Las del Quijote no eran feministas, pero sí ¡visibles y despiertas!

Autor: Lucila González de Chaves
5 abril de 2020 - 12:09 AM

Con este recuerdo de las mujeres del Quijote de la Mancha, la maestra Lucila González de Chaves inicia sus escritos en homenaje al Día Internacional del Idioma

Medellín

Son los valores estéticos, lingüísticos, además de la honestidad con que se cuentas los hechos y la vigilancia del relato, para mantener valientemente y con convicción el hilo conductor, y para vigorizar la fe en el ideal, la fidelidad y la capacidad de mantener firme ese talante idealista, generoso y humano, discreto pero enhiesto; son _ digo - los valores que hacen perdurar las obras en la historia, en lucha contra el tiempo, contra los decires y sentires de lectores y detractores que van apareciendo en cada siglo, en cada moda literaria.

Por ello, la obra El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha escrita por don Miguel de Cervantes Saavedra, ha sido, a través de los siglos, un libro irrepetible, no importa que su construcción sintáctica, su semántica, su expresividad y – a veces – sus largos parlamentos no se acomoden a cada moda literaria, social y cultural que nos va tocando vivir.

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Ahí están él, don Quijote y su admirador, Sancho Panza, y todas las mujeres –una sola de ellas, Dulcinea, es solo un personaje evocado– que atestiguan sus comportamientos en la lucha por alcanzar el ideal que se propuso: “desfacer agravios y enderezar entuertos”; personajes femeninos que encuadran muchas de las escenas quijotescas, para gloria de Cervantes y para penas y alegrías de don Quijote y Sancho.

Retomemos, en este abril del año dos mil veinte, el culto al señor de la “Triste Figura” y a nuestro idioma español, recordando la presencia femenina en tan monumental obra...

Pero, seamos nobles y valientes para dejar las envidias y las egolatrías, y poder encontrar los más expresivos adjetivos para loar con generosidad a nuestros excelentes y brillantes escritores colombianos, presentes y pasados, en todos los géneros del pensar y del sentir.

 

Así, leyendo y leyendo... se le fue despertando a don Quijote el amor apasionado pero casto, tanto en sus correrías en busca de los desvalidos, como en sus enamoramientos, pues confiesa: “caballero andante sin amores es árbol sin frutos y cuerpo sin alma.”

Algunas de las muchas mujeres, ligadas por diversas razones al “Caballero Andante”, son:

 

Dulcinea del Toboso:

El Caballero dice de ella: “no hay en el mundo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso”. Desde Sierra Morena, le envía con Sancho la siguiente carta, de la cual muchos estudiosos españoles, la catalogan como la más bella carta de amor de la literatura española:

“Soberana y alta señora: El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, magüer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, has lo que te viniere en gusto; que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte. El Caballero de la Triste Figura.”

Dice el crítico Martín de Riquer que cuando don Quijote envía a Sancho desde la sierra Morena con la carta para Dulcinea en El Toboso, lo orienta diciéndole que ella es hija de Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales. Cuando don Quijote la consagró como “Su Dama”, ella pasó a ser el arquetipo de la mujer ideal.

Don Quijote dice a Sancho: “[...] la pinté en mi imaginación como la deseo, lo mismo por su belleza que por su principalidad.”

Cuando Sancho le dice que ella es una labradora que huele mal, don Quijote se enfurece y contesta: “[...] yo sé bien a lo que huele aquella rosa entre espinas, aquel lirio del campo, aquel ámbar desleído. Te oliste a ti mismo, Sancho.”

 

Maritornes:

Era “ancha de cara, llana de cogote, nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sano. Verdad es que la gallardía de cuerpo suplía las demás faltas: no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera.” Esta moza asturiana está en la venta o posada para regocijo de los viajeros.

 

Marcela:

Una joven de buena posición y gran belleza. Es displicente y desdeñosa, llena de caprichos y amiga de imponer su voluntad. El joven Grisóstomo, la ama con pasión. Dice Cervantes que “su afabilidad y hermosura atraen los corazones de los que la tratan, pero su desdén y desengaño los lleva a la desesperación”.

Los razonamientos de Marcela, con solo catorce años de edad, deben ser leídos detenidamente, por la profundidad de su defensa ante las acusaciones de indiferencia y desamor que, según los asistentes al entierro, habían causado la muerte de Grisóstomo.

Una muestra de dichas reflexiones: “Yo conozco con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo a comprender que, por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso, a amar a quien le ama.”

