Se preguntará uno si la iniciativa es acelerar, dinamizar la economía de una ciudad, traer avances de última tecnología tanto en ciencia como en servicios, o si solo se ve para generar única y exclusivamente dinero y no aprender de lo que la tecnología trae.
POR JUAN MANUEL CASTAÑEDA JIMÉNEZ*
Cuando hablamos de revolución o revoluciones, inmediatamente lo asociamos a rebeldía, tal vez, en algo tiene que ver una sociedad que implanta lenguajes hechos costumbres y los introduce en diversas posturas; por ejemplo, cuando se habla de revolución está: dejar el miedo y rebelarse a lo establecido, o cambiar realidades que parecen inmóviles. Para ser más preciso y hablando de lo nuestro, en Colombia ha prevalecido más el miedo a la revolución, que el auge por el progreso, -claro que se puede justificar por situaciones violentas o de mínimas oportunidades-, pero no se justifica como nuestros gobernantes quieren mantener el poder al como sea, y hacen que en nuestro país el soñar no sea una opción, pues, eso que es gratis, se limite y haya hasta mediocridad para soñar en grande.
Hoy nuestro “presidente” avizora un futuro avasallador con la cuarta revolución industrial, y dice que se puede soñar con cualquier emprendimiento y más si es tecnológico. Además, anuncios de grandes inversiones e inmensos esfuerzos para que Medellín lidere esta iniciativa, augura buena cara para lo que viene y promete un mejor porvenir para la sociedad, pero no se menciona el cómo se está llegando a esa revolución y el papel de la educación para formar a los “aclamados revolucionarios del mañana.”
Lo paradójico del asunto es que se sueña en construir una ciudad o un país capaz de autosostenerse bajo parámetros inteligentes, con enfoques en la actualización e intercambio de datos, además de controlar bajo sistemas tecnológicos procesos físicos que ayuden a una toma de decisiones descentralizadas, pero no se sueña con cómo hay que formar a la gente para que la revolución llegue y no sea una promesa más en la cual, grandes sumas de dinero no queden en un despilfarro y un empobrecimiento para una ciudad. Precisamente uno de los escollos a superar es esa falta de capacitación o talento humano para enfrentar el reto que demanda la economía 4.0, de hecho, con datos suministrados por Proantioquia, Antioquia ocupa el noveno lugar en el país en cantidad de jóvenes que eligen estudiar carreras STEM, es decir, aquellas relacionadas con ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas; que aportaría más a dicho objetivo.
Ante la demanda que surge respecto a liderar dicha revolución industrial, no se tiene en cuenta la baja cantidad de jóvenes que eligen un programa técnico o tecnológico, (dado que esto podría ayudar un poco en ir implementando y capacitando en esa 4R), también hay falta de oferta para los programas en mención que se requiere para que la ciudad marche a la revolución deseada, es decir, hay carencia tanto en demanda como en oferta, y la educación impartida no apuntala si quiera a que los futuros revolucionarios vean con buenos ojos optar por la ciencia y la tecnología.
A ello se le suma la falta de infraestructura educativa tanto en niveles básicos y secundarios, como también en niveles universitarios o superiores, pues según Proantioquia: el 36% es la tasa de cobertura bruta en educación superior en Antioquia, 68 de los 125 municipios de Antioquia no tiene solidez económica, y el 53% de los departamentos de Colombia tienen desempeño bajo en producción de conocimiento y tecnología.
Ante la falta de capacitación y la falta de oportunidades para acceder a la educación, aquella revolución que nos quieren vender, parece ser un negocio para unos pocos, (los que posean más), y negocios sumamente lucrativos para aquellos inversionistas extranjeros que no invierten, sino que ganan, pues ven en esta iniciativa, un abaratamiento de costos y un saber no precisamente bien implementado.
También surgen preguntas respecto a la educación y por lo que se hizo en las calles el año pasado exigiendo dignidad y un mejor presupuesto para esta, dado que con la revolución en marcha y aunque suene contradictorio con la baja cantidad de personas que eligen un programa técnico o tecnológico, se intenta dinamizar la educación y viendo aquellas instituciones superiores con programas tecnológicos como la panacea de esta iniciativa que “augura un mejor mañana,” viendo en las carreras profesionales como algo de perder tiempo, y dentro de este contexto de progreso y capitalista, se pierde dinero; por ello aquella frase de mal gusto que estriba en que: “lo maluco también es bueno,” esto en alusión que se debe aprovechar al como sea el intento de la ciudad al hacer parte de la cuarta revolución industrial, y no verlo como algo de aceleración hacía un futuro prometedor, sino que ante lo dado sacar ventaja y dinero de lo que se presenta.
Ni el SENA, caracterizado por su gratuidad y capacitación en temas que conciernen en materia económica al país tiene la infraestructura para formar lo que hoy se demanda, y una Universidad, más si es pública, tampoco cuenta con el aval porque según los “académicos” del caso, se pierde mucho tiempo realizando una carrera profesional que luego es traducido a perder mucho dinero.
La cuarta revolución industrial parece tener buena iniciativa, más no en formación; mucho menos en la infraestructura que se requiere, pues la educación sigue sin importarle al país que piensa que el conocimiento está ligado a un profesor, un pizarrón y marcador. Nunca ven el trasfondo de lo que se puede hacer si la educación se viera como ese catalizador del buen cambio para una sociedad, dado que, con ella, hay investigación, avance en todo tipo de temas: desde ciencias médicas, así como exactas, hasta humanidades y resolución de conflictos. Se preguntará uno si la iniciativa es acelerar, dinamizar la economía de una ciudad, traer avances de última tecnología tanto en ciencia como en servicios, o si solo se ve para generar única y exclusivamente dinero y no aprender de lo que la tecnología trae.
Hoy hay una revolución que no tiene eco, pues aquell@s revolucionari@s están lidiando con otras situaciones que el Estado no ha sido capaz de lidiar como lo es la violencia, mientras no esté esa buena voluntad de introducir la educación superior pública como un proyecto de Estado-Nación, las ciudades grandes de Colombia con sus problemas mutados de formas inimaginables seguirán tragando a sus gentes, y nos seguirán privando de los futuros Adolfo Llinás, Francisco Lopera, Julián de Zubiría, Manuel E. Patarroyo, Julio Garavito Armero, Jaime Garzón, Gabriel G. Márquez etc.. Que en lo poco han salido personajes grandiosos y sin necesidad de una recompensa, ahora: ¿cuántos más si como eje fundamental se amalgama de buena forma la educación con este proyecto como lo es la Economía 4.0, o revolución industrial?
*Estudiante, Filosofía UDEA