Piel opaca y porosa, piel sospechosa

Autor: Sandra Naranjo González
18 junio de 2020 - 12:01 AM

Los procesos de diferenciación de la raza buscan hoy, de manera incansable, el propósito de identificar ciertos grupos poblacionales y fijar, con la mayor precisión posible, los espacios que pueden habitar y los lugares por donde pueden transitar.

Medellín

Acerca del racismo se ha escuchado mucho en estos días, justamente por los hechos ocurridos en Estados Unidos, debido el asesinato del joven negro, George Floyd, a manos de un policía blanco, lo que ha provocado multitudinarias protestas en contra del abuso policial. Conceptos como raza, racismo y afroamericano, entre otros, son bastante complejos y no debe caerse en el reduccionismo para explicarlos.

Para poder comprender realmente el origen del racismo, es necesario remitirse a teóricos como Michel Foucault, Franz Fanon, James Baldwin o el muy vigente Achille Mbembe, quienes han puesto de presente diferentes líneas y discusiones en términos de lucha de razas, brutalización de los cuerpos, resistencias, el ser y el no ser y la reversión violenta del orden de las cosas establecidos por el capitalismo y el mundo occidental.

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En primer lugar, Michel Foucault en su Genealogía del racismo, habla del discurso histórico de lucha de razas originado en la antigüedad romana y prevalente en la antigüedad, pero no desde la connotación biológica del término raza, como lo conocemos hoy, sino desde lo étnico. Durante la Edad Moderna, siglo XVI, se produce una fractura binaria en dicho discurso, entendiendo entonces la guerra de razas como el combate entre una raza, mostrada como la “verdadera” y única que detenta el poder y las que constituyen un peligro para el patrimonio biológico.

Inicia un nuevo discurso que configura la sociedad en dos campos: los justos y los injustos, los malos y los buenos, los ricos y los pobres, los déspotas y el pueblo, los que son poderosos y los que no ostentan el poder [1]. Dice Foucault que esto constituye el paso del elogio de Roma al fin de la antigüedad y posteriormente, en el siglo XIX, se establece, ese nuevo discurso, como teoría de las razas en el sentido biológico del término [2]. Sin embargo, es importante aclarar que, para este teórico positivista, esa proclama racista es intraeuropea y desconoce por completo los procesos de dominación colonial en América.

Es en ese período, siglo XIX y en adelante, que aparecerán todos los argumentos racistas sobre la degeneración de la raza, apoyados tanto por las instituciones del Estado, como por la Iglesia y la Escuela, que aplicarán y harán posible las prácticas eugenésicas como principio de la segregación, de la exclusión, de la eliminación y, como diría Georges Canguilhem, de la normalización de la sociedad.

Con el descubrimiento y conquista de América, hay una relación estrecha entre religión e imperio que fue el eje de transformación de un sistema de poder basado en diferencias religiosas, a uno basado en diferencias raciales. Es así que en la modernidad la raza dominante se define por una dinámica entre imperio, religión y las poblaciones que aparecieron en ese mundo conquistado desconocido, que Colón describió como las Indias, y que los europeos creyeron despoblado, sin jerarquías, ni estructura política o económica, al igual que ocurrió en África. Es con relación a esas “gentes” que emerge la idea de raza en la Edad Moderna, pueblos “sin secta”, es decir, sin religión, según el imaginario cristiano, que los excluye de la categoría de humanos y los incluye en la de seres “sin alma”, sujetos que no son del todo humanos.

Con la colonización de América, los viejos discursos de discriminación religiosa medieval, como la pureza de sangre en España, pasaron a ser discursos de discriminación racial, lo que constituyó la primera forma de racismo en el mundo capitalista, luego del descubrimiento de América, en 1492, siendo los pueblos nativos de indios considerados “bárbaros”, “primitivos”, necesitados de civilización; excelente excusa para las lógicas de dominación y esclavización, base de la expansión de los imperios coloniales que condujeron a la deconstrucción de su cultura y a la imposición de nuevas estructuras sociales y religiosas, tanto para los negros africanos como para los indios americanos.

