Marcha colombiana: una estirpe de nobles atletas

Autor: Juan Felipe Zuleta Valencia
20 agosto de 2017 - 02:00 PM

El joven Éider Arévalo, que  le entregó un título mundial a Colombia, seguirá junto a una estirpe de nobles marchistas, en busca de nuevas glorias para el país.

Colombia

Cansado, con rabia y vaciado por el calor, Luis Fernando López lloró en Londres tras ser descalificado. Lloró sin lágrimas porque el agua de su cuerpo se había fugado kilómetro tras kilómetros en busca de ese objetivo de ser campeón olímpico, algo que parecía tan palpable en ese momento. 


Fue hace cinco años, cuando el marchista nariñense llegó a los Juegos Olímpicos convertido en favorito para ganar la medalla de oro, luego de ganar el bronce un año atrás en el Mundial de Atletismo (aunque por justicia él era el campeón del mundo, pero sólo lo sabría cinco años después). Luis Fernando, en su mejor momento, estaba cerca de dar el golpe, instalado en el lote de punta a falta de seis kilómetros para completar los 20 del circuito olímpico londinense y con todas las fuerzas para rematar la carrera en busca del oro. Pero algo pasó: los jueces lo descalificaron, un polémico fallo que desbarató el trabajo de más de una década. Y es que la marcha es un deporte brutal y hasta cínico, porque la potestad para decidir quién marcha con ambos pies en el aire al mismo tiempo (lo cual es ilegal en este deporte) o quien lo hace correctamente, queda bajo dominio de unos señores que para tomar tan rigurosa decisión sólo están provistos de sus dos ojos, y su buena fe, claro está. 


La inclemencia de este deporte y las cachetadas que particularmente le dio a Luis Fernando lo hicieron prometer en medio de ese llanto sin lágrimas que no iba a volver a competir. Pero se quedó, tuvo la paciencia y la fuerza suficientes. Y la justicia le llegó, marchando lento, pero le llegó.


En 2016, poco antes de sus últimos Juegos Olímpicos, Luis Fernando recibió la medalla de oro como campeón del mundo por el dopaje de los dos rusos que lo habían vencido en el Mundial de 2011. A pocos meses de su última cita olímpica, López recibió el premio a su trabajo y al amor por su deporte. 


Pero no fue el milagro de un título tardío lo que lo hizo quedarse sino la necesidad imperiosa que sintió de seguir apoyando el proceso de la marcha colombiana y a sus compañeros. “Tras la muerte de Fernando Rozo, (entrenador y patriarca de la marcha en Colombia), yo supe que tenía que seguir con mis compañeros. Dándole un toque de disciplina al grupo. Además yo no quería ser un medallista fortuito y solitario para mi país. Yo quería sembrar semillas para que otros marchistas siguieran cosechando éxitos para Colombia.

Y ahora con la medalla de Éider me siento muy feliz. Hace cinco años lloré de tristeza en Londres, pero esta vez y en el mismo lugar lloré de felicidad”, cuenta López, quien asumió el liderazgo de un grupo joven, que creció de la mano del veterano marchista de 38 años, apoyo fundamental del cuerpo técnico conformado por Enrique Peña y Marcelino Pastrana, quienes tomaron la posta de Fernando Rozo, el hombre que insistía a sus muchachos: “Si no quieren sufrir, no pueden ganar”. Palabras que calaron en el alma de Éider Arévalo, hoy campeón del mundo en los 20 kilómetros, en el mismo circuito donde su compañero y mentor lloró desolado años atrás.

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“Crucé la meta y pensé tantas cosas; fue como un vértigo: los días de trabajo en construcción para conseguir unos pesos necesarios en casa, los esfuerzos de mi mamá y su apoyo para yo salir de Pitalito (Huila) a buscar mis sueños en Bogotá, todas las personas que me tendieron las manos como un puente que me trajo hasta acá, pero que es un camino que no termina aquí. Ahora tengo una responsabilidad de seguir esa línea de éxitos; voy por una medalla en Tokio 2020, es difícil y aunque la preparación sea buena otros factores pueden influir, pero ese es el objetivo”, expresó un Éider colmado de honores a su llegada al país y que ahora espera que el Gobierno cumpla su palabra no sólo de mantener sino aumentar el apoyo al deporte nacional. Y claro, también espera que su monumental logro para Colombia le facilite un poco las cosas a él y a su familia. Porque en Pitalito el día a día de su madre no ha cambiado mucho.


Éider tiene apenas 24 años; apenas porque la marcha es un deporte de prolongada vigencia, tanto así que el pico de rendimiento llega alrededor de los 30 años. 


Colombia tiene seis medallas en mundiales de atletismo, cuatro son de Caterine Ibargüen en salto triple y dos en  marcha. Logros supremos para Colombia, pero con la diferencia de que las medallas de Caterine son éxitos sin herederos a la vista en el salto triple, mientras que la marcha tiene hoy por hoy uno de los más sólidos programas dentro de las disciplinas deportivas del país. Tal vez poniéndolo desde esa perspectiva el país empiece a dimensionar un poco más la importancia que tiene para el deporte nacional un proceso continuado como el que tiene la marcha atlética. 

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En tiempos del colegio, cuando el profesor de educación física ordenaba darle varias vueltas a la cuadra a todo vapor, algunos ridiculizaban el ejercicio haciendo gestos estrambóticos con la cadera en una referencia burlesca a esta disciplina. El mismo Arévalo confiesa que cuando joven, le decían que practicaba un deporte de “homosexuales”. Errónea idea generalizada sobre una disciplina cruel y que deja las imágenes más duras en las competencias más importantes como los Juegos Olímpicos o los mundiales de atletismo: cuerpos al borde del colapso que marchan hacia la meta impulsados por una voluntad de hierro. Y en esa prueba, reservada para privilgiados física y mentalmente, Colombia tiene representación garantizada por varios años. 


Luis Fernando López, a sus 38 años, se despidió definitivamente de competencia en el pasado Mundial de Londres; ahora, seguirá aportando su conocimiento y liderazgo a un equipo de condiciones notables: Éider Arévalo, Iván Garrido, James Rendón, Lorena Arenas, y otros tantos. Todos atletas que marchan en legión en las competencias más importantes del mundo, casi siempre con el objetivo tangible de resultados importantes.


Afortunadamente López no se apresuró a retirarse, porque su presencia en el lote de competencia permitió consolidar una nueva generación que hoy tiene al menos diez años por delante entre la élite de la prueba. Es que a veces es mejor evitar las prisas y marchar juntos, con paso firme, porque sin correr también se llega.

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