El gobernante pidió a los manifestantes y líderes políticos que quieren que renuncie a "resolver nuestras diferencias con dignidad y disciplina", al considerar que hacen parte de "un pueblo predispuesto a la paz".
El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, no renunció a su cargo este domingo como se esperaba, y durante un mensaje televisado insistió en "la necesidad de llevar a cabo acciones para devolver" al país "a la normalidad".
Mugabe, acompañado por los altos mandos del Ejército, reclamó que el país no se "deje llevar por la amargura" y dijo que "tiene en cuenta" todas las quejas formuladas por diferentes estratos de la sociedad y por su propio partido, que lo destituyó como número uno y lo emplazó hasta este lunes a mediodía para dimitir.
Acerca del alzamiento militar del pasado martes, indicó que "nunca ha representado una amenaza contra nuestro orden constitucional ni contra mi autoridad como jefe de Estado, ni siquiera como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas".
Sobre las purgas en su partido, como la del ex-vicepresidente Emmerson Mnangagwa, que desencadenaron la intervención militar, Mugabe apuntó que el partido "estaba fallando" en el cumplimiento "de sus propias reglas y procedimientos".
Mugabe, de 93 años, reconoció que "algunos incidentes ocurrieron aquí y allá" pero celebró que "fueron corregidos, afortunadamente en poco tiempo, y los pilares del orden se sostuvieron".
También recomendó que se resuelvan los conflictos generacionales en el seno de la colectividad gobernante, la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (Zanu-PF) uniendo a los miembros más veteranos, que a su vez deben aceptar nuevas reglas.
Aunque las calles de las principales ciudades del país se han llenado de gente pidiendo la salida del poder de Mugabe que ejerce desde 1980, el gobernante les instó a "resolver nuestras diferencias con dignidad y disciplina" al considerar que los zimbabuenses son "un pueblo predispuesto a la paz".
También reconoció que la economía nacional "está pasando por un bache" desde la hiperinflación de 2008 que provocó que Zimbabue perdiera su propia moneda, y anunció que inauguraba "una nueva cultura de paz" con el "compromiso de darle la vuelta" a esta situación.
Sin embargo, culpó del mal momento económico a las rencillas internas en el seno del partido y del Gobierno: "Los dardos públicos entre altos funcionarios" suscitaron unas críticas "de las que no se puede escapar".
Asimismo, reconoció el papel de los veteranos de guerra, que también le retiraron su apoyo pese a estar considerados entre sus tradicionales apoyos, e indicó que "deben volver a tomar un papel central" en el país.
Desde el alzamiento militar del martes, Mugabe está bajo arresto domiciliario y se ha reunido en dos ocasiones con los militares para negociar una salida que finalmente no se ha producido, aunque su partido anunció que, de no dimitir, planteará una moción de censura contra él.