José Enrique Rodó (1871 – 1917)

Autor: Lucila González de Chaves
22 octubre de 2017 - 02:00 PM

El escritor de alta categoría por su profundidad analítica

Escritor, maestro y político uruguayo. Un altísimo valor intelectual; el más preclaro de los ensayistas hispanoamericanos. Un escritor modernista, dueño de un refinado estilo en el que señaló todos los males del mundo hispanoamericano.

Para comprender a cabalidad lo polifacético de Rodó y la gran dificultad que ofrece a los críticos la diversidad de temas, de conceptos, de estudios de este ilustre uruguayo leamos lo que concisamente dice Vaccaro en el prólogo a sus obras:

“Un libro crítico ideal sobre Rodó debería ser escrito por varios autores, pero que se ocuparan separadamente de sus ideas políticas y sociales; de sus exposiciones filosóficas; de su labor estilística; de sus condiciones de crítico; de sus ideas religiosas; de su actuación periodística. Solo así podría llegarse a un análisis concienzudo y a una valoración ecuánime de su multiformidad”. P. 9

A muy temprana edad empezó a ejercer el periodismo y a publicar sus poemas.

Su prosa incomparable y la profundidad de su pensamiento han influenciado a las generaciones de intelectuales y encumbrados escritores de América.

Viajó por Europa como corresponsal de la revista Caras y caretas, y sus impresiones sobre España, Francia e Italia fueron publicadas en ella. Además de muchas muestras de su prosa política, filosófica y literaria.

En Europa fue atacado por la fiebre tifoidea, sin embargo, siguió escribiendo. Su físico se debilita cada vez más y su enfermedad se agrava; en sus escritos hay melancolía, desilusión, tristeza…. Muere a los cuarenta y cinco años, abandonado en un modesto hotel de Palermo (Sicilia); en 1920 sus restos son llevados a Montevideo.

Deduzcamos que desde sus primeros pasos en la cultura fue un escritor, un ensayista, un pensador, y por eso pudo legar al mundo, cuando apenas entraba en la madurez, una obra ya lograda; y, además, sus ideas ejercieron una fecunda acción educativa sobre la juventud de todo un continente.

Los integrantes del movimiento latinoamericano llamado “Reforma Universitaria” lo declararon: “Maestro de la Juventud”.

 

Algunos ensayos:

La novela nueva: analiza el malestar que domina en su época, y ofrece una alternativa: esperar que alguien llegue y pueda establecer una nueva vida basada en la armonía y en la paz.

El camino de Paros: Lleva por subtítulo Meditaciones y andanzas. Colección de artículos periodísticos publicados en Caras y Caretas. En ellos encontramos al pensador original, un devoto servidor del lenguaje que aventaja, por la superioridad del concepto, la elegancia de expresión y la impecable propiedad de la lengua española que emplea, a los demás literatos españoles.

Entre sus meditaciones están: La filosofía del Quijote y el descubrimiento de América… ”No hay otra estatua que la de Cervantes para simbolizar en América la España del pasado común”.

Cómo ha de ser un diario: ensayo en el que expone las cualidades que debe reunir el periódico perfecto.

Liberalismo y jacobismo: estudio que recoge sus artículos con motivo de la polémica entablada acerca de la supresión por el Gobierno de los símbolos religiosos en asilos y hospitales.

 

Obras representativas

Ariel: fue su primera obra maestra. En la obra La tempestad de Shakespeare, el personaje Ariel es el genio del aire y representa la parte noble o alada del espíritu; el dominio del espíritu y la razón sobre la irracionalidad; la espiritualidad en la cultura que domina al personaje Calibán, símbolo de sensualidad y torpeza…

Junto a una estatua de Ariel, el viejo y venerado maestro, presentado por Rodó, se despide de sus alumnos y los aconseja para su entrada en la lucha cotidiana; por esa razón, ese profesor era reconocido con el nombre de Próspero, y conceptúa: “Del renacer de la esperanza humana… adquiere su belleza el alma que se entreabre a la vida. Alegría, entusiasmo y esperanza son las prendas del espíritu joven que forman el ambiente natural de todas las cosas fuertes y hermosas”.

Agrega luego:

“Hay que defenderse contra la mutilación del espíritu… no hay que entregar a la utilidad o a la pasión más que una parte del ser”.

