La estrategia de seguridad en Medellín

Autor: Jorge Mejía Martínez
15 agosto de 2018 - 12:05 AM

El problema de Medellín en cuanto a la seguridad, no es la actitud o disposición del gobierno local. Es la estrategia adoptada para luchar contra la criminalidad organizada.

Federico Gutiérrez, para ganar la Alcaldía de Medellín, asumió el compromiso de convertirse en el “primer policía” de la ciudad. Y lo ha cumplido. Es más, es tal su compromiso con la seguridad, que se volvió monotemático con el tema. La gran mayoría de sus intervenciones en las redes o los medios tiene a la inseguridad como protagonista, anunciando capturas de jefes delincuenciales con sus alias o poniendo la cara y el pecho para reiterar su guerra a la criminalidad. El alcalde es valiente y comprometido. Se mantiene en los barrios y zonas más calientes y hace seguimiento a las denuncias o videos con los recurrentes atracos que se publican en whatsapp. Las gentes le reconocen ese liderazgo con calificaciones excelentes en las encuestas de opinión. Es el gobernante más valorado del país.

Vea también: Revisar la estrategia de lucha criminal

El compromiso del mandatario local no se queda en la actitud. Su esfuerzo se traduce en recursos financieros para la seguridad. Las cifras son contundentes: entre 2016 y 2018 el presupuesto de la secretaría de seguridad tuvo un incremento del 587% al pasar de 56.000 millones a 332.000 millones. El mayor incremento de todos y el mayor presupuesto después de infraestructura para toda la anualidad. Lógico que esos recursos terminan en su gran mayoría alimentando la operatividad de la fuerza pública y demás entidades relacionadas con la seguridad en la ciudad, facilitando más movilidad y comunicaciones de la policía con motos, carros y equipos de comunicaciones; disponiendo más dinero para pagar recompensas y construir o mejorar equipamientos, e invirtiendo en tecnología con más cámaras de videovigilancia de ultima generación en lugares estratégicos de Medellín o en los uniformes de los policías. No podemos olvidar el famoso y costoso helicóptero que de vez en cuando observamos o sentimos surcando los aires citadinos.

Pero las estadísticas de la inseguridad en Medellín no se compadecen con los trasnochos del alcalde. La meta de terminar periodo de gobierno en 2019 con una tasa de homicidios de 15 por cien mil habitantes, no se va a lograr, ya que los vaticinios al terminar el presente año indican que tendremos una tasa de 25, por lo menos. Federico recibió de Aníbal Gaviria una tasa de 20, la más baja en décadas. La comuna 13 se salió de control y el panorama hoy es desalentador por las muertes de jóvenes, las fronteras invisibles y los toques de queda no declarados, las parálisis del transporte público por las presiones de los delincuentes con asesinatos de conductores y las extorsiones incesantes a los transportadores. Los atracos y el robo de celulares son pan de cada día en todo el territorio; la encuesta de percepción de inseguridad de Medellín Cómo Vamos, es contundente: “En 2017, el porcentaje de quienes percibieron que la ciudad era segura o muy segura se redujo en cuatro puntos porcentuales frente al año 2016, alcanzando un 47%, por su parte, la franja de neutralidad – quienes no se consideran ni seguros ni inseguros-, se mantuvo relativamente estable en un 33%, frente a un 34% del año 2016, quienes se sintieron entre inseguros o muy inseguros llegaron a un 20%, aumentando en cinco puntos porcentuales frente al año 2016. Estos resultados frente al promedio histórico del periodo 2006-2017 muestran un ciudadano promedio que se percibe más inseguro en la ciudad”.

Entonces, el problema de Medellín en cuanto a la seguridad, no es la actitud o disposición del gobierno local. Es la estrategia adoptada para luchar contra la criminalidad organizada. Se agotó la vía de concentrar esfuerzos en perseguir a los jefes y enviar a las atiborradas cárceles a algunos o muchos miembros de las bandas, desde donde siguen delinquiendo sin problema alguno. El negocio de la criminalidad es tan lucrativo en Medellín que tras un mando caído siempre habrá una fila dispuesta a asumir el reto. Las miradas se dirigen al microtráfico y por ello la creencia de que la solución está en perseguir a los distribuidores y consumidores. Tal ejercicio, de pronto, puede ser más exitoso que desarticular la delincuencia organizada, pero igual de inefectivo.

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El debate es sobre las estrategias adoptadas para luchar contra la criminalidad en Medellín. Allí está la explicación de los golpes contra la pared del gobernante local, a pesar de su reconocida buena voluntad. Buen tema para un próximo escrito.      

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