El encuentro entre el papa Francisco, los religiosos y sus familias en La Macarena será un acaecimiento único en el país. Allí el tema central son las vocaciones. La intensión es que más jóvenes sigan la vida consagrada.
La visita del papa Francisco a Medellín tiene una temática específica, distinta a la que tendrá la visita en las otras tres ciudades de Colombia, y es el discipulado. Un tema que abordará en el encuentro con religiosos, religiosas y sus familias en La Macarena, con la propósito de renovar el compromiso de los religiosos e invitarlos a motivar a los jóvenes a seguir la vida consagrada.
De acuerdo con monseñor José Mauricio Vélez, obispo auxiliar de Medellín, “el tema del discipulado es un tema muy pertinente a las vocaciones porque ser discípulos misioneros es la semilla de un espíritu vocacional. Y el papa escogió a la ciudad para hablar de este tema porque la Arquidiócesis de Medellín es la que tiene mayor número de parroquias y sacerdotes en todo el país, tiene cerca de 340 parroquias y 800 sacerdotes, además de las comunidades religiosas. Entonces entre todos son más de 1.400 personas al frente del proceso evangelizador”.
El precedente de la visita del papa Juan Pablo II le da argumentos a la Iglesia para asegurar que la visita papal ayudará a incrementar el número de jóvenes que terminen por inscribirse a los seminarios, monasterios y conventos.
El sacerdote Diego Uribe, vaticanista y docente de la Universidad Pontificia Bolivariana, relató que cuando Juan Pablo II visitó Colombia, “al año siguiente el número de seminaristas casi que se duplicó. Es decir, se fue animando la juventud para seguir a Cristo, porque la figura del papa invita a seguir el ministerio sacerdotal”.
La vida consagrada femenina también tuvo un auge tras la visita de Juan Pablo II, en 1986, aunque no en las mismas proporciones que hubo en los seminarios.
“Sí se aumentaron las vocaciones en las religiosas, pero sobre todo para la vida de clausura, las religiosas más encerradas, porque hay como una especie de atractivo por esa forma de vida tan rara en el mundo de hoy, entonces esas vocaciones se siguen manteniendo”, aseguró Uribe.
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El sacerdote Manuel Vega, director del departamento de Ministerios Ordenados y Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal de Colombia, corroboró el impacto que tuvo la última visita papal en motivar las vocaciones.
“Después de la visita del papa Juan Pablo II, hacia 1989, tuvimos alrededor de 6.000 seminaristas en Colombia, hubo un auge vocacional y buena parte de eso tuvo que ver con el impacto de la visita papal. La creación de seminarios se vio en esos años y fue expresión de una bonanza sacerdotal, pero luego vinieron todas las dificultades que se han dado en la Iglesia, los escándalos que han afectado la imagen. Hoy en día uno de los inconvenientes es la desconfianza con el que los jóvenes miran al sacerdote”, explicó Vega.
De acuerdo con al obispo auxiliar de Medellín, con la visita del papa Francisco se espera un impacto similar, pues “la presencia de un papa, que es el obispo de Roma, siempre es un semillero de vocaciones. En todos los países que visita el papa, siempre afloran nuevas vocaciones. La razón es la misión de Pedro, porque Pedro evangeliza y con su sola presencia es un evangelio que se lee. Cuando decimos que el papa es el vicario de Cristo, recoge el mensaje de Cristo, por eso el papa en forma directa o indirecta es un promotor de las vocaciones, porque al surgir nuevas vocaciones, tenemos quienes pastoreen la Iglesia y quienes sirvan a la tarea de la evangelización”.
Fomentar las vocaciones parece una tarea urgente en Colombia, pues en la actualidad hay una disminución del número de sacerdotes, monjes y monjas ordenados. Esta reducción es más evidente en la vida consagrada femenina que en la masculina.
Actualmente hay alrededor de 3.900 seminaristas en el país. Aunque hay unos seminarios que se han cerrado, todavía se cuentan 50 seminarios mayores diocesanos en Colombia. Además de las casas de formación de religiosos, que son otras 53. En total son 103 casas de formación sacerdotal en Colombia.
