Quitándose la capucha

Autor: Darío Ruiz Gómez
19 marzo de 2018 - 12:10 AM

¿Por qué causa en Colombia el Partido Comunista escogió el horror de la lucha armada y se negó sistemáticamente a aceptar que el modelo estalinista se había derrumbado?

 

Me refiero a espías que por fidelidad fanática a una causa fueron capaces de traicionar a su país entregándole a la Unión Soviética, “Patria del proletariado”, secretos de gobierno, información bélica restringida. La excelente novela de John Banville, El intocable describe magistralmente lo que supone la traición a Inglaterra como decisión personal de un hombre culto, John Blunt, un gran historiador del arte. Lo mismo hicieron cinco distinguidos académicos. Y está la tarea de los llamados infiltrados, tarea que llevó a cabo con excelentes resultados el Partido Comunista apoyándose en un motivo psicológico, siempre la ciega lealtad a la Organización a nombre de la “causa proletaria”. Alger Hiss una figura prominente del gobierno de Roosevelt fue hallado culpable de estar al servicio del gobierno de la Unión Soviética. Si para los católicos Roma es su centro espiritual y para los musulmanes, La Meca, para los comunistas Moscú fue su centro único. Gilberto Vieira fundador de nuestro Partido Comunista respondió a todas las exigencias que Moscú le planteaba y casi todos los sobrevivientes del Comité Central consideraron a la Unión Soviética como su única patria. ¿Qué ha sucedido con ellos cuando el régimen estalinista se derrumbó y de la noche a la mañana se quedaron sin su patria proletaria? Como en el mundo, en Latinoamérica los Partidos Comunistas desaparecieron condenando abiertamente la lucha armada, en España Santiago Carrillo quien junto con Dolores Ibárruri vivió un largo exilio en Moscú se integró plenamente al proceso de la democracia aun cuando siempre lo persiguió el fantasma de la matanza de Paracuellos ejecutada por sus tropas durante la Guerra Civil. ¿Por qué causa en Colombia el Partido Comunista escogió el horror de la lucha armada y se negó sistemáticamente a aceptar que el modelo estalinista se había derrumbado y era necesario incorporarse a la construcción democrática de un país nuevo? ¿El negocio de la guerra? ¿No pertenece esta problemática al escenario de los grandes debates políticos que tuvieron lugar en el siglo XX? De lo que estamos hablando, seguiré insistiendo, es del porvenir de las libertades, del rescate de la educación manipulada en el sector público por asociaciones confesionales del viejo estalinismo, de lo que hablamos no es solamente del feminismo –una tautología- sino de las mujeres vejadas, abusadas, de los niños asesinados, de la tolerancia que nunca es una actitud pasiva, sino que requiere de la energía moral necesaria para señalar a la delincuencia disfrazada. La democracia no es una pugna entre politiqueros sino la defensa y afirmación de las instituciones republicanas agredidas hoy por un populismo de baja estofa y la ya declarada censura contra quienes piensan diferente al establishment.

Lea también: El desgaste ideológico

¿Hemos sobrepasado el terror, el desplazamiento, la pesadilla del narcotráfico? ¿Alguien leyó alguna vez una sola nota de protesta de los Verdes condenando los atentados terroristas contra el medio ambiente? El yihadismo iraní que acogió Chávez y protege Maduro está instalado aquí desde hace tiempos. ¡Ah! pero empecé hablando de espías e infiltrados porque precisamente me sigo preguntando si ciertos personajes que aparecen en las listas de los Verdes, del Polo y naturalmente del petrismo nos creen tan ingenuos que pretenden esconder su “secreta militancia revolucionaria”. Las argucias desgastadas de la infiltración son despojadas de sus máscaras por una democracia abierta.

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Comentarios:

augusto
augusto
2018-03-19 09:26:21
La moneda tiene dos caras, su dueño gana con las dos, con el cuento de que con cara gana él y con sello pierden los demás. Esa dos caras son capitalismo y comunismo, con los que entretienen a la humanidad para que no se de cuenta del engaño. darse cuenta es alejarse de todo eso que daña a la humanidad, porque lo que no aprende por las buenas le toca aprenderlo por las malas.

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