Por eso cuando se cierra un medio de comunicación, muere un elemento importante de la vida ciudadana; se siente uno abandonado, huérfano, cuando un periódico nos dice adiós.
Mas que por los libros, la pasión es por leer: aprehender lo que otros escriben y escribir para que otros lean, cartas, novelas, poemas, ensayos, en fin, todo lo que contenga ideas o simplemente obedezca al placer inmenso de escribir por escribir, para que se lea por el placer también inmenso de leer. No siempre es un libro, aunque este sigue siendo el objeto de este vicio, lo que acude a nuestros ojos. Es importante para la vida diaria el ritual de la revisión matutina del periódico; un café y el diario de noticias es la manera de despertar al mundo cada mañana; es la vuelta al estado consciente de la vida, al contacto con el mundo.
Para los que leemos a diario, todo el día, los periodistas, los hacedores de periódicos, son los primeros destinatarios de todos nuestros buenos deseos. Aún en la época que vivimos de avances tecnológicos asombrosos, en la que las llamadas redes sociales parecen abanderar el mundo de las comunicaciones, aparece como derecho vital de las personas, la intervención redentora de los que, como compromiso vital, tienen el oficio de la verdad y de la información real de las cosas, como antídoto de la llamada posverdad, de la mentira que trata de envenenar con odios y tergiversaciones el corazón de la gente.
Hacer un periódico es una tarea monumental, es la obra de héroes, hombres y mujeres, que sacrifican mucho, en pro de una vocación casi divina, sin mayores rendimientos, sin el relieve social de la fama y el buen nombre. Es la anónima tarea de todos los días, es la responsabilidad de encontrar la verdad de una noticia bien transmitida, armados de buena conciencia, de vocación de servir, de gran cultura y buen escribir. No hay tiempo de mucho cuando se hace un periódico, hay que salir cada día con una obra hecha contra reloj, pero que debe guardar todas las reglas éticas y lingüísticas del caso.
La gran paradoja actual de la humanidad es la necesidad de periodistas bien formados y medios comprometidos solamente con el buen periodismo y el derecho a la información de las personas. Si, la necesidad surge precisamente de la posibilidad que tiene cualquiera de acceder a las redes con aires de periodistas, o con el propósito de confundir con noticias falsas o malintencionadas. La verdad solo es verdad cuando es probada. Así, la noticia tiene visos de credibilidad cuando un medio serio o un periodista de verdad, la ratifica. Las muertes, los asaltos, las malas famas de las redes todos los días son menos creíbles.
Un medio de comunicación como un periódico, es un tesoro: para sus dueños porque prestan un servicio a la sociedad que nunca hay con qué pagarlo; para quien lo dirige porque su aporte intelectual será siempre un faro para la gente; para los periodistas porque tendrán un espacio para dar rienda a la creatividad que siempre debe tener un buen autor. Por eso cuando se cierra un medio de comunicación, muere un elemento importante de la vida ciudadana; se siente uno abandonado, huérfano, cuando un periódico nos dice adiós. Ojalá nunca se vayan, ojalá que se multipliquen, ojalá nos ayuden siempre a seguir viviendo.