El trasegar de los humanos por el planeta, está lleno de vicisitudes. El camino no es precisamente un sendero de rosas, pero muchas de las veces, los humanos nos las sabemos complicar, pues luego de dar algunos pasos hacia adelante, salimos con las sorpresas de desandar los pasos y perder así el tiempo y la experiencia invertidos y adquiridos, en el entendido que cada cual, ve la realidad y se aproxima a ella, de acuerdo con sus intereses. Por lo tanto, los comentarios y reflexiones que vamos a plantear son obviamente, subjetivos.Después de varios decenios de ser declarada como Museo y además Patrimonio de la Humanidad, y después de haber sido aceptadas estas condiciones por todas las religiones interesadas, el controvertido gobierno turco de Erdogan, declara que Santa Sofía (Aya Sofya) en Estambul, vuelve a ser mezquita después de 86 años, volviendo a alborotar el avispero de los fanáticos de todas las religiones, fanatismo que siempre ha estado ahí y que no requiere sino de una buena excusa para explotar. La buena excusa está servida. ¡Amanecerá y veremos!En lo local, la nueva Constitución Política abrió la posibilidad de la dosis mínima de consumo de marihuana, el actual gobierno la frena a través del nuevo Código de Policía y hoy los altos tribunales vuelven a aceptarla. ¡Qué pérdida de tiempo y qué falta de sindéresis!Se anuncia por parte de EPM que su planta piloto Jepírachi en la Guajira, funcionará hasta el 2023, noticia, que nos deja apesadumbrados, ya que la energía eólica es una de las mejores alternativas para la producción de energía limpia. Razones técnicas y financieras debe tener EPM para tomar esta decisión que esperamos sea compensada con el montaje de un nuevo campo eólico ya no como piloto, si no como planta de producción de energía limpia en propiedad.Como periódicamente sucede, el actual contralor general de la Nación recorre el país “descubriendo” elefantes blancos, es decir, obras inconclusas que están ahí, a los ojos de todo el mundo, sin que hasta el presente se hayan tomado las medidas y las acciones necesarias para culminarlas, que sería lo obvio, o para tumbarlas.Debería existir un punto dentro de un Plan de Desarrollo serio, para destinar los recursos necesarios para que este tema sea resuelto y obviamente los responsables asuman las responsabilidades de todo orden que les competan. No es suficiente la alharaca mediática, si no se toman las decisiones apropiadas y oportunas dentro de la extemporaneidad.Un ir y venir de discursos se pronuncian por kilómetros, alrededor del problema de la deforestación y de los programas de reforestación. Lo cierto es que a la fecha no hay un control efectivo contra la deforestación generada por parte de cualquiera de los varios actores involucrados que la provocan, como tampoco un proyecto serio y continuado para recuperar y ampliar la extensión forestal en el país.Ojalá aprovechemos la nueva producción de nuestro grande Carlos Vives, CUMBIANA, para volver los ojos hacia la Ciénaga Grande de Santa Marta y hacer lo que haya que hacer para intervenir las infraestructuras viales mal diseñadas y volver a permitir mediante obras apropiadas, la circulación de las aguas del mar y del Magdalena para que renazcan los manglares y reviva ese maravilloso ecosistema destruido por imbéciles.Por último, ya aparecen las pilatunas legales para evitar o demorar la demolición del Edificio Aquarela construido cerca al Castillo de San Felipe en Cartagena, el cual no debió haber recibido nunca licencia de construcción, entregada en su momento por otros imbéciles. Ya la UNESCO dio como plazo hasta el 2021 para que la construcción sea demolida, o sino Cartagena y Colombia perderán la calidad de Patrimonio de la Humanidad que hoy posee el Castillo de San Felipe.Excelente el programa que ha emprendido la Alcaldía de Medellín para aprovechar estos nuevos días de cuarentena para intervenir zonas en estado de deterioro y recuperar el espacio público que se había perdido. Las acciones inicialmente emprendidas en los sectores de La Bayadera y el Sagrado Corazón o Barrio Triste, son ejemplarizantes y deben servir de estímulo y de ejemplo para intervenir otras zonas en franco deterioro. ¡BRAVO!Como una cosa es planear y otra planificar, y otra cosa es no planear y no planificar, es prudente que aquellas construcciones de vivienda subsidiada que se entregan en obra negra después de muchos trámites y una alta dosis de paciencia por parte de los beneficiados, -que en la mayoría de los casos se originan por una tragedia previa como un derrumbe, una inundación, un incendio, un temblor u otra calamidad-, sean dotados de los servicios públicos elementales, entre ellos, ya no como cosa marginal, sino estructural, la conexión a INTERNET. Pongo como ejemplo la urbanización La Cabañita en San Cristóbal, una Unidad de 9 bloques de 6 pisos ocupada recientemente por sus nuevos dueños, un poco más de 50 familias cuyos niños no tendrán como acceder a la educación virtual forzada, a la cual nos tiene sometida la bendita pandemia.NOTA 1: Mi completa solidaridad con el Señor Gobernador Aníbal Gaviria Correa y su distinguida familia.NOTA 2: Mis agradecimientos a la casa EL MUNDO por haberme permitido comunicarme con ustedes a través de las 900 columnas que ajustamos hoy y que coinciden con la suspensión de actividades para el Periódico y mil gracias a ustedes por tomarse el tiempo para leer esta Columna de Opinión.Es un golpe duro para el fortalecimiento democrático y para el ejercicio de la pluralidad y la tolerancia, pero esta es la realidad que nos corresponde enfrentar, en un país como el nuestro. Una última invitación, a que vayamos siempre, con prudente optimismo, ¡DE CARA AL PORVENIR!
Puede ser que algunos de los escritorios en los que nos sentábamos quienes trabajamos en el Periódico EL MUNDO hayan estado ahí desde siempre, desde que lo crearon, a finales de la década de 1970. Sí, caminar hoy por su sala de redacción es como si se apreciara una instalación de Doris Salcedo, la melancolía de esos muebles parece decir que se apaga un sueño que comenzó el 20 de abril de 1979, cuando empezó a circular en Antioquia un diario con ideas fundamentales, como la de la libertad. Esa libertad no podía escapar de la cultura. EL MUNDO fue pilar del inicio de proyectos culturales que transformarían la vida de la ciudad, del departamento y del país. Basta con entrar al Archivo, buscar los folios del Pequeño Teatro, el Matacandelas, el Taller de Artes, La Fanfarria y darse cuenta cómo el Periódico de logo rojo, liberal, entrevistó a miles de artistas, entonces emergentes, creyendo en que nuestra realidad podría existir un sector cultural que se hiciera preguntas importantes.Lea también: Un sector que sigue sacando el sombreroAna María Cano, quien después fundaría La Hoja de Medellín, fue la primera periodista cultural de EL MUNDO. Después la reemplazó Ana Piedad Jaramillo, directora de los Eventos del Libro y exdirectora del Museo de Antioquia y el Teatro Colón. Vino entonces el tiempo de Maryluz Vallejo, hoy doctora en Ciencias de la Información, profesora Titular de Tiempo Completo del Departamento de Comunicación y jurado del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar este 2020. Cuenta Carmen Vásquez, periodista de moda, que cuando Darío Arizmendi era el director de EL MUNDO le dio a cada una su “reino”, le dijo a la periodista cultural que ella se encargara de lo artístico, mientras a Vásquez la mandó a los cocteles, a buscar a la “gente linda”, le permitió tener la primera página exclusiva de moda en estas tierras, guiado en lo que hacía la Revista Hola en España, para que así estuviera clarísimo qué era cultura, qué era entretenimiento, qué era moda y qué era sociedad.Desde sus inicios, EL MUNDO dedicó páginas enteras a la agenda cultural, que eran las más difíciles de editar, porque tenían la agenda de cine, la de teatro, los conciertos, los recitales, las presentaciones de libros, todo, independiente de los artículos periodísticos