Motivos de Proteo, su segunda obra; en ella están las páginas de elegante tersura en el decir, cuyos temas sociológicos son notables: “Una de las raíces de la inferioridad de la cultura de nuestra América para la producción de la belleza o la verdad, consiste en que los espíritus capaces de producir, abandonan, en su mayor parte, la obra antes de alcanzar la madurez”

“Para la originalidad, esa cosa tan debatida, encuentro que la ausencia de originalidad en lo que se escribe es solamente ineptitud para reflejar y precisar la verdad de lo que se siente”

El mirador de Próspero: Su tercera obra con temas alejados de lo filosófico. Una serie de artículos didácticos caracterizados por el optimismo y el idealismo, como: La gesta de la forma; Rumbos nuevos. Rodó piensa que cada individuo tiene que aspirar a la perfección. Sus conceptos sobre moral y ética, en muchos casos, toman la forma de parábolas.

Lea también: Azorín, maestro del bien escribir

De la edición que poseo: Obras Completas de José Enrique Rodó, “Compilación y prólogo por Alberto José Vaccaro, ediciones Antonio Zamora”; de la parte: “Nuevos Motivos de Proteo”. “Manuscrito hallado en la mesa de trabajo del maestro”, de dicha edición, página 916, tomo el siguiente texto (¿una fábula?): “Los falsos cambios de rumbo”:

“En la historia de aquella pomposa literatura que en el Irán brotó al influjo del islamismo, cuéntase el caso de Anvari: Este poeta ignoraba que el oficio de poetizar diera motivo para tener el aprecio de los poderosos, cuando un día, viendo pasar al resplandeciente séquito del sultán notó que iba un magnate de quien le dijeron que era uno de los poetas de la corte. Estimulada su ambición, Anvari pidió ser oído por el soberano y lo cautivó con su estro; así, pasó a ser poeta de la corte”.

“Anvari había llegado a la cumbre por el camino de su natural condición; y en vez de apaciguarse en el goce de este honor merecido, codició otros laureles y despreció los que legítimamente había ganado. Se propuso cambiar la gloria de poeta por el saber y autoridad del astrólogo. Pero Anvari no estaba llamado por el cielo a leer el lenguaje de los astros, sino a entender la gracia y hermosura que hay en las cosas de la tierra; por eso leyó mal, hizo siniestras profecías que acongojaron al pueblo, y cuando fueron desautorizados por la realidad sus augurios, se vio obligado a huir de la burla de los cortesanos y refugiarse en una pequeña ciudad hasta donde le llegaban los ecos de las afrentas, como antes le habían llegado los de su gloria”.

“Infortunadamente para Anvari, la memoria del pueblo que es onda fugaz para los hechos de gloria y resistente bronce para recordar a los que denigra, mientras él vivió, el vulgo no vio en él al alto poeta, sino al astrólogo burlado. Mal pensó Anvari cuando creyó que los laureles que en la corte habían ceñido su frente, lo librarían en la calle de la pedrea de la multitud”. P. 916

Y el texto XXVI: “Si quieres saber si ha cambiado el ritmo de tu alma”, dice:

“Hay libros que por acumulación de vida refleja, por su complejidad e intensidad, por lo que equivalen al contacto con la naturaleza misma, por el modo como parecen darnos la visión de la totalidad de las cosas, sirven para que probemos en ellos todos los filos de nuestra sensibilidad, de nuestro ánimo, de nuestro juicio. […]”.

Rodó vivió acosado por el desasosiego del estilo, por lograr que sus páginas fueran armoniosas y precisas. De manera impecable supo ajustar la forma al pensamiento, caso incomprensible en un autodidacto; ¡lo que puede la voluntad, el carácter, la disciplina, la consagración a la realización de un ideal!

Y termino con este soneto suyo a las Lecturas, que tiene un seductor encanto y una escondida ironía:

 

De la dichosa edad en los albores

Amó a Perrault mi ingenua fantasía,

Mago que en torno de mi sien tendía

Gasas de luz y flecos de colores.

 

Del sol de adolescencia en los ardores

Fue Lamartine mi cariñoso guía.

“Jocelyn” propició, bajo la umbría

Fronda vernal, mis ocios soñadores.

 

Luego el bronce hugoniano arma y escuda

Al corazón, que austeridad entraña,

Cuando avanzaba en mi heredad el frío.

 

Amé a Cervantes. Sensación más ruda.

Busqué luego en Balzac… y hoy, ¡cosa extraña!

Vuelvo a Perrault, me reconcentro y río…

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