Estos, en tanto seres sin alma, podían ser esclavizados sin ser pecado ante los ojos de Dios; sin embargo, posteriormente llega la institución de la Encomienda en la cual, esa relación esclavista se transforma y el indio trabaja a cambio de “protección”, alimento y techo. Es así como el trabajo esclavo se asignó entonces a los africanos, esclavizados[[1]] en el Atlántico por las potencias coloniales y monarquías compuestas, como el Reino Unido de la Gran Bretaña, Irlanda y Escocia, y el Imperio Español, entre otros. Con la esclavización Africana en América, el discurso racista religioso se convirtió en discurso racista de color.

Frantz Fanon describe el concepto de racismo como una jerarquía global de superioridad e inferioridad sobre la línea de lo humano, que ha sido políticamente producida y reproducida como una estructura de dominación [[2]] durante siglos por el sistema imperialista occidentalocéntrico-cristianocéntrico-capitalista-patriarcalmoderno-colonial [[3]]. Las personas que están arriba de la línea de lo humano son reconocidas socialmente en su humanidad como seres con acceso a derechos civiles, laborales etc., las personas que están por debajo de dicha línea, son consideradas subhumanos, es decir, su humanidad ha sido cuestionada o negada.

Aunque el racismo de color no es el único, ha predominado en muchas partes del mundo, y esa inferiorización colonial ha sido además, reproducida por los colonizados donde las élites occidentalizadas han asumido a su vez, una posición de superioridad sobre grupos étnicos raciales; inferiorización que, dependiendo de la historia local colonial, puede definirse a través de líneas religiosas, étnicas, culturales o de color.

El racismo de color en Estados Unidos ha estado presente desde la esclavización de los negros africanos en las extensas plantaciones de algodón, hasta hoy con el acoso de los sectores de la población negra en la mayoría de sus estados, sin duda población considerada como inferior por un sector de ultraderecha. Adicional a esto el racismo de color se complica con el racismo religioso, islamofobia por ejemplo, lo que marca claras relaciones de opresión de clase por los que tienen todos los privilegios, sobre los que no los tienen, esto es lo que ha sido denominado como privilegio racial o, en su defecto, lo que Hegel llamó la dialéctica del “yo” y del “otro”.   

Los negros africanos no vinieron a América en busca de oportunidades, fueron obligados a salir de su continente para ser esclavizados y aún hoy los Afroamericano [4]], descendientes de aquellos, han buscado ser incluidos como humanos para ser merecedores de derechos civiles y políticos a punta de luchas, marchas y manifestaciones para ejercer la reversión violenta del orden de las cosas como lo menciona Foucault, pero siguen estando debajo de la línea cuando son agredidos, violentados o asesinados, porque todo el que ostente piel oscura es susceptible de ser sospechoso, porque los colectivos cobran fuerza y al hacerlo se vuelven peligrosos. Dice Achille Mbembe[7] que los regímenes democráticos liberales se declaran hoy en día en estado de guerra casi permanente, contra enemigos nuevos, móviles, reales o imaginarios con el fin de eliminar la protesta social e ir en busca de la defensa y la protección de los ciudadanos, estableciendo dispositivos cada vez más agresivos de control de las poblaciones en resistencia.

Los procesos de diferenciación de la raza buscan hoy, de manera incansable, el propósito de identificar ciertos grupos poblacionales y fijar, con la mayor precisión posible, los espacios que pueden habitar y los lugares por donde pueden transitar. Las agencias de seguridad han definido a la población negra estadounidense bajo los cánones del riesgo con el fin de prevenir los peligros inherentes a su circulación y, si fuera posible, neutralizarlos por anticipado ¿Cómo acabar con una lógica colonial heredada de excluir, diferenciar y clasificar? Sin duda la negación de la diferencia, de lo común, es la dinámica de muerte del presente.

 James Baldwin, activista por los derechos civiles de los afroestadounidenses y autor de La próxima vez el fuego, comprendía muy bien el origen del odio que se podía sentir por los blancos, entre otros, por el negacionismo de la humanidad de este sector de la población y por las cicatrices dejadas por las acciones del Ku Klux Klan, organización creada en el siglo XIX en Estados Unidos, la cual promovía la supremacía de la raza negra y se valía de acciones violentas, intimidatorias y terroristas para imponerse y ejercer dominación sobre sus víctimas.