de una y dos páginas que hacía la sección de cultura.Antes de que su experticia fuera el periodismo político y de opinión, Luz María Tobón, directora de EL MUNDO, fue periodista cultural. Todavía tiene en su oficina una foto de su entrevista a un joven Fernando Botero. Ella, de mamá artista, de familia siempre amante de la cultura, defendió el periodismo cultural hasta el cierre, influyendo, de alguna manera, en que siguiera con cada cambio de dirección. Con la llegada de don Guillermo Gaviria Echeverri, quien respetó lo que hacía el Periódico en este campo, se dio vía libre a que ese saber no se apagara.Nombres como el de Pilar Velilla, exdirectora del Jardín Botánico y el Museo de Antioquia; María del Rosario Escobar, exsecretaria de Cultura Ciudadana de Medellín y actual directora del Museo de Antioquia; la maestra Patricia Nieto, quien guía la Editorial Universidad de Antioquia y es docente de la Alma Mater; o el crítico de cine Pedro Adrián Zuluaga, escribieron una historia cada día, por varios años, en la redacción de EL MUNDO, cubriendo cultura.El Mundo Semanal, el Imaginario y Palabra&Obra fueron los tres suplementos culturales que dijeron cosas muy importantes a la ciudad, al país. Óscar Valencia, jefe de diseño de EL MUNDO, contaba que Imaginario fue osado, despertando muchas molestias en algunos “paisas de Medellín”, cuando su editora puso en la portada la foto de dos hombres homosexuales, desnudos, después de una Marcha del Orgullo. Sus contenidos hablaban de la cultura como lo que somos, reflexionaban sobre la ciudadanía cultural. Palabra&Obra, por su parte, buscaba hacer reportajes de largo aliento con personajes que se destacaban en el campo cultural, teniendo en su portada a importantes creadores como Débora Arango, Gilberto Martínez, Víctor Gaviria, Fernando Botero, Félix Ángel, Cristóbal Peláez, Beatriz González, Alberto Sierra, Antonio Caro, Dora Ramírez, Leonardo Padura, René Uribe Ferrer, entre muchos otros. Una vez, el artista Richard McGuire, reconocido por ilustrar publicaciones como The New Yorker, nos hizo el honor de hacernos una edición especial de Palabra&Obra. Publicamos un especial completo sobre la salvaguarda del patrimonio de Frida Kahlo y Diego Rivera, hecho en Ciudad de México, analizamos muchas veces lo que hacían en el Ministerio de Cultura, cubrimos la Bienal de Venecia, la Feria Internacional de Arte de Madrid (España), Artbo, el Salón Nacional de Artistas, el MDE, la Fiesta de las Artes Escénicas, el Festival de Tango, los diez años de la Fiesta del Libro con edición especial, siempre estuvimos ahí, en cada evento, en cada lanzamiento, en cada nacimiento.Y cometimos errores, muchos, porque EL MUNDO siempre fue una escuela de periodismo cultural. Cómo les parece que una vez, matamos a alguien que revivió. Olga Elena Mattei estuvo muerta durante unos minutos, nos llamaron directamente desde la clínica a contarnos tal suceso. Lloramos, planeamos un especial, llamamos a Héctor Abad Faciolince, él nos dio su declaración sobre la importancia de Mattei para la literatura nacional y corrió a publicar en su Twitter que había muerto.Hasta que, de esas cosas que pasan, los médicos la revivieron, la reanimaron y no se murió. Desde entonces, Faciolince ha sido muy lejano. Es que en el Código Caracol, María Lucía Fernández publicó lo que pasó, en la edición de las 7:00 de la noche: “la inmediatez de las redes sociales le jugó una mala pasada al escritor Héctor Abad Faciolince”. Casi nos ahorca, publicó en su cuenta en esa red: “serán imbéciles los de EL MUNDO”...Vale la pena decir que defendimos causas importantes. Hay que agradecerle a Irene Gaviria y Luz María Tobón que nos permitieron ser autónomos en el contenido cultural. Fuimos nosotros quienes cuestionamos el cambio de vestido que les hicieron a los Silleteros, desconociendo que eran un patrimonio, con lo que hubo polémica nacional, cuando Aníbal Gaviria era el alcalde. No nos censuraron.Fuimos nosotros quienes iniciamos a hablar de los “hipster”, cuando todavía esa manifestación cultural era bastante desconocida.Gritamos duro con investigaciones. Nosotros nos dimos cuenta de que las Bibliotecas Públicas de Medellín habían sido cerradas por el gobierno de Federico Gutiérrez, desconociendo su importancia en la transformación social, con la excusa de ahorrar recursos del presupuesto público. Vaya error de visión política, por eso insistimos con varios artículos en que los Parques Bibliotecas eran la opción que tenía un niño de cualquier comuna de no caer en las redes de tráfico, su puerta de escape muchas veces a la violencia física y sexual. Incomodamos a Sergio Fajardo sobre la responsabilidad en las fallas en la fachada de la Biblioteca España, tanto que salió en portada diciendo “voy a hablar de la Biblioteca España, cuando yo quiera”, los memes no se hicieron esperar en las redes sociales.Cuando iban a sacar al maestro Alberto Correa de la Filarmónica, nosotros lo contamos. Insistimos en que el presupuesto para cultura siempre debía subir en el gobierno nacional, el departamental y el local. Y, sobre todo, le dimos voz a un sector que no encontraba en otros medios un espacio que valorara sus obras, que escuchara sus demandas, que necesitaba, en pleno siglo XXI, más que nunca, una presencia en la agenda pública.EL MUNDO insistió en la importancia de la formación artística para la infancia. Con su proyecto Educar Mientras se Informa y su Concurso Personitas de Colores, invitó a que los niños pintaran sus sueños. Otra cosa que hizo fue premiar con el Mundo de Oro a quienes durante decenios trabajaron por el sector, entre los ganadores estuvieron Graciliano Arcila Vélez, la Emisora HJCK de Bogotá, Guillermo Abadía Morales, Fanny Mickey, la Orquesta Sinfónica de Antioquia, la Cámara de Comercio de Medellín, la Biblioteca Pública Pilotoy la Emisora Cultural de la Universidad de Antioquia, Débora Arango, la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, Carlos Castro Saavedra, el Instituto de Integración Cultural Quirama, Luis Alberto Correa, Rafael Sáenz Moreno, el Museo de Arte Moderno de Medellín, Luis Alberto Álvarez y la maestra Cecilia Espinosa, su última galardonada.En los comités de redacción, muchas veces nos peleamos con quienes nos preguntaban “y ese, ¿a quién le ha ganado?”, poniendo en duda la idoneidad de los artistas emergentes, peleamos por ellos como el futuro del sector y del arte nacional. La cultura también era un tema para abrir el Periódico, nosotros le dimos la portada al Salón Nacional de Artistas, cuando volvió a Medellín, en su edición 43. Juliana Restrepo y Jaime Cerón, sus directores, llegaron con la edición impresa de EL MUNDO a la apertura de aquel certamen, que durante sus tres meses contó con un cubrimiento diario, detallado, sobre lo que intentaban decir los curadores, que propusieron como tema el oxímoron “Saber-desconocer”.Cuando la notoriedad no abarcaba la obra de Pablo Montoya, cuando parecía que a la crítica local y nacional le faltaba creen en tal talento, nosotros reseñamos su Tríptico de la infamia, sin necesitar que el Premio Rómulo Gallegos nos validara lo grande el autor, porque pudimos verlo.Le puede interesar: ¿Seguro les hace falta la crítica?Que sea el momento para decirles gracias a los cientos de artistas, gestores, investigadores, profesores, curadores, comunicadores y colegas que nos buscaron para pedirnos una opinión, para ofrecernos sus contenidos, así como para criticarnos. Aprendimos juntos, crecimos juntos, hicimos historia juntos.EL MUNDO fue y será la casa de la cultura de Medellín, como quedará para la historia en su archivo, porque aquí pasaron hitos como que Gabriel García Márquez quisiera que la redacción del medio que soñó fundar se pareciera a la del diario liberal de Medellín, donde estuvo dando talleres y compartiendo con los periodistas.Gracias, EL MUNDO, gracias porque nos dejaste soñar que esa utopía que adoptamos, la de cambiar el mundo haciendo periodismo cultural, podía ser posible.
