Es verdad que lo que ha hecho, o tratado de hacer Trump desde el momento de su posesión el pasado 20 de enero, no permite ser optimista en relación con las relaciones entre los Estados Unidos de América y el resto del mundo. Por el contrario: hay suficientes razones para pensar que lo que sigue será aún peor. Veamos.

En lo que se refiere a los inmigrantes que intentan llegar a ese país, tradicionalmente considerado como un refugio para todos los perseguidos por razones raciales, políticas, religiosas en todo el resto del mundo;  ha adoptado medidas sencillamente impensables hasta ahora. ¿Qué tal eso de hacer una lista de once naciones, y disponer que ninguna persona procedente de ellas, podrá ingresar a los Estados Unidos? Ya la prensa mundial ha destacado el caso de una niña de unos cinco años que nunca podrá reunirse con su madre y sus hermanos. Esa imagen, por sí sola, es el más elocuente alegato contra esa determinación discriminatoria y absurda, evidentemente prohibida a la luz de los derechos fundamentales universalmente reconocidos por las naciones civilizadas. 

En cuanto a comprar solamente productos de los mismos Estados Unidos, ello equivale a un proteccionismo a ultranza, que es la política más contraria a la globalización del comercio que sido un postulado de la política internacional de esa nación, desde su fundación. Es evidente que Trump, aconsejado seguramente por el más estúpido de los economistas, está repitiendo las palabras que Sinclair Lewis pone en boca de Berzelius Windrip, candidato imaginario de la sátira política que aquél (primer escritor estadounidense ganador del Premio Nobel de Literatura, en 1930), describe en el libro Eso no puede pasar aquí.
“No quedaré satisfecho hasta que este país pueda producir cualquier cosa que necesite, incluso café. cacao y goma, para así mantener todos nuestros dólares en casa. Si podemos hacer esto y, al mismo tiempo, aumentar el tráfico de turistas para que vengan extranjeros de todos los rincones del planeta a ver maravillas tan extraordinarias como el Gran Cañón, los parques de Yellowstone y Glacier; los excelentes hoteles de Chicago, etc. , dejándonos así su dinero aquí, tendremos tal balanza comercial que `podremos superar mi idea, a menudo criticada pero completamente sensata, de $ 3000 a $5000 al año para cada familia, es decir, para cada familia realmente estadounidense. Lo que queremos es esta ambiciosa visión de futuro, no todas estas tonterías de perder el tiempo en Ginebra y charlar sin parar en Lugano, dondequiera que esté este lugar.” 

Y en cuanto a los judíos, en la misma Hora Cero, escrita por Berzelius, se leía:
“El verdadero problema de los judíos es que son crueles. Cualquiera que haya estudiado un poco de historia, sabrá cómo torturaron  a los pobres deudores en catacumbas secretas durante toda la Edad Media. En cambio, los nórdicos se caracterizan por su ternura y bondad hacia los amigos, los niños, los perros y los miembros de razas inferiores.”

Con este discurso simplista, Berzelius Windrip, en la ficción política de Sinclair Lewis, logra derrotar a Roosevelt, en las elecciones presidenciales de 1930, después del crac bursátil de 1929, e implanta una férrea dictadura en los Estados Unidos de América, opuesta a los ideales de los fundadores de esa nación y a todas sus tradiciones democráticas y humanitarias.  De ahí el título de la ficción: Eso no puede pasar aquí.  

Pero ya ha pasado: el dictador ha asumido el cargo para el cual injustamente, Inexplicablemente, fue elegido. Y comienza la tragedia. Lo que Berzelius  Windrip desea es crear una sociedad totalitaria, calcada del fascismo o del nazismo. Y lo consigue, sencillamente por medio de la fuerza y con  el consentimiento expreso o tácito de la inmensa mayoría de la población norteamericana, especialmente de las clases media y campesina. Cuyo manera de pensar (en esto no nos podemos engañar) es muy parecida  a las tesis que Trump ha expuesto hasta ahora.

Solamente queda una esperanza: que el llamado “establecimiento” norteamericano, que es completamente contrario a todo lo que Trump intenta hacer, lo “amarre”, vale decir, le impida cometer más torpezas. De lo contrario, Estados Unidos, la nación más poderosa pero también más odiada de la Tierra, comenzará a deteriorarse en todos los ámbitos, a perder poder, pues nada podrá superar el odio de todos los habitantes de las demás naciones, exacerbado y llevado a extremos increíbles, por estas políticas estúpidas.  
Habrá, naturalmente, excepciones. No es nada improbable que nuestro Santos, el peor presidente que Colombia ha tenido en toda su historia, invite a Trump, para mostrarle a los cinco mil asesinos, terroristas y criminales de las Farc, concentrados en 26 desgraciados municipios. ¿Cuál sería la respuesta de Trump a tal invitación? Averígüelo Vargas (pero no el pobre Germancito, pues a éste, por ahora, le basta con sus propias peleas, ridículas, innobles y torpes e innecesarias)
Dicho sea de paso: ¿Cómo puede alguien que aspira a gobernar a Colombia ser tan desacertado, de tan mala conducta, tan patán? Viendo sus actuaciones, y habiendo tenido el honor de conocer y tratar personalmente a Carlos Lleras Restrepo, su ilustre abuelo, solamente puedo exclamar, con el poeta antioqueño: ¡SIQUIERA SE MURIERON LOS ABUELOS!