No surgirán un hombre ni una sociedad nuevas

Autor: Nacho
30 abril de 2020 - 07:10 PM

Qué pasará tras la pandemia que afecta hoy a la humanidad, es un interrogante que trasladamos a un analítico docente de la U. de A., que contribuye a entender lo que está pasando y el futuro por venir.

Medellín

Por estos días el profesor Fabio Giraldo Jiménez pasa los días acogiendo el aislamiento preventivo en una casa del apacible municipio de Guatapé, de donde es oriundo.

Desde allá accedió a conversar con elmundo.com en torno a lo que se puede interpretar de esta pandemia  desde la filosofía y la ciencia política, que son las áreas del conocimiento en las que preparó,

Con la serenidad que le dan tantos años de estudio y en la enseñanza universitaria, llegó a la conclusión que no está muy convencido que tras la enorme crisis que enfrenta la humanidad surgirán un hombre y una sociedad nuevas. Esta son sus explicaciones.

 

¿Profesor Giraldo las pandemias en la historia de la humanidad han originado cambios profundos en la sociedad o una vez que pasan sigue lo mismo? 

Tengo la impresión que es más el impacto sicológico que el cambio real. No desestimo con ello que se produzcan cambios. A mí siempre me ha extrañado que corren paralelos, por ejemplo, las sociedades moralmente no han mejorado mucho, aunque jurídicamente si haya habido muchas mejoras.

De todas las crisis, para hablar sólo de los siglos XIX y XX, es paradigmático que cada vez tengamos más Constituciones garantistas en derechos individuales y sociales, pero es paradigmático que cada vez se cumplan menos, es muy desigual hablar que hayamos aprendido de las grandes crisis.

Tenemos Constituciones muy igualitarias, muy democráticas en sus contenidos, pero sociedades profundamente desiguales y antidemocráticas desde el punto de vista social y económico.

Yo no veo que uno pueda decir que las grandes crisis producen grandes revoluciones sociales, no todas por supuesto, ni más faltaba que la revolución francesa produjo grandes cambios en la cultura general y política.

Otras grandes hecatombes o grandes sucesos de la sociedad, por ejemplo las dos guerras mundiales, produjeron cambios, pero no tan abismales y en eso hay que distinguir entre el desarrollo material y el moral. De las guerras y de las enfermedades siempre se han sacado avances bastante significativos, pero en general no se ha avanzado moralmente, es decir, políticamente estamos casi como  comenzando. A pesar que tenemos leyes muy modernas y desarrollos material y tecnológico muy avanzados, sin embargo moralmente  seguimos siendo iguales.

Eso a mí me parece que hay que analizarlo a la hora de pensar en las consecuencias de un suceso como el que estamos viviendo.

 

¿Pero estas grandes crisis mejoran al ser humano y a las sociedades?

No necesariamente, me parece que inclusive hay más desarrollo en las normas legales que en las normas morales.

El derecho no lo regula todo, la moral es como la cultura y la forma de comportarse regularmente, cotidianamente, eso no necesariamente mejora con sucesos tan catastróficos como los que hemos vivido en la historia de la humanidad y yo no espero que de esto tampoco haya cambios, si nos atenemos a la manera como se han producido los cambios a lo largo de la historia del ser humano.

Mucha gente está esperanzada en que esto es una sacudida tan horrible del árbol, que de aquí surja una sociedad nueva o un hombre nuevo.

 

¿Y Usted qué cree profesor?

Yo tampoco estoy convencido de eso…

 

Lea también: Las grandes paradojas y encrucijadas de la covid-19 

 

¿Lo vuelvo a interrumpir para preguntarle que esos augurios de un hombre nuevo es lo que muchos nos están vendiendo por estos días?

Claro que hacer vaticinios siempre será una aventura muy grande, precisamente cuando estamos al inicio de un suceso del cual todavía no alcanzamos a prever las consecuencias concretas.

No sabemos todavía qué podrá ocurrir, están calculando para dos o tres meses y no lo digo por mi o por  cada uno de nosotros, sino por los grandes calculistas, empezando por los grandes capitalistas que saben estimar desde el presente el futuro.

Ahora no hay forma de calcular a largo plazo, ni siquiera los epidemiólogos están en capacidad de vaticinar la posibilidad de la cura o de un tiempo para ella.

Estos no son tiempos para vaticinios y es muy arriesgado ponerse a hacerlos, pero a juzgar por lo que han sido los grandes comportamientos históricos del hombre y si se piensa en el capitalismo, que ha pasado por unas crisis espantosas en este siglo, yo veo que antes sale mucho más fortalecido.

Porque es que el capitalismo no es solamente una cultura de los capitalistas, es una cultura que toca fundamental al consumo, al trabajo, es una cultura popular y eso no se cambia de la noche a la mañana.

Es una cultura económica que también viene siendo una moral, es decir,  una forma de obrar, de pensar, de medir, de considerar lo bueno, lo malo, lo exitoso, lo fracasado, lo útil, lo inútil y eso es muy difícil de que cambie, inclusive en circunstancias tan graves con esta.