 

Teresa Panza y Sanchica:

Esposa e hija de Sancho Panza. Cuando este está de gobernador de la ínsula Barataria, recibe una carta de Teresa dándole cuenta de todo lo que acontece en la aldea; dicha carta termina: “Espero respuesta désta, y la resolución de mi ida a la Corte; y con esto, Dios te me guarde más años que a mí, o tantos; porque no querría dejarte sin mí en este mundo. Tu mujer, Teresa Panza.”

Sanchica (o Marisancha) la hija, se caracteriza por su simpleza y por su bondad. Teresa Panza despide a Sancho, con estas palabras, al partir en la tercera salida; y las citamos, porque tal vez sean las únicas que en todo el libro nos dan una visión de la familia de Sancho.

Dice Teresa: “Vivid vos (marido mío), y llévese el diablo cuantos gobiernos hay en el mundo. Pero mirad, Sancho, si por ventura os viereis con algún gobierno, no os olvidéis de mí y de vuestros hijos. Advertid que Sanchico tiene ya quince años cabales, y es razón que vaya a la escuela. Mirad también que Marisancha, vuestra hija, se morirá si no la casamos, [...] que desea tanto tener marido, como vos deseáis veros con gobierno.”

 

Dorotea:

Resulta ser Dorotea de humilde linaje; sufre desengaños de amores porque su amado don Fernando, el hijo del duque, se marchó con Luscinda. Dorotea es rápida en pensar y brillante en opinar; tiene facilidad de palabra. De ella dice Cervantes: “El oírla es delicia de la mente.”

En la venta, Dorotea dice ser la princesa Micomicona de Etiopía, víctima del gigante Pandafilando de la Fosca Vista (porque aunque tenía los ojos derechos, siempre miraba al revés como si fuese bizco).

 

Altisidora:

Joven de catorce años, “de buen natural y claro entendimiento”. Locuaz y casquivana, quiere imponerse siempre en el amor.

En relación con el enamoramiento de Altisidora, don Quijote expresa: “¡Qué tenga de ser tan desdichado andante, que no ha de haber doncella que me mire que de mí no se enamore! Para mí sola Dulcinea es la hermosa, la discreta, la honesta, la gallarda y la bien nacida. [...]”.

 

Quiteria:

Es la dama del episodio de las “Bodas de Camacho”: Basilio, hombre pobre, está enamorado de Quiteria; pero, Camacho, hombre rico, es el preferido, y la dama quiere casarse con él. Gracias a una aparente escena sangrienta, Basilio se casa con Quiteria.

 

La Tolosa y la Molinera:

Dos mujeres de la más baja condición. El Caballero cree que son dos encumbradas damas y que el ventero o propietario de la venta, es quien debe armarlo caballero.

La Tolosa le ciñe la espada y la Molinera le pone las espuelas, igual que como hacían las doncellas en las ceremonias caballerescas. Ellas dos no olvidarán jamás el trato de princesas que el “Caballero de la Triste Figura” les dio aquella vez; pues en agradecimiento les pide que por su amor, en adelante se llamen doña Tolosa y doña Molinera.

 

Leonela:

En la novela El curioso impertinente que lee el cura, mientras don Quijote pelea en su cuarto con los cueros de vino; en dicha novela aparece Leonela como criada de Camila la esposa de Anselmo.

Leonela es testigo de la flaqueza de su señora, cuando Lotario la seduce. Cervantes pone en boca de Leonela estas consideraciones: “El amor, según he oído decir, unas veces vuela y otras anda; con este corre y con aquel va despacio; a unos entibia y a otros abrasa; a unos hiere y a otros mata [...]. Todo esto sé yo muy bien, más de experiencia que de oídas, y algún día se lo diré, señora, que yo también soy de carne y de sangre moza.”

 

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Luscinda:

Dama noble y rica y, además, hermosa, pues de ella dice Cardenio a don Quijote:

“Para remediar desdichas del cielo poco suelen valer los bienes de fortuna. Vivía en esta misma tierra un cielo, donde puso el amor toda la gloria que yo acertara a desearme: tal es la hermosura de Luscinda. [...] a esta Luscinda amé, quise y adoré desde mis tiernos y primeros años y ella me quiso a mí con aquella sencillez y buen ánimo que su poca edad permitía”.

 

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Comentarios:

Thomas
Thomas
2021-06-29 18:09:46
Hermano , que nota de mierda . No tiene sentido alguno lo que planteas. Malisima
Edgar
Edgar
2020-04-05 10:54:02
Hermosos párrafos de tan recordadas damas, del febril recuerdo de Don Quijote De La Mancha.

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