El sacerdote Diego Uribe explicó que la realidad vocacional en el país “está estable, aunque ha disminuido. Tuvimos momentos en los que cada año se ordenaban 30, ahora cada año se ordenan en promedio siete sacerdotes en Medellín. Pero en la vida consagrada femenina sí hay una verdadera crisis”.
Entre las razones que expone el docente de la UPB está que cada vez las familias son más pequeñas, de dos hijos máximo, entonces los padres no incentivan a sus hijos a ser religiosos, pues esperan que los acompañen y tener nietos. Además, hay una realidad demográfica y es que cada vez hay menos jóvenes y menos niños, por lo cual la población empieza a ser más adulta.
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En cuanto a las religiosas, el panorama preocupa más a la Iglesias, pues aunque las cifras no están consolidadas tienen conocimiento de casos en los que en monasterios para 300 novicias ahora hay apenas 10. Incluso, en algunos de ellos hace cinco años no ingresan nuevas estudiantes.
Para Uribe, una de las causas es que “cada vez son más poquitas las muchachas que quieres seguir una vocación, porque ahora está la posibilidad de hacer lo que hace una religiosa pero sin el rigos de una consagración, por ejemplo, la educación, el cuidado de enfermos y de ancianos”.
La hermana Gilma Inés Colorado ingresó a la comunidad de las Misioneras de la Madre Laura cuando tenía 20 años y ahora ajusta 38 años entregada a la vida consagrada.
Colorado relató que sintió la vocación cuando estaba en tercero de primaria y subieron unas misioneras a la escuela donde estudiaba, en el municipio de Caldas, a hablarles sobre los indígenas.
“Yo no conocía indígenas. Nos mostraron unas filminas y me emocioné. Cuando me gradué no quise conseguir trabajo porque de pronto me enamoraba del dinero, entonces me dediqué a buscar la congregación que trabajaba con los indígenas”, contó la religiosa.
Cuando decidió ser monja, su mamá sintió miedo de que hija enfrentara esa nueva vida: “mi mamá se llenaba de miedo porque sabía que esta era una vida sacrificada y ella me llevaba donde una monjita para que me hablara de las dificultades de la congregación y a mí eso me llenó de más emoción, pensaba que si otras han podido yo también podía. Y me he enamorado mucho de este trabajo porque uno conoce diferentes culturas y formas de vivir”.
Sobre la falta de vocaciones, la hermana afirmó que “ahora las jóvenes no están preparadas para un compromiso para toda la vida. Además uno traía de la casa mucha formación humana y cristiana, eran familias numerosas, todo eso ha cambiado mucho y afecta las motivaciones”.
Por su parte, Fernando Romero, sacerdote del obispado castrense, aseguró que para él descubrir su vocación fue como enamorarse.
“Fue algo tan profundo que no puedo saber qué fue lo que me motivó. La vocación nace desde un encuentro con Dios, una presencia. Yo me di cuenta que Dios necesitaba algo de mí. Yo ya había salido del colegio, había trabajado y sentí el llamado”, aseguró.
Para él, tomar la decisión de renunciar a la vida que llevaba fue difícil, pero “todo en la vida es difícil porque siempre está marcando por una decisión. Lo que tenemos que pensar es cuál es la más beneficiosa para nosotros y saber que lo que decidiste es lo correcto porque vives feliz y con ilusión”.
Romero sostuvo que el impulso más efectivo para seguir una vida religiosa debe darse desde la familia, pues “ese es el sostén del joven que va creciendo, a la familia le corresponde dar esas luces. Si desde allí no reorientan la vocación no vamos a tener sacerdotes ni monjas, porque por más esfuerzos que haga la Iglesia para tratar de atraer a los jóvenes, si la familia no nos ayuda a crear la necesidad de Dios, el joven no va a querer acercarse a la Iglesia”.