Entonces, no se puede pensar que el capitalismo vaya a fracasar por una crisis tal como se está desarrollando la actual hasta ahora.

Lo que creo es que es un remezón muy grande, que implica después un reacomodamiento bastante exigente, muy difícil, muy tortuoso, pero lo más probable es que volvamos en líneas generales, después de un tiempo de reacomodo, al modo de como veníamos comportándonos. A no ser que esto llegue a un colapso.

 

¿Profesor tras una pandemia de esta clase, entonces tampoco espera usted grandes o profundos cambios materiales, seguirán los desequilibrios sociales, los ricos y más pobres?

En este tipo de situaciones suele ocurrir que hay dos grandes comportamientos universalmente medibles: o somos solidarios o somos egoístas. Uno quisiera que la solidaridad sea la triunfadora en un suceso de estos, entonces se dan muchos actos solidarios, hay una gran solidaridad en la comunidad científica internacional buscando la posibilidad de encontrar una cura;  hay solidaridad específicas cuando las gentes salen a ayudarle a los más necesitados, hay fraternidades  más concretas cuando uno sale a socorrer a personas en condiciones muy precarias, es decir, muestras de solidaridad hay muchas y muy bonitas todas, eso es lo que uno quisiera  que primara.

Yo no soy un pesimista redomado que no quiere caer en el derrotismo, pero tampoco soy muy optimista de esos que creen que esto no peligra que caiga en la fatuidad.

Pero en general cuando estas crisis se van volviendo más complejas, más exigentes, más onerosas para todo el mundo, es cuando debe reinar la solidaridad.

Entonces, yo no creo sinceramente que de esto salga una sociedad mucho más igualitaria. Es más, es exactamente probable que haya muchos movimientos sociales buscando reivindicaciones, porque si algo está claro en situaciones como estas, es que se manifiesta de manera más patética la vulgaridad de la desigualdad, de la pobreza, pero la real, la que vivimos, la más dura. Y es probable que haya muchas manifestaciones posteriores buscando reivindicaciones más fuertes a las que se han registrado en los últimos cuatro o cinco años.

Puede que lo logren en el derecho incorporando nuevas garantías, pero me parece muy difícil que se logre en la sociedad. Son como dos mundos  paralelos, puede haber reivindicaciones que se manifiesten en la legislación, pero no en la realidad.

Siempre me ha llamado la atención  que tenemos dos sociedades, una jurídicamente democrática y otra sociedad muy antidemocrática, porque las democracias no son solamente una forma de gobierno, sino una clase de sociedad, hoy tenemos formas de gobierno que podríamos llamar democráticas, con legislaciones democráticas, pero no una sociedad  democrática.

 

¿En el Titanic viajaban ricos y pobres y se hundió con todos, qué comparación se puede hacer con esta pandemia?

El virus es una entidad natural que se desarrolla fácilmente en situaciones en las que el hombre ha intervenido de manera dañina a la naturaleza, propiciando este tipo de entidades naturales.

Es una enfermedad que en principio no escoge, ni selecciona, no distingue a quien contagiar y nosotros hemos creado el habitad propicio para que este tipo de virus se desarrolle y también para contenerlo, para atacarlo y curarlo.

En sí mismo el virus no es moral, es decir, no escoge a nadie en especial, pero cuando ya estamos hablando de las consecuencias, no sólo como enfermedad, sino de las consecuencias para contenerlo y para atacarlo, se va yendo a un cierto sesgo social, porque va a atacar en principio a los más contagiables que son todo el mundo, pero de los contagiados a los más enfermos, los más propensos y entre ellos habrá siempre gente con mayor debilidad que son los que tienen mayores  problemas económicos.

 

¿Profesor y usted sospecha que esto fue una transmisión natural o una creación en un laboratorio, para sacar ventajas económicas?

El mejor invento de todos en la política es el enemigo y ello justifica cualquier cosa.

La idea del virus como un extraño justifica unos nacionalismos y yo francamente no creo en esas tesis conspiracionistas, eso sí es hilar demasiado delgado.

Uno puede decir que un país fue más propicio al asunto, pero no que un médico o un político maligno se dieran a la tarea de crear una enfermedad que sacudiera el árbol, para salir de un poco de gente que sobra en la sociedad.

Esas teorías conspiracionista más bien alimentan la teoría de la guerra, tienen ciertos intereses políticos.

Tampoco los científicos han encontrado una prueba que diga que esto fue creado en un laboratorio. Este tipo de pronunciamientos lo hacen políticos sobre todo en campaña, al estilo de Trump en campaña reeleccionista, esto tiene un sesgo político y no me parece adecuado que esta enfermedad se trate como una especie de guerra, porque esa teoría de unir medicina con militarismo es belicista, que no solamente justifica el trato a la enfermedad, sino a aquellos que sufren con esa patología.

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