Los movimientos antiracistas de mediados del siglo XX en Estados Unidos, son estudiados por Baldwin quien enunciaba que la completa hipocresía y la ciega irreflexión que dejaba al “tal llamado negro” en una vida de humillación o delincuencia, solo podían dar cuenta de la inferioridad moral del “hombre blanco”, lo que podía interpretarse como la gran diferencia entre negros y blancos, incluso como superioridad negra, lo que se convirtió en escudo para ayudar a los afroamericanos a caminar por las calles opresoras de un país que no los reconocía como iguales.

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El autor hace una crítica de la sociedad estadounidense de su época y habla de un sueño americano que, una vez alcanzado, no evidencia la dicha, sino su apariencia, un país sin historia, que tiene como marco de referencia la decadencia europea. La supresión de este estado de ánimo lleva a la proyección de la perversión interior hacia un blanco exterior, es decir, hacia la comunidad negra:

“Y yo convengo, entonces, que las tensiones raciales que amenazan a los estadounidenses en la actualidad tienen poco que ver con verdadera antipatía -de hecho, por el contrario- y están asociadas, solo simbólicamente, por el color. Estas tensiones tienen sus raíces en las mismas profundidades de las que brota el amor, o el homicidio. Los temores y anhelos privados -en toda apariencia, innombrables- que nos son admitidos por el hombre blanco, se proyectan sobre el Negro. La única manera en la que puede ser liberado del poder tiránico que el Negro ejerce sobre él, es consentir, en efecto, volverse negro él mismo, convertirse en parte de tal país sufriente y danzante, al que ahora observa anhelante desde las alturas de su solitario poder y que, armado con cheques de viajero espirituales, visita subrepticiamente después del anochecer. ¿Cómo puede uno respetar, y mucho menos adoptar, los valores de una gente que, en cualquier nivel, no vive de la manera en que dice que lo hace, o de la forma en que dice que debería hacerlo? No puedo aceptar la proposición de que el trabajo de cuatrocientos años del Negro estadounidense resulte meramente en la consecución del nivel actual de la civilización americana”

[[5]].

 

 

[1] Desde el Diccionario de Autoridades de 1732, léase en castellano del siglo XVIII el significado de Esclavo: el hombre o muger que son siervos o cautivos y no tienen libertad. Algunos son de opinión que esta voz procede de la S y un clavo con que antiguamente señalaban en ambos carrillos a los díscolos y fugitivos. (Covarrubias) siente que resulta de las dos letras iniciativas S. J. con que señalaban a los esclavos que decían Sine Jure (sin derecho): y como la J parece un clavo de aquí se formó el nombre esclavo.

[2] Fanon Franz, Piel negra máscaras blancas, Madrid, Akal, 2010.

[3] Ver: Grosfoguel Ramón, Racismo epistémico, islamofobia epistémica y ciencias sociales coloniales, en: Tabula Rasa. Bogotá - Colombia, No.14: 341-355, enero-junio 2011.

[4] El concepto de afroamericano o afrodescendiente es utilizado para referirse a personas nacidas en el continente americano que tienen antepasados africanos subsaharianos. La mayoría son descendientes de personas trasladadas desde el África subsahariana hasta América por los europeos para trabajar como esclavos en sus colonias, fundamentalmente en las minas y plantaciones.  La noción de afroamericano se refiere fundamentalmente a los negros nacidos en América, esta palabra se originó a raíz de una corriente de lenguaje políticamente correcto en Estados Unidos y poco a poco se fue extendiendo por otros territorios. La palabra afroamericano ha sido acuñada por algunos académicos brasileños para referirse a personas de raza negra nacidas en el continente americano y más específicamente en Latino América. 7 Mbembe, A., Crítica de la razón negra, Buenos Aires, Futuro Anterior, 2016.

[5] Baldwin James, The Fire Next Time, Revista New Yorker, 1963. Traducido por Clarissa Santelmo en su reseña.

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