En este tenso y complicado escenario – y después de tres jornadas electorales – Israel encara una de las pruebas más difíciles de su breve historia.
Los resultados del tercer torneo electoral que tuvo lugar esta semana en Israel gravitarán no sólo en la composición de la futura coalición gubernamental. Considero que tanto la estructura interna del país como su actitud respecto a su entorno regional e internacional conocerán mudanzas radicales.
Hasta aquí los resultados del torneo electoral parecen conducir resueltamente a una probable coalición jefaturada por Benjamín Netanyahu con el apoyo de tres partidos- en conjunto treinta lugares en un parlamento de 120 escaños - que auspician diferentes modalidades del fundamentalismo religioso.
En contraste con Bibi que apenas cree en alguna instancia divina o metafísica al tiempo que adhiere a un liberalismo económico radical, dos de estas agrupaciones adoptan posturas y creencias francamente hostiles al libre tráfico de ideas y glorifican a Dios conforme a sus medidas e intereses. Aceptan además la legitimidad del Estado sólo en la medida en que éste se ajusta a su credo e intereses y apenas aportan a la defensa y a la economía del país. Convierten en virtud su auto-marginalidad social, sacan buen partido al derecho al voto, y no tienen reparos en beneficiarse de la protección militar y de los servicios médicos que los ciudadanos infieles les ofrecen.
La tercera corriente coincide con las anteriores en la apropiación de un Dios particular, pero le asigna otras funciones. La más importante: la definitiva apropiación- merced a Su Ley - de los territorios conquistados en los años setenta sin excluir ulteriores anexiones con la bendición de Donald Trump. Actitud que obliga un amplio despliegue militar debidamente equipado con los mejores recursos humanos y tecnológicos. No por accidente su líder más importante- cuenta con ocho escaños en el parlamento- es hoy ministro de defensa.
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En este entorno donde se mezclan invocaciones metafísicas con el activismo militar Netanyahu debe cultivar un constante compromiso a fin de prolongar el liderazgo político más extenso en la historia de Israel. Sabe que los grupos que se ubican a su izquierda compuesta por figuras que han tenido y tienen importante papel en la economía y en la seguridad del país bien conocen sus debilidades y no dudarán en conducirlo a juicio por los delitos que habría cometido. A ellos se unen los diputados de origen árabe que aspiran a lograr en el país donde nacieron un mayor espacio económico y político sin ignorar que en países vecinos – Siria, Egipto, Irán- sus semejantes apenas conocen rasgos de la modernidad democrática.
En este tenso y complicado escenario – y después de tres jornadas electorales – Israel encara una de las pruebas más difíciles de su breve historia. Se trata de un país pequeño – apenas la mitad de Costa Rica –, habitado por una población inferior a la registrada en cualquier capital latinoamericana, étnica y religiosamente dividido que presenta sin embargo alto nivel económico – 45 mil dólares por habitante – y poder militar no convencional. Absurdo desatenderlo.