Con todo respeto, no comparto el criterio de quienes han venido criticando a la Corte Constitucional por haber declarado la inexequibilidad del Decreto Legislativo 580 de 2020, por el cual se dictaban medidas en materia de los servicios públicos de acueducto, alcantarillado y aseo, por el motivo que condujo a la adopción del fallo y que también expuso la Secretaria Jurídica de la Presidencia de la República: aunque, según el comunicado de la Corte, se dictó y promulgó en desarrollo del Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica, se expidió dentro del término de vigencia del estado de excepción y se encuentra brevemente motivado y lleva la firma del Presidente de la República, no fue suscrito por todos los ministros del despacho. Faltaron las firmas de los ministros de Salud –lo cual llama la atención en cuanto la emergencia fue provocada por la pandemia- y de Ciencia y Tecnología.Lea también: Cumplir la ConstituciónComo señala la providencia,” el mandato constitucional referente a que los ministros suscriban los decretos legislativos que se expiden en virtud del estado de emergencia económica, social y ecológica constituye una condición indispensable de validez de dichas normas, en la medida en que con este se garantiza, el principio democrático, durante el estado de excepción, pues se contrarresta el déficit de deliberación y se limita la facultad discrecional del presidente”.La exigencia constitucional de que estos decretos, además de las firmas del presidente, lleven las de los ministros –todos- no corresponde simplemente a un requisito de forma y sin mayor trascendencia. Por una parte, cuando hablamos de los estados de excepción –entre ellos el de emergencia- aludimos al ejercicio de una potestad extraordinaria del Ejecutivo, que normalmente no tiene a cargo la función de expedir las leyes –atribución que, por cláusula general de competencia, corresponde al Congreso-. Por otro lado, la Constitución es clara cuando expresa (art. 115) que las firmas de los ministros en los decretos los comprometen y por medio de ellas asumen una responsabilidad por las medidas y decisiones que adopta el Gobierno Nacional. Y, además, las normas superiores relativas a los estados de excepción exigen expresamente “las firmas de todos los ministros” y subrayan su responsabilidad. El 215, para el caso del Estado de Emergencia Económica, Social, Ecológica o por calamidad pública, estatuye: “El Presidente de la República y los ministros serán responsables cuando declaren el Estado de Emergencia sin haberse presentado alguna de las circunstancias previstas en el inciso primero, y lo serán también por cualquier abuso cometido en el ejercicio de las facultades que la Constitución otorga al Gobierno durante la emergencia”.Le puede interesar: Sobre las sesiones virtualesDe manera que no estamos ante un mero formalismo. Ni se puede sindicar a la Corte Constitucional de haber sacrificado el fondo de la medida en aras de la forma, o de no haber hecho prevalecer el derecho sustancial, como lo exige el artículo 228 de la Carta. Ella tiene a cargo la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución, que exigió, en estados de excepción, las firmas “de todos” los ministros, no de algunos.Y el vicio no era subsanable, toda vez que al momento del fallo el decreto ya había sido promulgado y había entrado a producir efectos. En estas materias no se puede improvisar.
Duele la desaparición de EL MUNDO, después de más de 40 años de actividad ininterrumpida, con periodismo de calidad informativa y pluralidad de opinión. Desde hace dos años, cuando la publicación impresa diaria le dio paso a una semanal, el diario quedó herido de muerte porque había perdido su esencia. La desaparición de los periódicos impresos es una de las consecuencias nefastas de llamada revolución digital; nefasta porque los ha destruido sin sustituirlos por nada mejor.Lea también: Harry Sasson, la renta del suelo y las sopas MaggiLa prensa impresa, que resistió los embates de la radio y la televisión, agoniza en todos los países. Se cuentan por centenas los diarios desaparecidos y los que subsisten lo hacen en formatos cada vez más escuálidos y pobres en contenido. Sin la palabra impresa, la fuerza de la vieja sentencia, “lo escrito, escrito está”, se desvanece y con ella las exigencias del rigor informativo y de la clara separación entre la opinión y la noticia.Estas dos fueron las características señeras de EL MUNDO que nunca ocultó su carácter de diario liberal militante, pero abierto siempre a una amplia diversidad de opiniones, tanto en la época de Don Guillermo Gaviria, como en los últimos años bajo la orientación de su hija Irene y de mi querida amiga Luz María Tobón.El de Don Guillermo fue un liberalismo doctrinario, más bien clásico, cuya orientación intervencionista no lo apartó nunca de la defensa de la iniciativa privada como fundamento de la actividad económica en una sociedad verdaderamente libre. Por supuesto que, como periodista, fue también un liberal en el sentido partidista, aunque, el gran hacedor de empresas que fue, seguramente se habría sentido contrariado por la orientación anti-empresarial que aqueja a sectores amplios del que fue siempre su partido.Quizás a causa de la bancarrota ideológica del Partido Liberal, el liberalismo de EL MUNDO de los últimos años perdió su matiz partidista y se hizo más conceptual y de principios, buscando irradiar los valores de la democracia liberal y la iniciativa privada con responsabilidad social a las gentes de todos los partidos y la sociedad entera.Esa defensa de la democracia liberal se expresó en sus cuestionamientos al proceso de paz por su indiferencia frente a las víctimas de la Farc y las grandes concesiones hechas a lo que no era más que organización criminal que no representaba a nadie, como quedó en evidencia con las paupérrimas votaciones recibidas en las dos elecciones en las que ha participado.Su reconocimiento de la iniciativa privada como fundamento de la actividad económica y de la creación de riqueza, se manifestó recientemente en su insistente reclamo de la reactivación de la economía acompañada de la flexibilización de la contratación laboral.Pero quizás la más firme posición de EL MUNDO en los últimos años fue su incansable y persistente reclamo al gobierno a cumplir su misión fundamental de proteger la vida de los ciudadanos. No importa lo que el gobierno haga en cualquier ámbito, si no protege la vida de las personas está incumpliendo gravemente su obligación constitucional y lo que es en definitiva su razón de ser.Muchos años atrás, cuando, por incompatibilidad con mi actividad profesional, decliné la invitación que me hiciera a escribir en el periódico que acababa de adquirir, Don Guillermo, insistente, me dijo que escribir en EL MUNDO sería un honor.Le puede interesar: Una propuesta ilegal, inconveniente y peligrosa, pero imparableHace algunos años, por invitación de Luz María Tobón, EL MUNDO acogió generosamente mis artículos. Me sentí cómodo y complacido de hacer parte de tan noble empresa periodística y muy honrado, como había anticipado Don Guillermo.
Hoy he recibido la noticia: EL MUNDO, después de una tarea periodística de 41 años, ha decidido cerrar su fase de periodismo impreso. El entorno es cambiante, la evolución de hechos, tecnologías, épocas, conduce a decisiones y nuevas direcciones en los caminos que nos presentan horizontes distintos y nos hacen dejar atrás paisajes familiares a los cuales habíamos tomado un cariño como el del poeta cartagenero a los zapatos viejos. Algo diferente se abre en las perspectivas del futuro inmediato. Mis mejores deseos para FundaMundo, para la querida y admirada familia Gaviria Correa, y para la buena ventura de sus proyectos y su liderazgo, siempre inspirados en el bien para la comunidad y para Antioquia. Algunos de estos cambios son dolorosos, como lo es, en lo personal, este: se trata de una pérdida para el periodismo escrito en la región, y en Colombia. Pero EL MUNDO cierra este ciclo, como lo manifiesta su directora Luz María Tobón Vallejo, con la satisfacción del deber cumplido.Lea también: Alatriste: la punta de su espadaTermina para Antioquia una tribuna de decencia, de buen periodismo, de compromiso con la verdad. Se culmina la etapa de un esfuerzo colosal en pro de los intereses sanos de nuestro departamento, pionero para Colombia en tantos aspectos de progreso, de desarrollo, de apertura al futuro. EL MUNDO ha cumplido y constituye un gran honor ser parte, modesta y pequeña, de esta locomotora de la honradez y de la opinión crítica y creadora.Después de escribir la columna “Vestigium” durante veinte años -un total de 492 columnas, de periodicidad quincenal, casi ininterrumpidamente- vienen a mi teclado unas palabras que no puedo evitar, pues las asocio necesariamente a esta tribuna periodística: agradecimiento, aprendizaje, disciplina, creatividad.Cada uno de mis textos fue acogido respetuosamente por parte de los editores y de la dirección en estos años. Nunca he recibido la más mínima interferencia respecto a los temas y enfoques para los cuales con total libertad se me ha cedido el espacio. Siempre he sentido la presencia viva y efectiva de un genuino respeto por el diálogo inteligente, por el ir y venir de ideas ordenadas y rigurosas, expresadas dentro del marco de la consideración hacia la verdad y hacia el lector como un interlocutor merecedor de un trato digno y humanizante. Por parte de la dirección del periódico siempre recibí palabras de aliento, de buen criterio, de magnífica atmósfera de ejercicio de la inteligencia.Escribir Vestigium, con la variedad de tonalidades presentes en el entorno de las realidades contemporáneas, fue un hábito de disciplina, de investigación, de contrastes, de búsqueda de fuentes verificables. Una tarea constante de enriquecimiento y educación personal que tuvo que pasar por el tamiz del lector crítico y exigente, a quien también debo expresar agradecimiento. Mi padre, Hernán Gómez Atehortúa, fue el mejor lector, crítico y corrector que tuve. También asumí una tarea constante de aprendizaje en cuestiones de estilo y de forma periodística. No puedo olvidar las didácticas exposiciones de Arturo Giraldo Sánchez.Un “Vestigium” es la señal, la huella, la marca que deja el pie de un viajero sobre el camino. Hay algo relacionado con la memoria, con el registro de los datos de alguien que ha pasado por un lugar y ha dejado su impronta. Es el indicio de que por allí ha estado un “homo viator”: un viajero, frágil, perecedero, fugaz. Es también el rastro de un caminante que se esfuerza por perfeccionarse en una tarea que se ha impuesto. También el investigador es un sujeto que anda tras las huellas; la realidad -variada y múltiple- ofrece ante sus ojos algunas facetas, y es su tarea, la del investigador, hallar la parte de verdad que está inscrita en esas huellas. Para mí ha sido culminación de un rasgo esencial de mi vida: la búsqueda de explicaciones a las cosas que pasan, y de las cuales apenas tengo un entendimiento parcial en un entorno de asombro constante, infinito, inacabable. Mis columnas fueron posibles por aquella conversación inicial con Luz María Tobón Vallejo, cuando acogió, con tolerancia y generosidad, mis imperfectos intentos de practicar el arte de la columna.Le puede interesar: Incertidumbres y certezasTodos somos viajeros. También las instituciones dejan su huella: EL MUNDO deja un vestigio, una huella de decencia, de amistad, de buena escuela periodística: mi abrazo y mi voz de agradecimiento.
