Resulta increíble que el movimiento independentista catalán, no haya logrado su objetivo, después de haber realizado lo más difícil: Convocar y convencer a una mayoría no aplastante, pero si suficiente
Este año, en medio de las múltiples situaciones y circunstancias que se vivieron en el planeta, llama la atención que dos de ellas hayan fracasado, como diría el dicho, “en la puerta del horno”.
Resulta increíble que el movimiento independentista catalán, no haya logrado su objetivo, después de haber realizado lo más difícil: Convocar y convencer a una mayoría no aplastante, pero si suficiente de todos modos, de que había llegado el momento histórico de separarse de España. ¿Les quedó grande la grandeza? ¿Era simplemente un tiro al aire, a ver que salía? ¿Se les salió de las manos a sus promotores? ¿No estaban preparados para la victoria? Diría uno desde lejos, que “mataron el tigre y se asustaron con el cuero”.
Otra situación extraña es la que ocurre en Venezuela, donde una oposición dividida no es capaz de capitalizar el descrédito internacional y en un alto porcentaje, interno, del Gobierno actual. ¿Se privilegian los intereses individuales? ¿Cada jefe opositor quiere fungir de mártir? ¿Los líderes opositores están en campaña? ¿Las causas del descontento no son comunes? ¿Es tan hábil el gobierno que les aplicó el tradicional esquema de “divide y vencerás” y acabó con su fuerza?
También llama la atención que el presidente Trump, en medio del desconcierto que generan muchas de sus actuaciones y decisiones, se siga consolidando, llegando a su primer año de mandato y aspirando, con gran probabilidad de éxito, a su reelección. Timorata e ineficaz ha resultado la oposición de los medios de comunicación y del partido Demócrata.
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Pero si por allá llueve, por acá no escampa. Nuestro país, dividido hasta el tuétano, sigue manoseando, desde todos los frentes, un proceso de paz que la comunidad internacional ha considerado como ejemplar y que nosotros no hemos podido o no hemos querido valorar en su verdadera dimensión.
Textualmente, “nos está quedando grande la grandeza” y no es de extrañar que muchos de los compatriotas, consideren un verdadero éxito, que este proceso largo, dispendioso y costoso, fracase.
Esta es para los colombianos, una verdadera de prueba de fuego histórica, que demostrará el nivel de civilidad y el tipo de ciudadanos que somos, así como el nivel de mezquindad o de generosidad que hemos logrado desarrollar como sociedad.
Caso aparte resulta la configuración de la mayoría de las listas de los aspirantes a Congreso de la República para las elecciones del año entrante. ¿Qué burla! Alfiles de casas políticas y familiares que han dado muestras suficientes de su alto nivel de corrupción y de desparpajo a través del tiempo, se presentan ahora como renovadores y salvadores. ¡Qué desatino y qué incongruencia! Tímidamente dice la Procuraduría que hay mínimo 20 aspirantes inhabilitados y no pasa nada.
Y lo malo es que este pueblo idiota los elegirá y de antemano todos sabemos que en algún momento de su período caerán, serán investigados, serán condenados y la Patria seguirá siendo mancillada por la presencia de personajes de baja calaña en los asientos del Congreso, cuna y expresión máxima de una Democracia verdadera ¡Qué dolor, qué pesar!
Se va decantando la lista de la treintena de precandidatos a la Presidencia de la República. Es el momento histórico único para que las Farc en pleno ejercicio de la política, nos muestren su proyecto político, y además, es el momento para que el establecimiento muestre sus cartas y presente también sus propuestas políticas para que ambos, desde diferentes orillas del mismo río se comprometan en la construcción del bienestar, la justicia, la equidad y el desarrollo de todos los colombianos. De no ser así, lo mejor es que todos desaparezcan de la faz de la tierra, para que dejen de estorbar.
Insistimos en la necesidad y conveniencia de dotar a Medellín de un verdadero Centro de Espectáculos.