El expresidente de origen antioqueño Belisario Betancur, quien acaba de fallecer a los 95 años, entró a la historia de Colombia por el estilo del gobierno que lideró entre 1982 y 1986.
El Frente Nacional había concluido en 1974 con la excluyente, pero, para otros, necesaria alternación de liberales y conservadores en el poder presidencial de Colombia, como fórmula para frenar la violencia partidista que dejó un sangriento baño de sangre desde 1948 de más de medio millón de colombianos, asesinados por causas ideológicas, pero también por un cruel trasfondo económico.
Pero ese intento restringido rojo y azul de parar la violencia, dio origen a otro fenómeno violento de lucha armada de grupo guerrilleros de tendencia izquierdista, que durante más de 50 años convirtieron a la nación en un permanente escenario de confrontación y conflicto político de lucha por el poder, el que nunca alcanzaron.
En medio de ese agitado y convulsivo panorama social, los dos partidos legendarios comenzaron, a partir de 1974, a disputarse abiertamente la Presidencia de Colombia, a los que le competían débiles fracciones electorales de la izquierda o de la oposición criolla.
El país comenzaba a vivir un acelerado proceso de urbanización en sus principales capitales departamentales y en Bogotá, que fueron creciendo en habitantes por la migración de miles de hombres mujeres provenientes del campo, donde se registraba una cruenta guerra política por la tierra.
Los liberales Alfonso López Michelsen y Julio César Turbay Ayala fueron elegidos presidentes en 1974 y 1978, derrotando a candidatos conservadores, partido que fue perdiendo sus ancestrales mayorías en el país.
Fue así como los conservadores diseñaron la estrategia de presentarse con la propuesta de gobiernos nacionales para independizarse del polarizado bipartidismo y volver al manejo del Estado tras dos dolorosas derrotas con su histórico rival liberal.
La Convención Conservadora de 1981 proclamó como alternativa presidencial, bajo ese nuevo esquema de candidato nacional, al abogado e intelectual antioqueño Belisario Betancur Cuartas, quien ya había fracasado anteriormente en tres oportunidades de llegar a la Presidencia de la República, pero en los comicios de 1982 logró el triunfo facilitado por la división liberal entre lopistas y lleristas.
Los liberales lleristas, en esta oportunidad representados por Luis Carlos Galán y bajo las banderas del Nuevo Liberalismo, se opusieron a la candidatura reeleccionista de Alfonso López.
Belisario Betancur no solo ganó la jefatura del Estado, sino que ingresó a la historia colombiana, pues en sus cuatro años de mandato sucedieron grandes y graves acontecimientos que pusieron a temblar los cimientos de la nación e incidieron e impactaron el futuro inmediato del pueblo colombiano.
Una de las mayores novedades de su cuatrienio, fue que le dio un tratamiento totalmente distinto al que los gobiernos liberales le habían dado hasta ese momento al problema subversivo.
Inició su gobierno con una ley de amnistía incondicional, con la que por primera vez se reconocía el estatus político de los guerrilleros y puso en marcha un proceso de paz, que despertó enorme expectativa y esperanzas en medio del cada vez cruel conflicto.
Fue tal el jubilo y el fervor sin precedentes que se despertó en todo el país, que el escritor Gabriel García Márquez, quien en ese frenético 1982 recibió el premio Nóbel de Literatura, lo describió como un “fenómeno de euforia popular”, ambiente que acompañó a este político de Amagá a lo largo de su muy difícil gestión presidencial, no obstante las vicisitudes y las críticas de todo orden que debió enfrentar.
Otro aspecto de su estilo propio fue el proceso de apertura política y democrática que promovió en contra del asfixiante bipartidismo y para hacer atractivo su proceso de paz, con el fin que los guerrilleros que dejaran las armas tuvieran un espacio en la sociedad.
Belisario Betancur conformó una comisión de paz y todos sus promesas y compromisos de amnistía y diálogo comenzaron a ser bien vistos y logró la receptividad de los dos grupos armados que más atentaban contra la estabilidad democrática del país: la guerrilla urbana del M-19 y la rural de las Farc, cuyos comandantes iniciaron un novedoso, pero no fácil proceso de negociaciones con el gobierno.
En el gobierno de Belisario Betancur se iniciaron los procesos de paz con las guerrillas colombianas.
Pese a este positivo clima social a lo largo del país, las cifras de muertos de lado y lado no bajaban. Y la política de paz y de tolerancia con los guerrilleros contó con poderosos enemigos dentro de las Fuerzas Militares, entre los ganaderos, en gremios económicos e incluso en las nacientes pero muy fuertes y peligrosas organizaciones de narcotraficantes y de paramilitares, que no compartían el nuevo tratamiento presidencial al fenómeno insurgente.
No obstante la compleja situación que enfrentaban los esfuerzos de paz, el gobierno de Betancur siguió adelante con ellos y se firmaron acuerdos con el M-19, el ELN, el ADO, con dos frentes del EPL y hasta las Farc lo firmaron en La Uribe, Meta.
Pero lejos de lograrse la paz, los permanentes hostigamientos y provocaciones socavaron lo pactado y estos intentos de pacificación de Colombia terminaron con la paz y la justicia ardiendo tras la toma y retoma en noviembre de 1985 del Palacio de Justicia por parte de un comando del M-19 y luego por fuerzas de seguridad del Estado, que dejaron muchos muertos, a los que se sumaron una semana después las 25.000 víctimas sepultadas por el lodo que causó la erupción del volcán Nevado del Ruiz, que desapareció de la faz de la tierra a la población tolimense de Armero y que le puso punto final al agitado cuatrienio de Belisario Betancur.