Finalizando el 2019 la Fundación Universitaria Bellas Artes realizó la última muestra de grado del año en la Cámara de Comercio sede Aburrá Norte, donde presentó un conjunto de nuevos artistas interesados en cuestionar los estatutos de algunos rasgos definitorios sobre la conducta humana.
De vez en cuando, solemos tener la impresión de que estamos saturados de intenciones, imágenes, objetos y acciones que exigen incluirse dentro de una esfera estética y retórica que “debería” transformar todas esas cosas en “obras arte”. Las academias por su parte, son las encargadas de alimentar no solo la necesidad de tener una habilidad técnica más o menos destacable para que aquello que reclama su nombre como arte no se limite a ser una tosca manualidad o una burda mercancía, sino que haya en aquello, un sentido más profundo donde se conjuguen el saber armonizar la responsabilidad de ser y saberse en el mundo y la curiosidad dinámica del intelecto para producir imágenes, objetos o acciones con la cualidad indispensable de la sensibilidad poética, para que solo quizás, puedan ser consideradas como arte.
Finalizando 2019, la Fundación Universitaria Bellas Artes realizó la última muestra de trabajos de grado del año en la Cámara de Comercio sede Aburrá Norte, donde presentó un conjunto de nuevos artistas interesados en cuestionar los estatutos de algunos rasgos definitorios sobre la conducta humana. "Los artistas presentan posiciones críticas respecto a la idea de participación y de poder, dan gran relevancia en los temas investigados al accionar colectivo que genera repercusiones reales sobre lo tangible”, escribió Egda Ruby García, decana de la facultad. En este sentido, encontramos pertinentes trabajos sobre las tensiones generadas por los conflictos sociales en los territorios, con piezas como El indio dormido de Pablo Andrés González; investigaciones que buscan rescatar las huellas del patrimonio a través de la memoria arquitectónica del municipio de Rionegro de la mano de la artista Luisa Aristizábal; indagaciones críticas sobre el mundo del mercado inmobiliario y cómo éste usa las representaciones arquitectónicas con medidas alejadas de la realidad con el fin de seducir a los compradores, elaboradas por Estefanía Soto; reflexiones que cuestionan algunas formas patológicas de comportamiento como la ludopatía y su impacto a nivel cultural y personal en el trabajo de la artista Lina Giraldo; así como un profundo proceso que desmantela cómo el desarrollo y la industrialización avanzada han borrado las formas de producción artesanal y los procesos manuales y ancestrales de los trapiches, en el trabajo de Yuliana Bustamante.
El indio dormido, obra de Pablo Andrés González
Así mismo, Valentina López en su propuesta Biblioteca de vidas se interesa por el sentido del tiempo y el paso de los años en la condición de la vida humana, llevándola a realizar un interesante estudio de vida para los habitantes de la ciudad de Medellín. Por su parte, ocupado en la necesidad de reflexionar más a fondo sobre la relación del hombre con la naturaleza, especialmente con los animales, Yeison Fierro señala cómo el hombre en su inmensa soberbia abusa de otras especies sometiéndolas a maltratos, a comercializarlas de manera ilegal y al abandono. Finalmente, en este grupo de estudiantes, el trabajo de Beatriz Elena Cadavid se puede comprender como una indagación sobre sí misma a través del proceso creativo; en este sentido, los medios utilizados como sus dibujos con lana son una posibilidad de conocimiento y aprendizaje sobre su mundo personal.
Reconservar, obra de Luisa Aristizábal
Finalmente, vale la pena llamar la atención tanto a los estudiantes como a la Cámara de Comercio dado que, siendo una buena muestra de grado, la Sala se encontraba en regulares condiciones de limpieza y algunas obras estaban dañadas o fuera de lugar. Es justo que recordemos que los artistas son dueños de sus obras en todo momento de la exposición y es su responsabilidad velar por su buen funcionamiento en la muestra, y es también responsabilidad de los espacios expositivos tener un mínimo de vigilancia y de cuidado con las piezas que se exponen. El arte pues, es un asunto de respeto, y quien también merece una cuota justa de ese respeto, es el espectador.
La muestra estará abierta al público hasta el próximo 7 de febrero.
Flor imperial, obra de Lina Giraldo