Medellín, ya no eres la pequeña y amada Detroit de Gonzalo Arango, eres la mezquina de la que siempre habló Fernando González.
Medellín, que fraude sos, te pueden enaltecer pero no criticar Te dejar liderar pero no gobernar Te permites embriagarte, drogarte y prostituirse, pero lo escondes detrás los adoquines marrón de los barrios de arriba o detrás de un museo. No dejas que nadie hable mal de vos.
Te molestan los intelectuales, te agrada la moda. Prefieres un edificio nuevo a uno viejo y con historia. Medellín, ya no eres la pequeña y amada Detroit de Gonzalo Arango, eres la mezquina de la que siempre habló Fernando González.
Medellín, eres la contrabandista de los 70, en forma de puesto organizado en Ayacucho con la Oriental. Eres de la que se habla bien y si lo hacen mal te rebelas con el odio. Eres tan orgullosa, tan impecable, pero escondes la basura en asiento del bus o en el río.
Tienes un parque que parece una canción de Gun's & Roses y unos gobernantes que parecen un corrido mexicano. Conduces como lo que eres, un pueblerino y saludas caminando, pero insultas al volante. Tu lado masculino es un conquistador, que se esconde dentro de un macho golpeador.
No te gusta la diferencia, tus calles están hechas del sol caliente que ya no encuentra sombra en los árboles. Te ahogas en smog, ese es tu aroma preferido. La calle de León de Greiff hoy es una depresión de drogas y tristeza, cual poema hecho ciudad.
Tienes una fiesta de libros, festivales diversos, tienes un amor animal y una sonrisa al caminar o pedalear. Tienes almas que te aman y buscan el cambio, también armas que silencian vidas a diario. Eres Romeo con más de dos millones de Julietas.
También eres una Lolita o un hechicero de Nabokov, eres un idioma con palabras que ni traducción tiene y jíbaros en escuelas. Medellín, a vos no te entiendo, pero te camino, cansado pero me quedo, te escribo pero me quejo, vos no me querés pero serás mi amor eterno.