Desde la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos-SAI y la Asociación de Egresados de la Facultad de Minas-Ademinas queremos promover profundos debates sobre las prácticas, sin generalizaciones, en que se ha estado involucrando nuestra profesión, que comprometen la ética de la ingeniería: debates que permitan entender las causas de las protuberantes fallas, atrasos y consecuentes sobrecostos de importantes proyectos de infraestructura que se han estado adelantando en la última década en nuestro país. Pensamos que en estos mismos debates deben participar la Sociedad Colombiana de Ingenieros-SCI y la Asociación Colombiana de Facultades de Ingeniería-Acofi.Lea también: Humanismo y tecnologíaLa Ética es una ciencia práctica y normativa que estudia racionalmente la maldad y la bondad de los actos humanos, da guías para “la vida buena”, orienta la conducta práctica, dirige y encauza las decisiones libres del hombre; en resumen, es la rectora de la conducta humana para orientar actos buenos acordes con la razón.“La vida buena” es un concepto aristotélico reelaborado por la cultura helenística, en especial por los estoicos. “Todo arte (téchne, como lo es la ingeniería) y toda investigación (méthodos) e, igualmente, toda acción (práxis) y libre elección (proháieresis) parecen tender hacia algún bien, por esto se ha manifestado, con razón, que el bien es aquello hacia lo cual tienden todas cosas” (Aristóteles, en “Ética a Nicómaco”). El bien es el orden de la Naturaleza (“un buen árbol de manzano no puede producir sino buenas manzanas”) y el hombre, parte consustancial del mundo natural, se rige por estas mismas leyes, que son las mismas leyes de la razón. La vida buena requiere siempre la presencia del otro, sin la cual sería una contradicción.El ingeniero, como todo profesional, realiza sus actividades dentro de un marco de ética profesional, por lo cual es necesario empezar por definir los elementos que fundamentan la ética de la ingeniería, para cuyo propósito seguiré dos libros que considero básicos, Ética para ingenieros de los colegas mexicanos Ezequiel Chávez y Cuauhténoc Carbajal y La ética de la ingeniería del ingeniero venezolano Néstor Sánchez, así como mi libro Tiempos de ingeniería y humanismo.“La ingeniería es la profesión en la cual el conocimiento de las matemáticas y de las ciencias naturales, que se adquieren mediante el estudio, la experimentación y la práctica, se aplica con juicio para desarrollar formas de utilizar, económicamente, los materiales y las fuerzas de la Naturaleza para el beneficio de la humanidad” (Accreditation Board for Engineering, 1982). A lo cual habría que agregar que esa utilización debe velar, en todo, por la preservación de los ecosistemas.Ahora la pregunta obligada ¿Qué hace que ciertas acciones humanas sean moralmente correctas y otras moralmente incorrectas? Para responder esta pregunta existen cuatro teorías:1. La ética utilitarista. Según esta teoría el valor moral de las acciones se mide por sus consecuencias calificables por la utilidad producida, definida ésta como el balance de los resultados buenos sobre los malos: nuestras acciones deben producir siempre la mayor utilidad. 2. La ética del deber. Esta teoría sostiene que hay acciones que deben realizarse, aunque al hacerlo no siempre se produzca la mayor utilidad, por ejemplo, ser justo, ser honesto. 3. La ética de los derechos. Según esta teoría una acción es moralmente correcta si no viola los derechos de otras personas y 4. La ética de la virtud. Esta teoría considera correcta una acción si sustenta rasgos buenos del carácter (virtudes), la vida buena que ya definimos, y la considera incorrecta si manifiesta rasgos malos.El ingeniero debe realizar su trabajo profesional dentro de un marco ético más allá del utilitarismo, considerado éste como el mayor rendimiento capitalista de la inversión. La ingeniería es una actividad puesta de manera honrada al servicio de la sociedad, y es así como la finalidad del trabajo profesional es el bien común. Un ingeniero debe tener una sólida formación intelectual y moral. La formación intelectual consiste en el cúmulo de conocimientos que lo hacen apto para desarrollar trabajos especializados y complejos, de esto se deduce la responsabilidad que tiene el profesional de estar actualizado sobre los avances científicos y técnicos de su especialidad. La formación moral radica en su integridad como persona, lo cual le confiere dignidad, seriedad y honestidad, aplicable tanto a los negocios como a su vida personal; es también la aptitud personal para enmarcar su esfera profesional en un amplio horizonte humanístico. La capacidad moral le da mayor relieve a su propio trabajo y, además, lo hace valer en su medio social y laboral no sólo como profesional, sino como persona buena.En nuestro país se cuenta con un Código de ética para la ingeniería, donde se establecen reglas generales de conducta para el ejercicio profesional, que sirvan de guía para la evaluación de la moralidad de nuestras actuaciones individuales y, por otro lado, declara intención de la profesión el cumplir con la sociedad a la cual debe servir con lealtad y diligencia, así como respetar la dignidad que la misma profesión merece. En este código, entre otras directrices, se exige que los ingenieros realicen un verdadero trabajo profesional ajustándose a las normas de calidad, se reglamentan las relaciones de trabajo con quien ha contratado sus servicios y se obliga a guardar el secreto profesional. Creemos que es necesario ir más allá, mediante la práctica virtuosa para la vida buena.Para concluir algunas consideraciones sobre el marco ético, la práctica virtuosa para la vida buena que hemos llamado, que debe regir nuestra profesión, que empieza por establecer que la responsabilidad primaria del ingeniero es anteponer la seguridad de la comunidad y de lo público por encima de todo otro interés; así mismo debe tener sensibilidad cuidando por mitigar el potencial daño, en especial a las comunidades y ecosistemas más vulnerables: dada una elección siempre debe optar por su protección y seguridad. Los ingenieros afrontan de manera permanente el reto de concebir soluciones para problemas dentro de un escenario dado de costo-beneficio y tiempo, las cuales jamás deben comprometer la seguridad y bienestar de los usuarios de sus obras.Lea también: Peligros de la verdad única en HidroituangoP.D. Acojo la observación del reconocido ingeniero y empresario de la industria de la construcción, colega José Jairo Correa, en el sentido de aclarar que cuando he hablado de crisis en la ingeniería no quise generalizar, ya que en nuestra región hay proyectos de infraestructura que avanzan sin contratiempos, tales como Pacífico 2, Pacífico 3 y el Túnel de Oriente.
