¿Tenemos que repetir los mismos hechos del pasado, o debemos dar nuevos giros al proceso político?
En estos días, cuando se presentan múltiples hechos políticos, diversos y poco afortunados, es bueno recordar viejos planteamientos políticos que hicieron reflexionar profundamente a la comunidad; parece que de ellos nada se aprendió, y que se repite la historia.
El Centro de Estudios Políticos de Antioquia Cepa buscaba adelantar diálogos para enfrentar las crisis políticas, y para ello recibió el 28 de octubre de 1976 una comunicación del jefe del conservatismo progresista J. Emilio Valderrama, dirigida a sus directivas, en donde hacía unas reflexiones sobre política planteadas por el dirigente Darío Uribe Aristizábal.
Crisis de las Instituciones
Para nadie es extraño que el país padece hoy uno de los más delicados momentos de su historia. La crisis de las instituciones, acelerada sin duda por la debilidad del régimen y ante todo por la resignación de diferentes sectores nacionales que aceptan silenciosamente el “chamboneo” como expresión y sello del gobierno del señor presidente López. El carácter de nuestros grupos dirigentes ha desaparecido o se encuentra en calculado receso. Los partidos, que antes eran canales naturales del sistema democrático, se han convertido en escenarios de aplauso permanente, renunciando a su misión histórica de generar bien común desde el gobierno o contribuir con sus críticas a corregir las desviaciones del sistema.
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Los tres millones de votos
La historia colombiana no registra un momento más afortunado para un gobierno como aquel que rodeó al presidente López desde el mismo instante de su elección. Tres millones de votos constituyeron en un momento el mejor punto de partida para lograr el afianzamiento de las instituciones democráticas y canalizar el cambio en forma diferente a las equivocadas pretensiones de la extrema izquierda o de la extrema derecha. Los partidos, aplazando compromisos contraídos antes del debate presidencial, lo rodearon -una vez elegido- no obstante las dudas que el conservatismo abrigaba sobre el programa que lo llevó al poder. El Parlamento aceptó resignado la aplicación del Artículo 122 de la Constitución Nacional, y, lo que es peor, un grupo mayoritario del conservatismo, el denominado “oficialismo”, no tuvo observación alguna para los decretos que se derivaban de la aplicación de esa norma constitucional. El sector privado, en sus grupos más sensibles, como la industria -por ejemplo- aceptó sin réplica la Reforma Tributaria, y el sector del comercio, sin protesta alguna, encontró bien el aumento del impuesto a las ventas y posteriormente la política de la libre importación.
El pasado nos interroga: ¿tenemos que repetir los mismos hechos del pasado, o debemos dar nuevos giros al proceso político?