Que el homicidio no le quite la vida a Medellín

Autor: Redacción
3 mayo de 2019 - 03:08 PM

Si el problema es estructural, la solución también debe serlo, por eso se reclaman planes de desarrollo y programas a futuro, como políticas de Estado, para que la violencia no se renueve en la capital antioqueña.

Medellín, Antioquia

El control de rentas ilegales por parte de las estructuras criminales y el deterioro de la convivencia siguen siendo hoy las principales causas del alarmante aumento de homicidios en Medellín, que llegó a 235 casos entre el 1 de enero y el 2 de mayo, y cuya tasa estimada a diciembre de este año es de 27,58.

Según el Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia (Sisc), 84 de esos homicidios fueron ocasionados por acciones de grupos de delincuencia organizada (GDO), otros 20 tuvieron origen en motivos de convivencia, nueve están asociados a hurtos, tres por violencia de género, dos por violencia intrafamiliar, un homicidio culposo y 112 están en proceso de categorizar, lo que quiere decir que las primeras cifras son variables y pueden aumentar.

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De los 235 homicidios, 38 casos más que en el mismo periodo de 2018, 219 de las víctimas fueron hombres y 16 mujeres. Es decir que en esos 122 días la cifra creció 19% respecto al año anterior.

Pero llama especial atención la concentración de estos hechos, que afectan particularmente a cuatro comunas y dos corregimientos de Medellín: La América, La Candelaria, San Javier, Robledo, San Cristóbal y Altavista.

La América, un representativo sector del occidente de la capital antioqueña, que comprende los tradicionales barrios de La Floresta, Santa Lucía, América Niza, Santa Mónica, Simón Bolívar y Calasanz, es sin duda el territorio más golpeado por estos ataques contra la vida. Allí se han presentado 23 de esos homicidios, quince más que en 2018, es decir que registró un incremento del 188%.

En La Candelaria (Centro) son 32 casos frente a 37 del año anterior, y aunque esa cifra se redujo, no deja de ser alarmante; en San Javier son 22 homicidios, siete más que en 2018; y en Robledo 19, diez menos que el año anterior.

En el corregimiento de San Cristóbal la situación es aún más compleja, pues en ese lapso se presentaron 20 homicidios, frente a seis de 2018, es decir tuvo un incremento del 233%, mientras que en Altavista son 18 casos frente a 13 del año anterior, para un incremento del 38%.

 

Medidas urgentes

“Esta ciudad tiene una dinámica de economías criminales muy fuerte y una problemática seria de convivencia, lo que se ve reflejado en estos hechos de violencia”, en eso coinciden Luis Felipe Dávila, experto en temas de seguridad y convivencia, y Jaime Fajardo Landaeta, analista del conflicto y columnista de opinión.

“En este momento en el que estamos es necesario tomar medidas urgentes, pueden ser planes especiales para ciertos lugares de la ciudad, donde se planteen unas estrategias de emergencia, verdaderas estrategias integrales, pero sin perder de vista el tema de la convivencia, un tema de ciudad que también requiere una gran reflexión, porque los videos que diariamente circulan en las redes sociales muestran el grado de intolerancia y agresividad que se maneja en las calles, donde cualquier situación termina en un hecho violento, y eso requiere una revisión de cuál es la forma en que estamos viviendo”, analiza Dávila.

No se puede negar que la función de la Policía es fundamental, acepta el experto en temas de seguridad y convivencia, “pero es urgente revisar la política pública de seguridad de la ciudad para desarrollar estrategias en las que no sea solamente policía, sino que esa policía vaya apoyada por agencias del Estado, grupos interdisciplinarios, para entrar en conversación con los habitantes del territorio”.

Y es muy importante esa conversación, sostiene, “porque desde el conocimiento y el apego al sector, esos habitantes pueden aportar mucho en bien de toda la comunidad.