El mundo lo creamos todos, todos los días, esa es la convicción con la que salen los niños que participan en el taller Tomás, Alba y Édison.En el salón del Exploratorio, del Parque Explora, se citan a niños, entre siete y nueve años, cada cuatro semanas para que a partir de preguntas como ¿quién hace los inventos? ¿Quiénes son los inventores? Y ¿si nosotros no creamos, quiénes lo harían?, por mencionar sólo algunas, se incentive en los participantes el pensamiento creativo.Esta es una forma de estimular la búsqueda de soluciones a los interrogantes que cada niño tiene sobre su entorno.A ello se suma que todo lo que surja en este taller es el insumo para la creación de una serie animada realizada por Camello Audiovisual y Señal Colombia. Lleva por nombre Tomás, Alba y Édison, sí el mismo del taller y hace parte de la franja Mi señal, programación infantil del canal nacional, en este mes de junio. Se emite de lunes a viernes a las 10:00 a.m.¿Pero suena raro que se trate de un taller y una serie? Puede ser, el propósito está justificado en la idea de sembrar en los niños la conciencia de que el mundo lo creamos todos; la serie proyecta las ideas de inventos de los niños de Medellín, como una forma de asegurarse que en el mundo no se acabarán los inventores por muchos años, así se lo imaginaron Daniela Giraldo, la directora, y Juan Fernando Cañola, creadoraudiovisual.Cabe destacar que este proyecto de serie de TV infantil está pasando por una segunda etapa en este momento, pues en 2012 había sido estrenada en otro formato, se trataba de una serie animada que mostraba los grandes inventos del mundo, y unos años más tarde, cuándo se presentó la oportunidad de participar en una beca de creación, el proyecto se amplió y se convirtió en lo que hoy en día es, un emprendimiento cultural, generador de conocimiento, que usa el aprendizaje de la ciencia en los niños como insumo para la recreación audiovisual, así fue descrito lo que ahora es Tomás, Alba y Édison por su directora.En la foto, Daniela Giraldo, creadora de Tomás, Alba y Édison. (Foto de Estefanía Posso Soto)De ahí que todos los inventos que hace Tomás en la serie los hizo antes un niño. Esta es una serie que está hecha a mano. Todos los dibujos están pintados en acuarela.En las escenas se ven lugares comunes como una tienda de barrio o un árbol de parque; una vez creadas, cada una de estas imágenes se animaron y posteriormente se les puso en movimiento.También le puede interesar:El fútbol animado estrena serie en ColombiaAunque, la recursividad paisa para cuadrar algunos detalles al final en la fase ha obligado también a utilizar fotografía y hasta a escanear otro tipo de imágenes.Todo el proceso de animación es realizado por el estudio Camello Audiovisual.El taller formativo Tomás, Alba y ÉdisonEl primer ciclo del taller inició en abril y este año se espera poder abrir otros tres más al público. Estos espacios de formación para creación de inventos no tienen ningún costo, su participación es con inscripción previa y su cupo es limitado, sólo 16 niños por ciclo es la capacidad que abarca el proyecto.El taller consta de cuatro sesiones, una cada sábado, en ellas parten de descubrir una idea de invento y pasan por hacer un diseño, un prototipado y finalmente por una exposición de los resultados de este ciclo de inventos, la cual está en preinstalación por la curaduría, se planea abrirla al público a partir del 7 de julio y tendrá lugar en el Hall del Parque Explora.Con material reciclable, objetos en desuso o simplemente la utilización de cosas en algo para lo que no fueron creados, así se conciben los prototipos. “No son funcionalmente creados, simplemente representan visualmente los inventos que se están ideando los niños”, aclaró Daniela Giraldo.“El inventor no es alguien del pasado”Mediante juegos, en este taller buscan estimular en los niños el pensar, pensar en qué, en el cómo o en el por qué; también pretenden sensibilizar a los niños de los inventos, una forma de motivarlos a descubrir que cada día se tienen a la vista demasiadas creacionesen nuestro entorno, que simplemente alguien un día se lo ideó; “es así como los niños se empoderan y surge la idea que materializa su invento”.Igualmente, las actividades tienen como finalidad clarificar que “el inventor no es alguien del pasado”, no es alguien de mucha edad, podemos ser todos y no se necesita estar metido en un laboratorio por mucho tiempo para crear algo. De esta forma, los niños comprenden que los seres humanos interactuamos con inventores permanentemente y cada uno tiene la posibilidad de tener ideas para crear algo.Más adelante en el proceso, se diseña el invento, aquí se hace un acercamiento 2D con las medidas, en este componente los niños aprenden a dimensionar las mediciones, cuánto y cómo está representado un metro, un litro, algo que permite en los niños definir la proporción de su invento.Lea también:Medellín es protagonista enLa reina del flowContinúa el componente de usabilidad, ahí la pregunta es cuál es el uso adecuado del invento o también que se requiere si, por ejemplo, debe ser utilizado en el cuerpo, son simplemente esas cosas que son fundamentales a la hora de crear, una vez definido ello, se establece el cómo funciona, es decir, cuál principio físico se requiere para su éxito (como fricción, movimiento, transformación de la energía).En los laboratorios o talleres cada asistente crea un invento, para la temporada se hacen mínimo tres laboratorios, lo que arroja unos 40 inventos, en promedio, de estos se seleccionan trece para los capítulos de la temporada de Tomás, Alba y Édison. Algunos inventos de los talleres del ExploratorioFotografía de Estefanía Posso SotoMaría Alejandra (foto), quien inventó la Gorra musical explicó que esta interpreta canciones que los demás están pensando.“Alguien se imagina una canción, la Gorra musical los detecta y los reproduce en la mente de la persona que tiene la gorra con los sonidos, los personajes y el movimiento del video musical en vivo de cada canción”, narró.Este invento surgió de una situación que la niña cree es muy particular en la vida de las personas, y es que “muchas veces queremos escuchar música pero no sabemos bien cuál canción ni qué ritmo especifico es en ese momento”. Y, precisamente, esa Gorra fue el invento que María Alejandra se ideó para solucionar este problema, para saber a ciencia cierta cuál es la canción que queremos escuchar, y que además dé la posibilidad de reproducir el video original.Otra invención nacida en el Exploratorio es la Máquina del tiempo, la cual requirió para su funcionamiento mucho, mucho cable y gasolina y unas baterías muy grandes, hasta que su creador lo consiguió, así como Einstein lo logró en el pasado.Esta Máquina del tiempo fue creada para reconocer el pasado de Colombia, cómo fue, lo que no conocemos y confirmar lo que sí.¿Cómo pueden participar los niños?Abrir el formulario de inscripción en http://bit.ly/JunioExploratorio;seleccionar la actividad '¿Quién inventa los inventos';responder la pregunta: ¿cuál es el invento que menos te gusta y por qué?; adjuntar una foto de ese invento en el formulario; escribir los datos personales para poder contactarlo cuando se haga la selección de los 16 niños y niñas que participarán en los TAE Labs, de acuerdo a la creatividad que muestren al presentar esos inventos.
