud a los venezolanos en Colombia (garantizar una atención progresiva a los migrantes). Esa decisión se dio por una tutela que presentaron dos venezolanos buscando proteger sus derechos a la salud y la vida digna. Así las cosas, el gobierno se hace responsable de la atención a los venecos. Solo queda, pues, la ayuda altruista de otros países con Colombia, para quitarse la insostenibilidad de la medida. Lo de Venezuela, es la hecatombe de que hablaba Uribe. Esa es.