En desarrollo de la llamada “Operación Omega”, que se preparó durante once meses, la Policía Nacional y la Fiscalía General de la Nación propinaron el sábado el mayor golpe de los últimos años contra el narcotráfico al capturar a Juan Carlos Mesa, alias tom o carlos chata, por quien la justicia de los Estados Unidos ofrecía una recompensa de dos millones de dólares y a quien en Colombia también se le buscaba por sus vínculos como presunto jefe de la llamada “oficina”, cabecilla de la organización criminal los chatas y el control del 80 % de los combos y bandas criminales de Medellín, el norte del Valle de  Aburrá y el Oriente antioqueño.

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Tal vez la sociedad colombiana no dimensione la importancia de esta captura, pues el señalado cabecilla, distinto a lo que ocurría años atrás, nunca tuvo el protagonismo mediático de otros capos. Pero a juzgar por la recompensa ofrecida por los Estados Unidos y por el prontuario que las autoridades le adjudicaron -hasta el punto de calificarlo como “el nuevo Pablo Escobar”-, este hecho se convierte en el más contundente golpe contra el narcotráfico en mucho tiempo.

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Aplaudimos la contundencia de la acción policial que, como ha ocurrido en otras ocasiones, ejecutó una acción en la que no mediaron enfrentamientos que dejaran víctimas mortales, lo que demuestra, por un lado, el alto grado de planeación de las operaciones y, por otro lado, el profesionalismo con que han actuado las unidades de los cuerpos especiales de la Policía Nacional, institución que le pone así broche de oro a un año que ha sido prolífico en la lucha contra el crimen organizado en Medellín, con la captura de trece cabecillas de las bandas los chatas, picacho, la sierra, la terraza, la unión, caicedo y robledo, entre ellos alias hugo pájaro y alias abelito; 27 cabecillas más de otras bandas delincuenciales y 1.018 integrantes de las mismas.

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Contra el llamado clan del golfo también ha habido este año buenos resultados, como fueron las bajas de alias gavilán y alias inglaterra, cada uno de ellos, en su momento, el “número dos” de esa organización criminal, cuyo cabecilla, alias otoniel, sigue siendo la gran deuda pendiente de las autoridades.

Además de la  captura de alias tom, llama poderosamente la atención que en su fiesta de cumpleaños, donde fue sorprendido por las autoridades, estuvieran varios exconvictos, como es el caso de alias botija y alias el barbado, quienes cumplieron penas en EE. UU., y Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias popeye, quien pagó más de 23 años de cárcel y en los últimos tiempos ha pretendido reforzar la imagen de rehabilitado en condición de conferencista, youtuber y autoproclamado defensor de los derechos humanos. Acierta la Fiscalía General de la Nación al solicitar ante el Centro de Servicios Judiciales de Medellín la revocatoria de la libertad condicional de alias popeye, pues el hecho de estar departiendo con un prófugo de la justicia lo hace, como mínimo, cómplice por encubrimiento, una actitud que contradice su autoproclamada condición de “exbandido”.

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Frente a alias tom, alias Popeye y las demás personas vinculadas a la justicia tras el operativo en El Peñol, le corresponde ahora a la justicia actuar con la misma eficacia y el mismo profesionalismo con el que actuaron las fuerzas policiales, pues la batalla contra la impunidad con la que los criminales se mueven en el territorio se gana no solo con la captura sino con la judicialización. Y son las cabezas las que deben responder primero ante la justicia si es que queremos una sociedad que encuentre la paz mediante el orden.