Es una novela que puede ocurrir en cualquier pueblo latinoamericano, en el que todavía la fuerza del gamonal es asimilada a la de un ser divino, que todo lo puede, a quien hay que rendir tributos y pleitesías. En una alejada estación de tren, por el que ya no pasa ni el viento, en medio de viñedos, hay un caserío sin electricidad, también sin iglesia (lo que sí es una rareza), pero con la alegría de un prostíbulo agraciado, manejado por La Manuela, un travesti, y su hija, la Japonesita, tras la muerte de la madama mayor, la Japonesa.En un poblado, que puede ser, con obvias diferencias, claro, como Luvina, o como un Macondo en miniatura, como Comala, como Balandú, en fin, en la Estación El Olivo, cerca de la ciudad de Talca, el tedio y la rutina, dos características de la desazón de vivir, sólo son rotas con la presencia del burdel, en el que La Manuela en sus tiempos de joven (y aun de viejo) bailaba español y cantaba una torería como El Relicario (“pisa morena, pisa con garbo…”.), y al que llegó el maricón tras “triunfar” en otros pueblos con su espectáculo de bailarina ambulante. El lugar sin límites, del chileno José Donoso, es una ficción breve, pero muy compleja en su estructura literaria, con tiempos quebrados, saltos atrás y adelante (prolepsis, analepsis) y un manejo de espacios y lenguajes locales muy avezados en su exposición, en la que se combinan narradores en tercera y primera persona.El Olivo, una extensión infinita de viñedos, es de una clase de cacique o mandamás llamado Alejandro Cruz, o Don Alejo, aunque, tras una apuesta muy singular con la Japonesa, lo único que no queda de su propiedad es el prostíbulo. En ese pueblo, el gamonal “es como Dios. Hace lo que quiere. Todos le tienen miedo. ¿No ves que es dueño de todas las viñas, de todas, hasta donde se alcanza a ver?”, como dice la Japonesa, que siempre tuvo la idea feliz, pero errónea, de que todo allí cambiaría, que el progreso, o, al menos, lo que de esa manera se ha denominado en Occidente, llegaría a aquellos parajes.El gamonal, un tipo que parece cortado con las mismas tijeras que el resto de gamonales latinoamericanos, promete no solo el “oro y el moro” para engatusar al peonaje, sino que dice que venderá terrenos para que la gente construya. Y, como si fuera poco, anuncia que se electrificará el poblado. La más contenta con la promisión es la Japonesa, que, con su mirada de dama emprendedora, aspira a tener un prostíbulo más destacado que el de otras señoronas de las inmediaciones, como la Pecho de Palo, con “putiadero” en Talca.El don, casado con doña Blanca, rubia y linda, “muy señora”, tiene otra mujer en Talca, y otras más. Para eso posee dinero. Y manda. Y todas trabajan por él en campaña electoral para que salga elegido diputado. Además, en el prostíbulo, el dueño de todo se lleva las mejores rameras. Y, cómo no, también baila con La Manuela, quien, con su vestido de cola colorada, le arroja una flor al dueño de todo, mientras las hermanas Farías cantan con voces agudas y gangosas. La monotonía de aquella aldea solo se rompe con las emociones y parrandas en la casa de lenocinio.El lugar sin límites, que tuvo en 1977 una adaptación cinematográfica por el director mexicano Arturo Ripstein, es una obra en la que se rescata el lenguaje popular de Chile y se pone como protagonista a un ser que, para entonces, en los sesentas, era un estigma. Un maricón sufría con su condición, a veces escondida, a veces explícita, pero, en este caso, con La Manuela, un travestido, un bailaor de españolerías, no hay closet que valga. El personaje, de contera, hace que otros, muy machos, sientan en el fondo de sus hombrías una inclinación oculta (¿vergonzante?) hacia La Manuela.Sucederá, por ejemplo, con Pancho Vega, dueño de un camión, habitante cercano del caserón de don Alejo, huaso pendenciero, que, además, tiene ciertos privilegios, de los que no gozan los demás inquilinos de la tierra del latifundista. Tendrá un rol clave, sobre todo en el desenlace de la novela y, en buena parte, en la tensión que se establece al principio de la misma. El machote siente atracción por el mariconazo pero, con el tiempo, realiza una contrición, un arrepentimiento de haber desestabilizado su condición heterosexual, y se torna agresivo con la “loca”.La obra, que puede confundir o sacar del camino a lectores poco avisados, en particular por el manejo de los tiempos, es un retrato de la situación marginal de muchos “sin tierra” y también de los “rotos”, seres urbanos que, pese a su miseria, no pierden la alegría y las ganas de goces paganos. No sólo es una radiografía de situaciones sociales de Chile, sino de los rezagos semifeudales de otros contornos.Por las fechas en que se publica la novela (1966), en Chile ya cantaban a los desahuciados por la fortuna y los olvidados de la historia, Violeta Parra y sus hijos Ángel e Isabel. “Cantando me iré, / Silbando me iré, / Cantando lejos / Me consolaré”, decía alguna copla. Porque, pese a las pobrezas, el dolor y las angustias se pueden calmar con vino y baile, como acontece entre los concurrentes al lupanar de la Japonesa, que después también será parte de La Manuela y, al fin de cuentas, de la hija de estos dos, la Japonesita, una muchacha que a los dieciocho años sigue siendo virgen.La novela, llena de sugerencias más que de evidencias, es un tratado maestro de las relaciones afectivas (y de negocio) entre un travesti y una prostituta que, con su inteligencia y recursividad, llegará a ser la única propietaria en un pueblo que tiende a desaparecer y cuya suerte está manejada por el poder de un solo hombre. En la red de relaciones sociales están, además, varias prostitutas como la Lucy, la Clota y la Nelly, y gentes como don Céspedes y Octavio.En una de esas francachelas de burdel, se presentará un acontecimiento que transformará las relaciones de varios de los personajes y contribuirá a que la Japonesa, como ganadora de una apuesta increíble, se torne en dueña de la esmirriada casa donde funciona su negocio de placer. En efecto, la mujer le había dicho al terrateniente que si ella lograba que La Manuela le hiciera el amor, se quedaría con la casa. Es una de las escenas más sugestivas y bien logradas de la novela.El arte de la Japonesa obtuvo como resultado que La Manuela, un sujeto “bien armado”, como un burro, y cuyo “aparato” sólo le servía para hacer pipí, como él mismo lo expresa, entre en aquella dimensión —imposible para él— y de ahí, de esa especie de milagro, nazca la muchachita que, ante la muerte de su madre, será la que dirija los destinos del burdel.La novela es una metáfora de un pueblito sin futuro, dominado por un solo hombre, en el que lo raro, o, incluso, si se quiere, lo subversivo, lo constituye el prostíbulo y, en particular, seres como la Japonesa y La Manuela, un tipo, o tipa, que debe sufrir las burlas y atropellos de otros que enarbolan su varonía, entendida como la capacidad de agredir. Como una exteriorización de la ofensa y la humillación.También es el ascenso y decadencia, o, el drama y desencanto, de un hombre que no lo es, o, al menos, no acepta serlo, en el sentido de sus predilecciones sexuales. Tiene, en cambio, una especie de talento con el que sobrevive, el dar espectáculo vestido de bailarina flamenca. Un personaje de una bien estructurada sicología, tal vez, como se ha dicho en otros ámbitos, una prolongación del lado oculto del novelista.Más allá, la ficción es un trasunto de la realidad. Una alegoría de las relaciones de poder y de opresión en una localidad que, aunque esté cerca de ciertas expresiones civilizatorias, está muy lejos de la justicia y el respeto por “los de abajo”. La ficción huele a vino, a vendimia, a fango, a camino polvoriento. Y a sudor de camas agitadas. Y, aunque en la superficie no lo parezca, todo allí, en la Estación, es decadente, incluido el dueño. Y, en una suerte de trágica ambivalencia, es el descaecimiento de un hombre-mujer, como La Manuela, que al final nos enteramos de su nombre original: Manuel González Astica.El título de la novela surge del epígrafe de la misma. Como se sabe, hay escritores que utilizan este recurso para buscar la tonalidad de la obra, para que sea una guía de lo que se interpretará y sucederá en la creación, quizá como una antesala. Otros, porque desarrollarán las intenciones que en él se enmarcan o se presienten. En este caso, con un epígrafe tomado del Doctor Fausto, de Christopher Marlowe, Donoso advierte al lector que va a entrar al infierno, un lugar (o no-lugar quizá) que carece de límites.Es una pieza literaria en la que habitan los símbolos: los de la decadencia, los de la masculinidad y, si se observa en otras esferas, los de la emasculación. Y también los roles de las meretrices en un villorrio sin esperanzas de redención. Como en el Canto III del Infierno de Dante: “Perded toda esperanza los que entráis”. Sí, de aquel infierno parece no haber ninguna escapatoria. Uno de los símbolos más dicientes puede ser el del Wurlitzer, el tragamonedas que solo puede funcionar si hay electricidad. Y esta jamás llegará a la Estación El Olivo.Tal vez, en ese lugar sin límites, todos penan en un infierno del que parece jamás podrán salir. Pero el de los mayores sufrimientos, el que pierde la identidad, y sufre los vejámenes de unos y otros, es La Manuela, un personaje sobre el cual el lector tendrá que hacer diversas cavilaciones y, de paso, imaginar cuál ha sido su suerte final. Puede ser que, al concluir el recorrido, el alma le quede llena de inquietud, como en el bolero Vereda tropical.
