Progreso y medioambiente en el suroeste

Autor: José María Dávila Román
15 mayo de 2020 - 12:00 AM

Desde hace treinta años hemos avanzado en el suroeste en la protección del medioambiente y en proyectos de desarrollo, como la construcción de las 4G.

Medellín

Sin duda una de las reflexiones más importantes que estamos teniendo con la covid-19 es nuestra relación con el medioambiente y el replanteamiento del sistema capitalista; los movimientos ambientales cobrarán mayor importancia y frente al sistema económico debemos modificar la forma como lo estamos haciendo: crear empresas con el único objetivo de maximizar las utilidades no debe ser el fin, por supuesto que deben tener rentabilidad para ser sostenibles, pagar salarios y generar mayores empleos, pero acompañados de una triada en la que se respete al entorno y se impacte positivamente a las comunidades para reducir la desigualdad.

En ese sentido, no podemos ser exclusivamente conservacionistas ni creer que no puede haber ninguna intervención humana, pero tampoco podemos irnos al otro extremo de creer que la naturaleza está a nuestro servicio. Como humanos que habitamos el planeta somos parte integral y tenemos la capacidad para transformar y hacer mejor las cosas, hay que producir conservando y conservar produciendo, como lo afirma el presidente Iván Duque.

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Traigo el tema a colación porque esta semana participé en una charla con el presidente de la junta directiva de la Corporación Encuentro de Dirigentes del Suroeste Antioqueño, Carlos Augusto Giraldo, titulada “Conversemos sobre el estado del medioambiente en Jericó y el Suroeste” y dejó las siguientes lecciones: la primera es que desde hace treinta años hemos avanzado en el suroeste en la protección del medioambiente y en proyectos de desarrollo, como la construcción de las 4G; la segunda es que no todo tiempo pasado fue mejor: hasta hace algunos años, la caficultura en la región no tenía tratamiento de mieles y sus desechos iban a parar a las quebradas; otro avance ha sido la electrificación rural, que se traduce en menor tala de bosques y menor emisión en CO2, así como la disposición de residuos, hasta principios de los 90, era común tirar la basura por los ríos, y ni qué decir del tratamiento de aguas urbanas que hasta hace medio siglo era impensable, mientras que hoy, todos los pueblos de la subregión les hacen tratamiento.

Adicional a esos avances en materia ambiental, la región va a ser otra, con la culminación de las 4G: habrá más facilidades de exportación por la cercanía con los puertos de Urabá y Buenaventura, el costo de la tierra se va a incrementar, habrá más presencia agroindustrial y diversificación agrícola, se tendrá la posibilidad de ofrecer nuevos servicios y abrir nuevos mercados, sin mencionar los otros proyectos que vienen detrás como el de Quebradona.

Estas vías que traerán progreso, tienen impactos ambientales, como todo lo que hacemos; de acuerdo con Giraldo, la concesión vial que va de Bolombolo hasta Amagá, remueve cerca de 12.5 millones de metros cúbicos de tierra, pero eso no implica que nos debamos oponer a la construcción de las vías, por el contrario, debemos asegurarnos de que se hagan bien y con la menor huella posible, a propósito, estas carreteras contemplan túneles, como los dos de Amagá, que superan los 10 kilómetros y los de Mulatos, que suman 4 kilómetros; adicional a los muchos kilómetros de túneles de cuatro centrales hidroeléctricas construídas en los últimos 30 años en la región; y el agua sigue fluyendo.

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Uno de los ecosistemas más importantes del suroeste, el DMI Nubes – Trocha – Capota, que tiene 4.184 hectáreas, en 1940 estaba deforestado y su uso estaba destinado principalmente a la ganadería, hoy es una zona recuperada ambientalmente y una muestra más de que el desarrollo y el ambiente no tienen por qué reñir; sin embargo, como región, tenemos desafíos por resolver: el manejo del agua para consumo humano y las residuales domésticas y agropecuarias; la degradación de los suelos; el manejo inadecuado y/o mala disposición de residuos sólidos; la amenaza de extinción de especies faunísticas y forestales; la explotación y tráfico ilegal de maderas y fauna; y el deterioro de la calidad ambiental en los centros urbanos.

Hay que abrir el espectro para analizar todos los impactos en su conjunto y no sólo ver la paja en el ojo ajeno, hay que advertir la viga en el ojo propio. Un equilibrio entre lo económico, ambiental y social es lo que nos permitirá condiciones de progreso y dignidad.

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