Países andinos están profundamente divididos en elecciones

Autor: Mariane Lacombe Betancur
9 abril de 2017 - 02:00 PM

En las últimas elecciones presidenciales de los países andinos, los candidatos electos consiguieron la victoria con una corta mayoría, lo que destaca la división política de los ciudadanos. 

Suramérica

Hasta hace poco, era común que un candidato que se presentaba en las elecciones presidenciales de un país ganara con sesenta o setenta por ciento de los sufragios. A veces no se organizaba una segunda vuelta porque no era necesario. Se destacaba una mayoría incontestable en los resultados. Sin embargo, en las dos últimas elecciones generales de los países andinos, apareció un fenómeno: el voto a 50-50. Para Adolfo León Maya Salazar, politólogo y especialista en opinión pública de la Universidad Eafit, la diferencia entre otras épocas y hoy es que “antes había una disciplina de partidos, hoy justamente como los partidos han estado en una crisis, ya esas militancias son variables (...). No hay ese principio de fidelidad a partidos sino que hemos ganado ciertas autonomías de movernos en estas elecciones a otras por otros ejes convocantes”.

Países divididos en dos
“El mero principio subyacente a un voto democrático es la suposición que siempre existirá una mayoría, incluso con un margen estrecho. Tener un resultado de votos de 50-50 suena como algo imposible estadística y socialmente, en particular cuando millones de votantes entran en juego. La imposibilidad parece ser total cuando, a la vez, el país está enfrentando una situación difícil con decisiones políticas drásticas en juego y los dos partidos competidores defienden diferencias radicales en sus programas respectivos” explicó Serge Galam, científico y politólogo de Sciences Po Paris. Efectivamente, Giovanni Areiza, politólogo de la Universidad de Antioquia, identificó varios elementos que afectaron la vida política latinoamericana: primero, la apertura económica liberal, el giro hacia la derecha de la vida política que no cumplió las expectativas de todos y la aparición de los movimientos sociales que tienen un interés meramente contestatario. Además, Areiza identificó un giro más reciente hacia la izquierda que, sin embargo, entró en “una fase de agotamiento”. “No han podido articularse a los cambios de contexto o se han caracterizado por ser muy radicales”. Con este análisis se puede entender el cuestionamiento que se hace en cuanto a la drástica división de los resultados electorales. Los países que han destacado este fenómeno son: Colombia, Venezuela, Perú, Argentina y Ecuador. Por ejemplo, en Perú, Alberto Fujimori fue el último presidente en ganar elecciones con más de 70%. En Argentina, Cristina Fernández de Kirchner obtuvo su segundo mandato con más de 37% de diferencia con su adversario. El propio presidente Juan Manuel Santos fue testigo de ese cambio en Colombia, ganando sus primeras elecciones con más del 69% pero asumiendo una corta victoria en su segundo mandato. No obstante, América Latina no es la única región del mundo donde se ven semejantes resultados. En Europa es ahora corriente. 

División:¿buena o mala señal? 
Salazar insistió sobre el aspecto mundial de esa tendencia que está afectando a latinoamérica pero también a Europa y Estados Unidos, donde Donald Trump y Hillary Clinton tenían una diferencia de un 2% en el voto popular. Salazar destacó “una profunda crisis de los partidos políticos en el mundo. Esto está cruzado con una profunda incapacidad de convocatoria de los partidos políticos. Por otra parte, con esa crisis de convocatoria, los niveles de legitimidad, los resultados electorales se estrechan y se polarizan.” Esto explica porqué hay resultados tan estrechos en los procesos electorales. Por otro lado, Vicente Rivera Torrijos, profesor emérito de ciencia política y relaciones internacionales de la Universidad del Rosario, matizó la situación: “los márgenes muy estrechos son positivos para una democracia porque reflejan incertidumbre y la incertidumbre es la base de una auténtica democracia pues el ciudadano no sabe de antemano quién será el ganador. (...)Por otra parte, también es cierto que los márgenes estrechos pueden reflejar la desconfianza, la apatía o el desencanto de los ciudadanos hacia el sistema democrático en que viven por una sencilla razón : porque no lo consideran ni libre, ni limpio”.