La deprimente palabra de moda es feminicidio. La ley 1761 de 2015, conocida como “Rosa Elvira Cely”, enraizó dicho tipo penal como delito autónomo y en su artículo 2º, reza: “Artículo 104 A, adicional en la Ley 599 de 2000. Feminicidio: Quien causare la muerte a una mujer, por su condición de ser mujer o por motivos de su identidad de género o en donde haya concurrido o antecedido cualquiera de las siguientes circunstancias, incurrirá en prisión de doscientos cincuenta meses a quinientos meses”. Y detalla taxativamente seis conductas que lo tipifican. Es notorio, entonces, que el horripilante homicidio del día 10 de abril último, en que fue asesinada la optómetra Claudia Johana Rodríguez por su excompañero sentimental, en pleno Centro Comercial Santa Fe, fue un feminicidio.Entretanto, la pregunta obvia es por qué en su correlato jurídico no existe el tipo penal de masculinicidio, habida cuenta de que también se dan casos de mujeres que causan la muerte hostil a un hombre por su condición de ser hombre o porque hay concurrencia de hechos similares a los del feminicidio, desde la orilla invertida. Hay hombres que asesinan mujeres, pero también hay mujeres que asesinan hombres. Y para estos últimos casos, pululan los crímenes pasionales, las violencias físicas desde el ángulo de vivir episodios de infidelidad o los infatigables sexuales que actúan con excesos y hasta violencia, que son pasados al papayo. Sin embargo, no existe el delito de masculinicidio. Para ilustración, todos recordamos el caso del alcalde de El Atrato, Chocó, Crescencio Bejarano Palacios, a quien su compañera sentimental le roció gasolina y le prendió fuego, en un evento de violencia intrafamiliar, donde el burgomaestre se salvó “de chiripa”, pues para su fortuna las quemaduras interesaron el 40% de su cuerpo, pero bien sabemos que pudo morir en el acto. ¿Si hubiera muerto Bejarano Palacios, no hubiera tenido la horma de haberse suscitado un masculinicidio? ¡Claro que sí! Pero resulta que en Colombia no existe este tipo penal, razón por la cual se hubiera registrado como un homicidio, si las consecuencias hubieran sido letales. Parece un problema semántico o epidérmico, pero tiene su razón de ser.Sin embargo, al respecto, el penalista Francisco Javier Tamayo le explicó a El Colombiano que “si existiera el masculinicidio, entonces el feminicidio ya no tendría ningún sentido pues el delito básico es el homicidio y no es necesario nombrar un nuevo delito. Además, hacer universal la excepción sería anular la excepción. Toda esta discusión es más retórica que práctica y está enmarcada en el populismo punitivo que busca hacer nuevas leyes penales para cosas que ya están pero con otro nombre”. No obstante lo anterior, cuando se crea un tipo penal diferente al homicidio (que es el caso del feminicidio), pues queda inconclusa la tarea si no está en paralelo la otra opción que se da fácticamente: el masculinicidio. Y ello porque ocurre tanto lo uno como lo otro. Hay otra cuestión adicional: en Colombia se están llevando unas estadísticas que son erráticas. A toda la muerte violenta de una mujer, le endilgan el calificativo de feminicidio. Es un craso dislate, porque verbigracia, si una mujer es asesinada por hacer repulsa para evitar el robo de sus pertenencias, no estamos en el evento de un feminicidio sino en el de un homicidio de una mujer. No basta, pues, identificar el sexo de la víctima sino conocer la motivación y el contexto del crimen. Discrepo, entonces, de las cifras periodísticas que dan a entender que en Colombia hubo 810 feminicidios en el 2014; 670 en el 2015; 850 en el 2016 y en lo que va corrido de 2017, 205. Una cosa son los feminicidios y otra cosa muy distinta, son los homicidios de mujeres. No se pueden juntar. Yerro estadístico que debe enmendarse.
Los contemporáneos heredamos la civilización democrática moderna construida a lo largo de varios siglos por mujeres y hombres que entregaron hasta sus vidas para alcanzar la libertad, reconociéndola como el estado de cosas en el que las sociedades garantizarían las condiciones morales, jurídicas, institucionales y materiales para que el individuo-ciudadano se formara en capacidades para discernir eligiendo actuar para dar felicidad a su vida y a las de sus congéneres. En esa formación de la sociedad abierta, como la llamó Karl Popper, filósofos y activistas diseñaron los caminos de la libertad, enmarcándolos en fronteras que les dan sentido y su incomparable valor: la responsabilidad, con la que el sujeto asume las consecuencias de sus decisiones, y los derechos humanos, que enmarcan el respeto por los otros.Le puede interesar: Vida y presencia de Guillermo Gaviria EcheverriLa libertad como valor último de la vida y la sociedad necesita de instituciones sociales que la promuevan, defiendan y garanticen en igualdad de condiciones para todos los miembros de la sociedad. Una institución esencial para la civilización democrática y la garantía de las libertades es la de los medios informativos, responsables de ofrecer información confirmada mediante métodos exigentes de acceso y comprobación de los hechos, así como de mantener espacios para la presentación de opiniones plurales, a través de las cuales los ciudadanos conozcan y confronten ideas diversas. Esas calidades de los medios informativos no son reemplazables por otros canales de expresión, como las redes sociales, ni por los hoy promovidos influenciadores, que no se someten a las exigencias de la actividad periodística, así estos nuevos escenarios tengan amplia aceptación o incluso se les declare, erróneamente, como modernas ágoras.Vea: Desinformar y manipular en tiempos de covid-19Quienes recibimos gratuitamente las conquistas de la libertad no tenemos cabal conciencia de los esfuerzos y sacrificios para alcanzarlas; y a veces tampoco comprendemos qué significa ser libres. Fruto de ello, es la sacralización de una libertad que es más bien libertinaje, y que va en contra de la vida de las sociedades e, ingenuamente, termina propiciando abusos y engaños como los que se van revelando dramáticamente por la pandemia de covid-19 y su acelerada expansión, favorecida por la libertad de movilización e intercambios comerciales; dos de los más notables productos de la globalización de los mercados.Lea también: El caso Assange y los valores democráticosEn efecto, paralelo a la aparente plena liberalización del mundo que ocurriría con la liberalización de los mercados se han venido consolidando formas de autoritarismos estatales y privados, que se ejercen con la aparente complacencia de la ciudadanía. Tal aprobación, sin embargo, se hace dudosa, como se demostró en los abusos de Cambridge Analytica, con la manipulación de las voluntades producto del abuso del big-data y sus seductores discursos asociados a la seguridad, generalmente, o, como viene sucediendo en el marco de la pandemia, de la protección de la vida. Las manipulaciones producto de invasión a la privacidad, tolerada, repetimos, por los individuos, van así poco a poco haciendo parecer impráctico el ejercicio de la libertad. Lo invitamos a leer: Lecciones del escándalo de Cambridge AnalyticaA consecuencia de ese cerco a la democracia, asistimos a un dramático retroceso de los valores e instituciones de la civilización democrática. El derrumbe, acelerado por los efectos catastróficos de la pandemia, ha afectado a las instituciones políticas, al Estado y al sistema de medios de comunicación. Esta destrucción de bienes comunes va a exigir reflexiones y ojalá replanteamientos que posibiliten resignificar los principios y valores de la civilización democrática y repensar las instituciones sociales, para que ellas velen por la libertad, la solidaridad y el cuidado de la vida de los hombres y el planeta. Aunque en las incertidumbres, temores, egoísmos y desaciertos de este presente pandémico, el horizonte no parece esperanzador, nosotros mantenemos la confianza en el ser humano y su capacidad de discernir.Lea también: FundaMundo anuncia la suspensión parcial de actividades de El MundoCon estas reflexiones concluimos 41 años de historia del periódico EL MUNDO y su portal www.elmundo.com, en sus facetas de aporte de ciudadanía crítica, garantía del derecho a la información y garantía de la libre expresión de columnistas, colaboradores y ciudadanos. En la hora de hacer efectivo el cierre parcial de actividades, FundaMundo tiene enorme gratitud con directivos, periodistas, colaboradores, empleados, lectores, anunciantes que por cuatro décadas nos acompañaron a realizar estos ideales democráticos, que siguen vigentes. Esta Fundación seguirá trabajando desde estrategias edu-comunicativas para aportar a la formación de ciudadanos críticos que forjen una sociedad libre, participante y comprometida con el cuidado de la vida y la realización de la equidad.
