Se mueven como Pedro por su casa por entapetados y exclusivos salones, donde se devoran los cada vez más escasos recursos del Estado que deberían orientarse a la atención de millones de dolientes
En los dos últimos meses la covid-19 se ha convertido, gracias a la virulencia jamás imaginada en los primeros días de su aparición, en la más importante y casi exclusiva noticia de los medios de comunicación en todas las naciones.
Y no es para menos dada la agresividad con la que atacó, primero en China -su casi seguro origen- y después a los más representativos países del mundo desarrollado, encabezados por el ostentoso Estados Unidos, y aquellos que en Europa eran insignia de bonanza y progreso, principalmente Italia, España y Alemania.
Aunque no se sabe con certeza en cuantos meses a futuro expirará la pandemia, subestimada por algunos equivocados dirigentes que pusieron el dinero por encima de la vida, lo cierto es que su letalidad cesará, tras dejar un catastrófico balance mundial en materia de salud y economía.
Colombia, empero, en estos momentos, no puede incluirse entre los territorios que en el tiempo venidero estarán libres del ya famoso virus, pues en sus entrañas está incubándose otro que, aunque solo a ella afectará, promete ser tan nefasto como el que ahora se está enfrentando con más o menos exitosos resultados.
Si como tanto se ha especulado la actual covid-19 surgió en las entrañas del vasto, legendario y misterioso territorio asiático por la manipulación de un murciélago, también el que está empollándose ahora tendrá su procedencia animal, con una salvedad: ya aquí se logró la transmutación, pero al revés.
Si allá fue de animal a humano, en Colombia pasó de irracional a pensante, según lo anunció en días pasados el propio presidente de la república, Iván Duque, quien identificó a los protagonistas de semejante engendro como “ratas de alcantarilla” y “vampiros banqueros”.
Las roedoras, acostumbradas a arrastrarse y vivir en las cloacas, en esta nueva concepción que está gestándose cambiaron su status quo y ahora se mueven como Pedro por su casa por entapetados y exclusivos salones, donde se devoran los cada vez más escasos recursos del Estado que deberían orientarse a la atención de millones de dolientes.
Y los otros, seres entre el mito y la realidad, aquí sí son personajes de carne y hueso, y tampoco para ellos son extraños los recintos lujosos desde los cuales diseñan y manejan a placer sus enmarañados tejemanejes, que al final les permiten aumentar, con prisa y sin pausa, sus ya enormes caudales.
“Ratas de alcantarilla” y “vampiros banqueros” que son o se hacen los sordos ante tan vergonzosos calificativos, así vengan de tan alta procedencia, la misma sordera que padecen y aplican con inaudita soberbia ante los requerimientos de quienes hoy más que nunca los necesitan en esta emergencia.
Si el éxito científico de una transmutación es atribuible al conocimiento, la dedicación y el saber de decenas de profesionales que han dedicado toda su vida a conquistar tal logro, estas calidades y cualidades no se requieren en Colombia para alcanzarlo.
En el país otros son los factores determinantes, entre ellos el amiguismo, el dejar hacer, la complicidad, el pasar de largo, la omisión y el esguince a la ley y las más elementales normas.
Como estará de grave el asunto, que hasta un ex jefe de Estado que no es modelo de nada, le exigió al Superintendente Financiero “tener los pantalones bien puestos y no alinearse con los bancos”, nido de los vampiros denunciados por el propio presidente.
TWITERCITO: Especulando sobre transmutaciones, ¿qué tal una entre paloma y oveja que trascienda al hombre colombiano?