La sombra del fraude
Un elemento que es representativo en los comicios presidenciales de los países concernidos es el fraude, confirmado o no. En Colombia hubo acusaciones de fraude en la últimas elecciones donde Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga se enfrentaron. En Venezuela también y Ecuador no fue excepción. Actualmente, la oposición de Guillermo Lasso está en proceso de indagación para exigir un reconteo de los votos ya que en pleno conteo de los votos de la segunda vuelta, hubo un problema técnico. La oposición denunció una manipulación oficialista y el futuro expresidente Rafael Correa acusó por su parte un hackeo organizado por Estados Unidos. Estas situaciones generan desconfianza y Torrijos identificó tres factores relacionados: primero, “los líderes están frecuentemente cuestionados, o bajo sospecha, porque no son auténticos (solo manipulan a la población), o aparecen envueltos en escándalos de corrupción cada vez más tormentosos”. Segundo, “lo que tiene que ver con la contaminación de los sistemas y mecanismos electorales (...) hay un alto volumen de elecciones impugnadas, alegatos de fraude, o fallas en los circuitos electrónicos de datos, con lo cual los ciudadanos polarizados tienden a pensar que muchos de sus gobiernos son espurios y que solo se esfuerzan por enquistarse en el poder.” Finalmente, “aunque los ciudadanos elijan a un candidato que pensaba de cierto modo, tienen que soportar que, luego, ya en el poder, ese personaje termine ejecutando acciones absolutamente contrarias a lo convenido”. Además, Areiza agregó que “el miedo a perder la democracia es algo que genera mucha oposición que se traduce en lo electoral”. Cuando hay fraude, o que una personalidad política toma medidas que no tienen necesariamente el apoyo del pueblo, se desatan dudas al respecto.

Ecuador: corta victoria para el oficialismo 
Areiza, de hecho, destacó el caso de Ecuador, para el cual fue hasta expresar que “las personas se están aferrando al poder. Hay como una reeleccionitis que afecta a la población. Hay como un miedo a perder la silla presidencial”. Este fenómeno también afectó la opinión pública en Ecuador, en particular aquellos que decidieron tornarse hacia el opositor Guillermo Lasso. El correísmo llevó diez años en el gobierno y el hecho que el candidato oficialista, Lenín Moreno, le sucediera, confirmó la continuidad de una política bien instaurada. Después de haber contabilizado el 99,97% de los votos, Moreno ganó con 51,14% de los votos, es decir, 2,28% de diferencia con Lasso. En el país vecino también hubo discusiones en cuanto a la falta de credibilidad de los líderes políticos. Tanto Lasso como Moreno fueron el objeto de denuncias por corrupción e implicación en el Feriado Bancario de 1999. El episodio en el que quedó cancelado el debate también afectó la imagen de ambos candidatos: Lasso porque no cumplió con los requisitos de la Red de Maestros que organizaba el evento, Moreno porque, según sus detractores, no era capaz de tener una buena elocuencia y una posición firme de todos modos.

Colombia y el polémico plebiscito
En Colombia, la ilustración más diciente de opiniones contrastadas fue la corta victoria del “no” en el plebiscito sobre los acuerdos de paz con las Farc. Para Torrijos, el caso del plebiscito es también un ejemplo de la actuación independiente del presidente ignorando la voz del pueblo ya que sí se implementaron los acuerdos de paz. Salazar agregó que la oposición entre partidarios y opositores a la paz con las Farc no se concretó durante los diálogos, sino que los ciudadanos armaron sus opiniones mucho antes: “el plebiscito activó un país profundamente polarizado en torno a un asunto que ha sido transversal, el conflicto armado en Colombia. Entonces el plebiscito es algo que permitió contar la polarización”. No obstante, quizás lo más llamativo de la consulta popular, fue la gran abstención de los votantes. “La abstención es también la expresión de la polarización. La polarización no solo se lee por lo estrecho de los márgenes sino también por la falta de empatía del proceso. Están tan desacreditados los convocantes que es el abstencionismo se vuelve crónico”, reveló el analista.

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