Martín Duque Gutiérrez, ser humano excepcional, jovial, integro, con la capacidad de estar dispuesto a colaborar con el otro de manera desinteresada y sin egoísmos
Lo que mis ojos ven, es el título de libro escrito por el profesor Martín Fernando Duque Gutiérrez sobre marketing. El libro tiene ese toque personal del autor, el de hacer ver las cosas complicadas como simples, con ejemplos colombianos para colombianos, pero a su vez con situaciones reales que a manera de crítica ponen sobre el tapete la realidad de nuestras ciudades en el contexto del marketing.
Tuve el gusto de conocer a Martín por accidente, cuando yo fungía como decano en la Facultad de Administración del Colegio Mayor de Antioquia, cuando por urgencia necesité buscar un profesor porque el titular del curso había renunciado días antes de iniciar clases, con el acierto de la elección porque él en varias ocasiones fue declarado el mejor profesor de la Facultad, pero no solo en Colmayor, sino en las diferentes instituciones de educación de la ciudad. De allí surgió nuestra amistad.
En la contraportada del libro escribió Martín: “Sin pretender cambiar el mundo y su manera de girar, simplemente recopilo acá mi experiencia como docente universitario y como asesor y consultor de más de diez años, donde el contacto con cada uno de los estudiantes me enseñó qué jamás está prohibido pensar, y qué no existe la verdad absoluta ya que todo es diferente y que así como sale el sol, también la luna tiene derecho a asomarse y a ratos aparecen días oscuros y otros alegres que nos brindan todo un infinito de posibilidades; en la medida en que entendamos que la esencia de nuestra existencia se encuentra en las cosas pequeñas, hallaremos con más felicidad nuestra más profunda realización como seres humanos.”
En ese párrafo se resume el talante de Martín Duque Gutiérrez, de ese ser humano excepcional, jovial, integro, con la capacidad de estar dispuesto a colaborar con el otro de manera desinteresada y sin egoísmos, capaz de darse al otro y por el otro, para darle un consejo en temas de su experticia, pero también de la vida, sin buscar nada a cambio.
Infortunadamente los ojos de Martín no volverán a ver desde el plano terrenal, él fue llamado por Dios a su presencia el pasado Sábado Santo, dejando un legado importante en lo académico y en el desarrollo empresarial del país, pero un vacío entre sus familiares y amigos, como dice Alberto Cortez en su canción titulada cuando un amigo se va:
Cuando un amigo se va
Queda un tizón encendido
Que no se puede apagar
Ni con las aguas de un río
Para su esposa e hijo, aunque no los conocí, un abrazo de solidaridad en estos momentos difíciles.