Implementa políticas públicas en contra de la violencia de género, descontextualizadas
Es fuerte el título: América Latina la región más violenta del mundo. En el informe publicado en abril de este año, la organización Seguridad, justicia y paz, por novena ocasión entrega la lista de las 50 ciudades más violentas del mundo, basado entre otros, en la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes. Llama la atención en el documento que las 10 primeras están en Latinoamérica, pero lo realmente grave es que 42 de las 50 están acá. Brasil con 19 municipios el país que más ciudades aporta, Colombia contribuye con 4.
Aunque la mayoría de las víctimas son hombres, el impacto sobre las mujeres es muy elevado y se manifiesta en las generaciones que están surgiendo hoy en la región. Según Fearon y Hoeffler (2014) solamente el homicidio femenino cuesta el 0,31% del PIB en América Latina, eso sin contar el impacto sobre la salud de la mujer y sus hijos. Adicionalmente los efectos en temas como el rendimiento laboral de las madres y el rendimiento escolar de sus hijos. El feminicidio en la región, también es el más alto del mundo. Según Rigoberto y Sánchez (2005) Colombia perdió el 4,2% del PIB a causa de está llamada violencia de género. Hay infinidad de estudios y metodologías aplicadas a este tema para sacar datos asociados que revelen el real impacto sobre la economía y el desarrollo social. Solo por mencionar algunas; 1 de 3 mujeres son violentadas por sus parejas en el mundo, 7 de 10 no querían estar en embarazo, 1 de 3 mueren tratando de abortar, en fin, un sin número de información que documenta una realidad con indicadores, pero que implementa políticas públicas en contra de la violencia de género descontextualizadas. El observatorio de igualdad de género evidencia que aunque se ha crecido hacia el equilibrio salarial en América Latina, con una disminución del 12.1% entre las remuneraciones a mujeres y hombres, las mujeres reciben solo el 84% del salario de lo que ganan los hombre (Cepal 2016) Significa esto que sigue siendo un obstáculo de cara a la autonomía económica de las mujeres, y ni que decirlo hacia la superación de la pobreza y la desigualdad en toda la región de Latinoamérica y el Caribe.
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Con un panorama tan desolador, abordamos la cifra lapidaria socializada por la ONU Hábitat durante el tercer encuentro mundial de Hábitat en Quito en 2016 donde aseguraba que al 2030 el 80% de la población del mundo vivirá en las ciudades, y según el informe poblacional del Banco Mundial, para 2010 el 51% de la población eran mujeres, es absolutamente necesario tomar medidas urgentes, de lo contrario, nuestros niños y adolescentes crecerán nuevamente pensando que son los hombres los que mandan y aunque las políticas de género que tiene la ciudad de Medellín son ejemplo para toda la región, nuevamente nos estamos enfrentando a este fenómeno vergonzoso de ser referente de temas que aún no tenemos resueltos, y por los que ni siquiera nos deberíamos atrever a dar cátedra ante el mundo entero. El patrimonio de las ciudades es preservado esencialmente por las mujeres, tanto el material como el inmaterial y pienso que ya es hora de que sean ellas las que le reduzcan la testosterona que tienen las ciudades impresas en todas las intervenciones y participen en la construcción de la ciudad de cara a las necesidades de este siglo, que las necesita más que nunca.
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