En Arabia Saudita donde estado y familia son la misma cosa acaba de ocurrir la más insólita purga palaciega. El príncipe de la corona Mohammed Bin Salman-MBS con tan solo 32 años, de facto ha asumido el poder controlando casi todas las ramas del reinado. Los miles de millones de dólares de la bonanza petrolera que durante décadas ingresaron a las arcas de esa particular nación, son la más grande distribución de riqueza a nivel global. Sus ciudadanos disfrutan de tantos beneficios que solo allí son posibles. Mientras tanto, las rígidas costumbres de la religión islámica les prohíbe a las mujeres participar de la vida civil y modernidad, que para ellas significa muy poco.

Durante el fin de semana cerca de 200 personas fueron arrestadas con cargos por corrupción. En la lista figuran miembros de la familia real, exministros, funcionarios de gobierno y las cortes e importantes representantes de la comunidad de negocios. El príncipe Alaweed Bin Talal multimillonario cabeza del Kingdom Holding Co. es sin duda la figura de mayor relieve pues su firma tiene participación accionaria importante en Twitter, Apple, Citigroup, Twenty First Century Fox y una docena de reconocidas marcas. Lo insólito de lo ocurrido es que todos los “detenidos” permanecen en el hotel Ritz-Carlton de la capital Riad, ¡¡¡la prisión más lujosa del planeta!!!.

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MBS ha prometido dar un vuelco al Islamismo saudí de modo que sea más moderado frenando los abusos de la policía y permitiendo a las mujeres conducir. Ahora quiere que el pueblo juzgue al gobierno ya no por el Corán sino por la efectividad en el cumplimiento de indicadores de gestión en el empleo, crecimiento económico, vivienda y salud. El príncipe al parecer sabe muy bien que la economía del país necesita diversificarse y ha definido un ambicioso plan llamado Visión 2030. Precisamente, a finales de octubre se celebró una cumbre, irónicamente en el mismo hotel Ritz, a la que asistieron cientos de CEOs y líderes políticos de todo el mundo quienes pudieron enterarse de los principales ejes de transformación de Arabia Saudita.

Acusar de corrupción a tantos cuando el mismo MBS se dio el lujo de comprar un yate en el sur de Francia por valor de 550 millones dólares suena a broma. Cuando el príncipe busca hacer tantos cambios al tiempo que ahora tiene muchos enemigos, debe asegurarse de que su costosa túnica este impecablemente libre de cualquier mancha. Por años, los miembros de la realeza se han beneficiado de los gigantescos contratos siendo parte de los conglomerados receptores de las obras.

Las leyes sauditas emitidas por decreto real o la misma ley islámica hasta hace poco no contemplaban regulación alguna a la vasta extensión de familiares y allegados al reino. La realeza jamás ha develado sus fuentes de ingreso, con cuanto se quedan de las ganancias por la renta petrolera, cuanto reciben por contratos de gobierno y de donde sale tanto dinero para sostener un nivel de vida caracterizado por la opulencia, los excesos y derroche.

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Históricamente la Casa de Sauz ha tenido que lidiar con violentas luchas intrafamiliares antes de llegar a ser la dinastía moderna en 1932. A partir de entonces, sus miembros se mantuvieron unidos en parte, entregando los altos cargos de gobierno y la amplia riqueza entre diferentes herederos.

Con el control de las tres ramas de servicios de seguridad que constituyen la autoridad del reino y la concentración en un solo hombre, Mohammed Bin Salman le apuesta a limpiar la casa por dentro. Una apuesta audaz que tiene el respaldo de la población joven pero que deja muchas inquietudes.