Para aumentar sus exportaciones, Colombia debe “importar” empresarios

Autor: Jorge Alberto Velásquez Peláez
12 septiembre de 2019 - 02:01 AM

Se trata de concebir un extraño “Plan Vallejo”: importar sin restricciones, mentes, inteligencias y capitales, para poder exportar”. 

Medellín

En el proceso de crecimiento y expansión de una empresa se cubren por lo general, de manera sucesiva, varias etapas: inicio en un mercado local, avance hacia el mercado regional, y posteriormente, mercado nacional; si todo va bien y se quiere crecer, la siguiente etapa será exportar, preferiblemente a países vecinos, y luego a los más importantes, y quizás por ello, más competidos; tal vez se tenga conciencia de que exportando, el mayor volumen de producción ocasiona menores costos, pues se diluyen entre más unidades fabricadas los costos fijos, y se posibilita la adquisición de materias primas e insumos importados en forma directa a menores precios. Finalmente, aparece la competitividad internacional, que no solo beneficia a las ventas externas sino a las que realiza la empresa en el mercado doméstico, donde debe competir muy probablemente con productos importados. Un poco académica, esa es la principal razón de exportar, que debe entenderse en un sentido muy general, pues las condiciones y situaciones pueden variar mucho entre una compañía y otra. Una empresa exportando, más otra, y muchas más, y todo un sector de la producción haciéndolo, generan una gran corriente de ingresos a favor de nuevas inversiones, mas oportunidades de trabajo, transferencias de tecnología, creatividad e innovación, inversiones extranjeras, desarrollo de infraestructuras, etc. Exportar es bueno, no hay duda. Y para que ello se vuelva un propósito nacional debe contarse con liderazgo gubernamental, pero éste puede ser infructuoso si no hay compromiso empresarial, como lamentablemente ocurre en Colombia. No nos falta nada, excepto empresarios, para ser un país exportador. Incluso tenemos un Ministerio de Comercio Exterior.  

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Harry Potter se hacía invisible con una capa; Colombia, en el mercado global, no necesita de una parecida para lograr su invisibilidad, pues simplemente, es “invisible”. Nuestras exportaciones e importaciones participan con 0,2 y 0,3 por ciento, respectivamente, del mercado global, menos que diez años atrás. El Coeficiente de Apertura Exportadora (CAE), que mide el grado de internacionalización de un país -100 por ciento sería el indicador de un país volcado totalmente al comercio internacional-, es de 49 por ciento en Chile, de 28 en Colombia y de 18 por ciento en Brasil; eso quiere decir que, entre los tres, Chile es el más internacionalizado, Brasil el menos, con una justificación: su mercado doméstico es rico y enorme, a diferencia del nuestro. Puede entenderse entonces que una empresa brasileña no exporte pues le preocupa más un enorme mercado interno, pero no hay explicación aceptable para que una colombiana no lo haga por atender su mercado doméstico relativamente pequeño, y cada vez más dominado por las importaciones. En otras palabras, las compañías colombianas no están invirtiendo para crecer, y se conforman con lo que actualmente venden en el país sin preocuparles si pierden participación con competidores foráneos. Un buen ejemplo de lo anterior es lo que ocurre en el Valle de Aburrá: solo 50 empresas exportan más de cinco millones de dólares -apenas 4 de ellas confeccionistas, y 15 exportando lo mismo o menos que diez años atrás-, mientras que el 47 por ciento de las exportaciones de la región les corresponde a solo 10 compañías.    

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En lo que va del presente año Colombia ha exportado, sin petróleo, 18.834 millones de dólares, 2 por ciento menos que en igual periodo de 2018, pero aumenta importaciones en 6 por ciento, para mayor desequilibrio de su balanza comercial; al finalizar el año habrá exportado un valor similar o inferior al del año 2010. En estos renglones van disminuyendo las ventas externas: carne, artículos de cobre, chocolates, grasas y aceites, pescados y mariscos, abonos, químicos inorgánicos, perfumes, azúcar, fundición, y confitería; están estancados: banano, plásticos, otras frutas, vehículos, transformadores, insecticidas, confecciones, jabones, vidrio, químicos orgánicos, cereales, medicamentos, y cerámicos; y por fortuna, hay algunos productos con crecimiento: puertas y ventanas de aluminio, aguacates, refrigeradores, café, muebles, esmeraldas, ferroníquel, cosméticos, papeles y cartones, baterías para carros, extractos de café, y flores. No es culpa del gobierno. Todo está hecho, todo está inventado, y sería absurdo negociar más acuerdos comerciales para abrir mercados que ya están abiertos, aunque para las mentes cerradas de nuestros empresarios. No deben Mincomex y Procolombia insistir con los programas de siempre, remozados solo en sus nombres, pero idénticos hoy a los de décadas atrás. Es necesario buscar otros destinatarios de sus programas, y estos hay que buscarlos en el exterior, para que inviertan en Colombia y desde aquí exporten. Se trata de concebir un extraño “Plan Vallejo”: importar sin restricciones, mentes, inteligencias y capitales, para poder exportar”.

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