Siempre había considerado a Bertrand Russell, el gran pensador inglés del Siglo XX, fundador de la filosofía analítica y Premio Nobel de Literatura en 1950, como un sofisticado intelectual cuyos textos se dirigían sólo a los filósofos profesionales, desconociéndole sus aportes al amplio público no académico, interesado en cosas más mundanas, tales como la política, la ética y la moral. Con el reciente repaso del libro La perspectiva científica, publicado por Russell en 1931, me he acercado al divulgador de la ciencia, al filósofo que pretendió comprender el mundo de su tiempo y cambiarlo, para bien. A este segundo Russell, que hoy conserva toda su vigencia, es al que a continuación quiero referirme.Lea también: Límites entre fe y razónRussel el intelectual orgánico comprometido con su tiempo, cuya vida fue orientada por tres grandes pasiones, a saber: el amor, la búsqueda del conocimiento y la insoportable compasión por el sufrimiento de la humanidad. Así define Fernando Broncano en su libro Russell conocimiento y felicidad, el periplo vital de nuestro admirado filósofo, quien, ya nonagenario, en los años 60 se le veía en las calles londinenses protestando junto con sus estudiantes contra el imperialismo de las potencias occidentales, las armas nucleares, el sionismo y la guerra de Vietnam.En el Capítulo XVII La ciencia y sus valores de La perspectiva científica, Russell, con la tradicional ironía e irreverencia que le caracterizó, afirma que la actitud reverencial hacia la ciencia afecta el sistema democrático y nuestra convivencia con la Madre Naturaleza, lo que hoy llamamos ecosistemas. Los dos grandes pecados en que incurre la ciencia, afirmaba, es rebajar el conocimiento a la mera utilidad y la falta de un criterio racional, que de manera crítica le permita al científico indagar pruebas o razones de lo que cree y afirma.En el curso de los varios siglos de su historia, la ciencia ha tenido un desarrollo, que aún no parece haberse completado, que se puede resumir como el paso de la contemplación a la manipulación. El amor al conocimiento al cual se debe el crecimiento de la ciencia, es en sí mismo el producto de un doble impulso. Podemos buscar el conocimiento de algo porque amamos al objeto o porque deseemos tener poder sobre el mismo. El primer impulso conduce al conocimiento contemplativo, el “impulso-amor”; el segundo al conocimiento práctico, “el impulso-poder”. En el desarrollo de la ciencia, ha prevalecido cada vez más “el impulso-poder” sobre el “impulso-amor”. El impulso-poder está tipificado por el Capitalismo y por los poderes estatales que lo sostienen. Está también representado por las conocidas ideologías del pragmatismo y del instrumentalismo. Cada una de estas ideologías sostiene que nuestras creencias sobre cualquier objeto son verdaderas siempre que nos permitan manipularlo a nuestra conveniencia, lo que parece no tener límites posibles. Esto es lo que, para Russell, podría llamarse una concepción gubernamental de la verdad. Al hombre que desea cambiar su medio ambiente, mejor definido como los ecosistemas, la ciencia le ofrece instrumentos asombrosamente poderosos hasta para destruirlo. Si el conocimiento es sólo para producir cambios intencionados, como lo es la técnica, la ciencia ofrece los instrumentos cada vez en mayor abundancia; pero la ciencia también es el mundo del deleite espiritual y emocional, mundo donde están el amor, el misticismo, la poesía y el arte, sin ellos se apaga la vida. En todas las formas de acercamiento con el objeto amado o ser amado ansiamos conocerlo, no para dominarlo o manipularlo, sino por puro éxtasis contemplativo. “En el conocimiento de Dios está nuestra vida eterna, pero no porque este conocimiento nos dé poder sobre Dios”.La ciencia se originó en hombres que amaban el Universo, sus estrellas, el mar, las montañas… que, aunque se ocultaban del entorno natural que les era más cercano, deseaban entenderlo: Heráclito y demás filósofos jónicos con amor apasionado, extasiados, sintieron “la extraña belleza del mundo”, que derivó en conocimiento científico. Sin embargo a medida que la ciencia se ha ido desarrollando el impulso-amor original ha sido abandonado hasta imponerse el impulso-poder: El amante de la naturaleza ha sido desplazado por el tirano, mejor llamémosle violador, de La Naturaleza. Y así llegamos a la Modernidad donde hemos puesto en riesgo la supervivencia de los ecosistemas y de nuestra propia existencia sobre el planeta.En la actual situación y perspectiva, la sociedad científica debe ser mirada con aprehensión. Pero no porque el avance del conocimiento genere temor, ya que el conocimiento, por principio, siempre es bueno y la ignorancia mala. No es el conocimiento ni tampoco el poder donde reside el peligro, “lo que es peligroso es el poder manejado por amor al poder, y no el poder manejado por el amor al bien genuino”. El poder no puede ser uno de los fines de la vida, sino un mero medio, un instrumento, para otros nobles fines. Hasta que los hombres no entiendan para qué es lo que debe realmente servir el poder, la ciencia no nos va llevar a la “Vida Buena”, fin máximo de nuestra existencia terrena. “Que cuando nos llegue la hora de la muerte, no sintamos que hemos vivido en vano”.Y concluye el gran humanista Bertrand Russell, “la ciencia que ha liberado al hombre del cautiverio de la Naturaleza, nos debe permitir liberarnos de nosotros mimos. Prevenir la extrema pobreza es importante, pero contribuir a aumentar la riqueza de los que todo lo tienen es un gasto de esfuerzo sin valor”. Yo diría que antiético y hasta inmoral.Le puede interesar: Del buen vivir o de la vida buenaHoy entendemos que los asombrosos avances del conocimiento científico a que hemos llegado no pueden seguir siendo utilizados ni para el dominio de La Naturaleza, ni muchos menos para su irresponsable manipulación. No somos amos ni señores de La Naturaleza ni siquiera sus defensores, somos parte de ella, y nuestra vida debe ser comprendida y comprometida como Naturaleza que se defiende a sí misma.P.S: Este es mi primera columna de opinión que publico después del cierre del Periódico EL MUNDO. A continuación reproduzco una nota que el pasado 1 de agosto le envié a Luz María Tobón, directora de EL MUNDO, apenas me enteré de la dolorosa decisión a que se vieron obligados sus directivos y dueños.Querida Luz María:Después de confirmar la desaparición del Periódico EL MUNDO, pasé una noche agobiado por la tristeza y la nostalgia. EL MUNDO fue la escuela donde me formé como escritor disciplinado, lo que me ha dado una de las más grandes satisfacciones de la vida, sin saber ahora que seguirá hacia adelante, ya sin el compromiso que me había impuesto con los pocos pero fieles lectores de mis columnas semanales, las cuales de manera regular me reproducían los boletines de la SAI y Ademinas, y esporádicamente El Espectador y varias revistas universitarias.Desde que a principios de la década del 90 Guillermo Gaviria Echeverri llegó a la dirección de EL MUNDO, ocasionalmente, pero con mayor frecuencia, empezaron a publicarse mis escritos sobre temas de ingeniería y minería, los cuales también acogían El Periódico El Colombiano y otras publicaciones locales. Pero fue realmente EL MUNDO donde a partir de 2012 empezó a desarrollarse mi disciplina con el oficio, como escritor comprometido con el afán de tratar de entender la ingeniería como parte integral del humanismo, la suprema ciencia de la vida.Mi gratitud a la memoria de Guillermo Gaviria, a quien conocí desde mi lejana época de estudiante en la mesa del viejo Café La Bastilla, que los jefes liberales tenían reservada todas las tardes sabatinas, gracias a la invitación a participar en la tertulia, mejor diría como observador, que me hizo mi profesor Evelio Ramírez y otros contertulios amigos de mi padre. Mi amistad con Guillermo Gaviria se hizo más cercana, cuando, ya ingeniero, me lo encontré de nuevo como Presidente de la Asociación de Ingenieros de Petróleos, de Geología y de Minas, que algunos egresados de Escuela de Minas habíamos fundado a mediados de la década de los 60. Siempre admiré a Guillermo como el gran maestro de la ingeniería, de la política y más tarde del periodismo, amén de exitoso empresario.Gracias querida Luz María por la acogida que me diste durante estos últimos años en mi otro hogar intelectual, El Periódico EL MUNDO. Espero seguir contado con tu amistad y colaborándote en tus nuevas empresa intelectuales y profesionales. Te ruego que extiendas este mi agradecimiento a Irene Gaviria y a Arturo Giraldo, ese gran periodista, ya retirado, de quien tanto aprendí.Medellín, 1 de agosto de 20120José Hilario López