 

Problema social

El tema es muy complejo porque el de la seguridad y la convivencia es un problema estructural en Medellín y el valle de Aburrá, observa Fajardo Landaeta: “Entonces las políticas que se aplican, si bien son importantes para unos sectores, como es el tema de más cámaras, más seguridad, más inteligencia, no solucionan el problema. El inconveniente es que los temas de fondo no se abordan integralmente, lo que tiene que ver con el dominio territorial y el lavado de activos, que son asuntos profundos. Entonces se hacen capturas y se golpean ciertas estructuras, pero inmediatamente vuelven y surgen nuevos cabecillas, o nuevas bandas con nueva gente, lo que demuestra el dominio territorial que ejercen esos grupos en esas zonas. Y eso es muy difícil desmontarlo mientras no haya un compromiso real de todas las autoridades, incluso los empresarios. Porque no se puede negar que aquí hay un sector privado que desafortunadamente cohabita con estas estructuras ilegales y para ellos no es un problema”.

Lo primero, dice Fajardo, es entender y aceptar que en Medellín hay una disputa real por el manejo de las rentas ilegales, y que no es solamente el microtráfico, ahí están incluidas la extorsión, la vacuna, el narcotráfico, el tráfico de armas y la explotación sexual”, además del control comercial que ejercen los grupos delincuenciales en muchos de esos sectores, porque deciden qué productos entran y cuáles no, porque ellos mismos los distribuyen.

Y para solucionar eso, alega el analista, es necesario que “los gobiernos aborden la situación de fondo, que decidan atacar y acabar el legado del narcotráfico, un mal que viene de tiempo atrás”.

Es cierto que hay muchas capturas y que se desarticulan bandas, anota, “pero el problema sigue. Y sigue porque hay un control territorial, porque en cierta medida hay una aceptación por parte de sectores de la comunidad, porque realmente conviven con ellos, o porque de una u otra forma también hacen parte de esas estructuras. Eso no es algo aislado, entonces ahí es bueno mirar esa situación como un problema más de fondo, un problema social, comunitario, y para llegar allí es necesario invertir en programas de prevención, de acercamiento a la comunidad. Para qué seguimos atacando el mal únicamente cuando ya sucede el hecho”, se pregunta, “lo que hay que buscar es que no suceda”, expresa.

 

Política de Estado

Si el problema es estructural, la solución también debe serlo. En eso también concuerdan Dávila y Fajardo.

La ciudad tiene un acumulado histórico de prácticas exitosas en cuanto a seguridad y convivencia, por eso no puede ser que cada Alcaldía llegue a empezar de cero. Es importante que quien llegue, cualquiera que sea, no parta de ceros, sino que retome lo bueno que se ha hecho para abordar una política pública de seguridad con enfoques territoriales, porque no es lo mismo la intervención que debe hacerse hoy en La Candelaria, a la que debe hacerse en El Poblado o en Altavista. Son realidades diversas, y así mismo deben plantearse las soluciones, explica Dávila.

Las administraciones hacen planes para un período de cuatro años, pero se olvidan de que los problemas estructurales llevan mucho más tiempo. Entonces estas políticas cumplen lo que se preveía hacer únicamente en la parte coyuntural, pero no cumplen en lo estructural, a largo plazo. Y ahí quedan los problemas, creciendo y agravándose”, refuerza Fajardo.

Por eso, mirando a futuro, sostiene Dávila, “lo más importante ahora es pensar como ciudad, y nos toca a todos, porque la seguridad no es un asunto de un Gobierno, sino que debe ser una política de Estado. Independientemente del partido político que llegue al poder, la seguridad pública tiene que tener acuerdos mucho más trascendentales, acuerdos de ciudad”.

Reflexión que refuerza Fajardo, quien defiende que “ojalá los próximos gobiernos piensen en programas y planes de desarrollo en los que se aborde la temática a fondo, que el asunto se lleve a debate público, sin temores, a hablar de esos aspectos con las comunidades. Porque es fundamental que el Estado le quite poder a la delincuencia cumpliendo con su deber, porque es el Estado el que debe ofrecer mano de obra, el que de ofrecer equidad, educación y salud. No los delincuentes, porque la verdad es que hay zonas donde son los delincuentes los que ofrecen más empleo y oportunidades, y muchos jóvenes caen porque sólo ven esas alternativas en ellos”.

Tareas que, ante la realidad que vive la ciudad, son cada vez más urgentes, porque el homicidio no puede quitarle la vida a Medellín, no puede llevarse de nuevo la alegría y la tranquilidad que una vez se perdieron, pero que regresaron gracias al empeño de todo un pueblo y a los inmensos esfuerzos que tampoco se pueden olvidar.

 

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