La ciudad es del ciudadano

Autor: Darío Ruiz Gómez
16 marzo de 2020 - 12:06 AM

Es necesario por lo tanto escuchar la diversidad de voces y criterios y no imponer el vigilar y castigar como una dictadura de funcionarios improvisados que confunden conocimiento con autoritarismo

Medellín

No es que los ciudadanos no estén de acuerdo sobre las medidas que convengan a la buena marcha de una ciudad es decir a su calidad de vida, a la necesidad de espacios verdes – ¡nuevos parques por favor! - consagrados por los Derechos ciudadanos sino que otra cosa viene a ser que autoridades elegidas por el voto ciudadano lleguen a tomar medidas que no contaron previamente con el consenso o el disenso ciudadano. J.J García Posada se ha referido con justeza a la “tiranía del municipio” atropello que los ciudadanos han venido sufriendo a través de algunas alcaldías que llegaron a tomar medidas inconsultas por parte de una burocracia improvisada, carente de la mínima experiencia sobre temas tan álgidos como la economía urbana, como aspectos demográficos definitorios en el momento en que las invasiones están creando una crisis alarmante en los distintos bordes de ciudad, problemáticas que deben ser enfrentadas por verdaderos especialistas y no, repito, por improvisados funcionarios que es lo que ha venido sucediendo con la llamada crisis de la calidad del aire. ¿Cuánto dinero se gastó descaradamente en el llamado urbanismo de materitas y de terribles ciclovías responsabilidad directa de bisoños burócratas que ahora es necesario enmendar? En primer lugar, Planeación, la EDU y el Área Metropolitana debieron hacer una minuciosa lectura del estado actual de las periferias que crecen descontroladamente fuera de las estructuras de la economía urbana lo que indica la necesidad de contar con un pensamiento urbanístico capaz de analizar los profundos cambios demográficos que Medellín ha sufrido durante la última década en sus espacialidades territoriales ¿Quiénes se desplazan y hacia dónde? ¿Qué territorios siguen aislados? Luis Racionero quien acaba de morir decía que la revolución urbana debía comenzar por el reconocimiento de la calle y luego del barrio, morfologías, espacialidades conquistada por el ciudadano como afirmación de su derecho a la ciudad frente a un poder centralista totalitario dueño de toda decisión. Es necesario por lo tanto escuchar la diversidad de voces y criterios y no imponer el vigilar y castigar como una dictadura de funcionarios improvisados que confunden conocimiento con autoritarismo. ¿Qué poder se esconde detrás de la desconcertante votación que llevó a Quintero a la Alcaldía? Una decisión inconsulta como la del Pico y Placa de 24 horas ha alterado bruscamente el ritmo de la vida familiar, agredió al metro, ignoró los peligros que suponen las largas colas en momentos en que ha irrumpido el coronavirus, los horarios de trabajo se alteraron y se atentó gravemente contra la economía de la ciudad: una medida shock dictada por el emocionalismo de un funcionario fundamentalista que busca castigar al ciudadano desobediente, obsesivamente desterrar el vehículo privado, imponer la bicicleta. Autoritarismo revestido de ideologías como el fetichismo ambientalista, el animalismo, el resentimiento social. El cruce de respuestas disparatadas entre el patético secretario de Movilidad, el alcalde y el gran dictador del Área cuya mayor experiencia la tuvo en una “empresa operadora de organismos de tránsito” pone de presente la exhibición de ignorancia sobre temas tan complejos y que al ser aplicadas abusivamente crisparon aún más el ánimo del ciudadano que conoce in situ que parte de la polución proviene de las irracionales secuelas de una movilidad traumatizada por la libre circulación a cualquier hora de volquetas, vehículos cementeros, tractomulas, verdaderas chimeneas, con las cifras desconsoladoras de peatones, motociclistas y ciclistas muertos por la incapacidad de esta burocracia de racionalizar los flujos vehiculares. ¿O es que acaso el recurso al ignorante es la estrategia política de los nuevos poderes que tratan de regir la ciudad? Porque esta no fue una medida científica para recuperar el aire puro sino una drástica demostración de malsano poder sobre la ciudad.

Lea también: El rescate de la ciudad

 

 

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