La economía compartida podría ayudarnos a reconstruir el tejido social.
La economía compartida es un término genérico para describir transacciones entre personas, contrario a la tradicional que se da entre personas y empresas. Los casos de Uber y Airbnb son los ejemplos modernos más grandes y populares de este tipo de economía.
Esta economía es posible gracias a la tecnología actual y está desnudando las profundas ineficiencias de algunos mercados tradicionales. En palabras sencillas, esta ineficiencia se da cuando alguien puede producir el mismo bien o servicio a un precio más bajo o al mismo precio pero con un nivel de calidad muy superior.
El hecho de que alguien pueda tomar su carro y convertirlo en un negocio de transporte por unas horas o que alguien pueda convertir su hogar en un hotel por unas noches, revela que los activos de los individuos que se consideraban bienes de consumo en realidad pueden ser productivos. No es un descubrimiento nuevo, de tiempo atrás se alquilan habitaciones en casas o se hacen transportes. Lo verdaderamente novedoso es que ahora es masivo, es decir, un verdadero mercado con múltiples compradores y múltiples vendedores.
Hasta ahora la regulación de estos mercados esta dada por las reglas que la plataforma impone. Pero hay un elemento muy novedoso: la reputación individual. En esta economía, a diferencia de la tradicional donde usualmente el precio es la variable más importante se necesita construir una reputación con nombre propio. Tanto vendedores como compradores necesitan saber con quien están tratando y por ello se califican mutuamente.
Este elemento, la confianza entre las personas, me parece además que ayuda con algo que la economía de mercado tradicional destruyó: el tejido social. Dado que quien presta el servicio es una persona como uno, se abre la posibilidad de intercambiar con gente que quizá nunca habría conocido. No dudo que gracias a estas plataformas se hayan construido amistades y se estén tejiendo nuevas redes sociales.
La economía compartida es buena, pero tiene sus enemigos: aquellos que quedaron desnudos. A los que se les va a acabar el negocio de transferirnos la ineficiencia. Pero es tal la masificación de esta economía que sus enemigos no podrán con ella. Ya hemos aprendido en materia de regulación que prohibir mercados masivos solo produce mercados negros y peligrosos. Pienso que la forma de regular, aprovechando que todo es electrónico, es poner a pagar impuestos a cada transacción.
Tenemos que darle la bienvenida la economía compartida, creo que sus beneficios colectivos superan los costos individuales.