Al implementarse la ley 100 de 1993 ha traído no pacientes, sino dinero, y una deshumanización naturalizada en todo el sistema
Juan Manuel Castañeda*
Si buscamos la definición de Salud nos vamos a encontrar con lo siguiente: Estado en que un ser u organismo vivo no tiene ninguna lesión ni padece ninguna enfermedad y ejerce con normalidad todas sus funciones. Pero ¿qué dice en nuestra constitución?, artículo 49: “La atención de la salud y el saneamiento ambiental son servicios públicos a cargo del Estado. Se garantiza a todas las personas el acceso a los servicios de promoción, protección y recuperación de la salud. Corresponde al Estado organizar, dirigir y reglamentar la prestación de servicios de salud a los habitantes y de saneamiento ambiental conforme a los principios de eficiencia, universalidad y solidaridad. También, establecer las políticas para la prestación de servicios de salud por entidades privadas, y ejercer su vigilancia y control. Así mismo, establecer las competencias de la Nación, las entidades territoriales y los particulares, y determinar los aportes a su cargo en los términos y condiciones señalados en la ley. Los servicios de salud se organizarán en forma descentralizada, por niveles de atención y con participación de la comunidad. La ley señalará los términos en los cuales la atención básica para todos los habitantes será gratuita y obligatoria. Toda persona tiene el deber de procurar el cuidado integral de su salud y la de su comunidad.”
Todo suena sumamente altruista que, pasando a lo fáctico, al implementarse la ley 100 de 1993 ha traído no pacientes, sino dinero, y una deshumanización naturalizada en todo el sistema, empezando por historias de quienes tienen Sisbén nivel 1 que, al solicitar una cita médica se convierte en una odisea para obtenerla, o de quienes, en lo más básico de prevención como un control hipertenso, se les demora más de 5 meses en obtener su chequeo, perjudicando así su bienestar. Ni hablar de aquel colombiano del común que tienen EPS o Sisbén, quienes esperan una cita con un especialista para que al cabo de 6 y 8 meses tengan su anhelada cita que puede depender su vida, o los que esperan operaciones de alto riesgo. Es paradójico que en los sistemas de salud donde deba haber mayor humanidad, lo que hay es una deshumanización y un cumplir por cumplir ante una verdadera prevención para que se pueda salir de un atraso, pues aquel que pueden tratar de manera adecuada, quien quita que tenga la cura para alguna patología que afecten a diario a esta humanidad.
Lo aberrante del caso, es aquella ley 100 en la cual: “garantizan cobertura, eficiencia en los canales de atención y sobre todo practicidad”, pero no mencionan que se convirtió un negocio cuyos administradores son las EPS, quienes obtienen mayor ganancia mientras inviertan menos en sistemas de salud, generando ese caos moral, aunque ya no tanto; perdieron la vergüenza y, parece que entre más se niegue cobertura en estudios especializados y más trabas se implementen, mayor beneficio se obtendrá del sector salud.
Ya se sabe porque los tiempos tan extensos, y por qué los mil y un trámites para una cirugía de alto riesgo, o un examen de alto impacto, o un medicamento de carácter urgente. Por lo menos si hubiera un buen uso de esa prevención, como si lo hay en países como: Japón, Finlandia, Suecia, Noruega, (por demás ejemplos), y se piense en pro de la gente, de ese colectivo, se podría alegrar y traer progresos a muchas personas; en consecuencia, un cuerpo enfermo, es un cuerpo que va perdiendo lucidez y sobre todo motivación. Hoy en Colombia muchas enfermedades son perfectamente curables, lastimosamente nuestro sistema de salud ha traído más pesares que aires de cambio, todo derivado en aquel imperativo del dinero.
Ahora ante la deshumanización, los médicos entran en ese sistema de salud mal manejado por nuestro estado, parecen no cambiar realidades, ceñirse bajo lineamientos de cada entidad de salud donde laboran, como en una rutina (citas) de 20 minutos, apenas alcanzan a ver al paciente y, “un computador” tiene la receta para ese “dolorcito de cabeza, para esa opresión en el pecho, para ese dolor de estómago y para esas articulaciones,” como a la hora de mandar exámenes, se hacen los de la vista gorda para no revisarlos, y decir que, (ante lo difícil que es acceder a una cita médica), hay que pedir una nueva para la revisión de ellos, ¿cuál es la pasión por ayudar a la gente?, pues muchos lo expresan cuando escogen dicha carrera, pero en nuestro contexto y en suma, la salud no goza de buena salud. Un sistema inequitativo y con prioridades, donde el que posea más, tiene mejor capacidad para recibir la atención oportuna, y donde el no tan afortunado ya la salud pasa a ser esa metafísica donde la fe es una lucha diaria y constante.
En contexto:
¿Qué pasa con nuestra salud? R/=
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Lo vivido en el mes de diciembre de 2018 en el hospital León XIII en que reclamaron por los justos sueldos, pone en evidencia lo que se refleja en la salud, primero porque es obvio que de algo hay que comer, pero exigieron más que todo su sueldo, pero no un sistema de salud digno tal cual como lo hace reflejar el artículo 49 de nuestra Constitución. Somos conscientes de que, si no ponemos de nuestra parte, el sistema actual de salud seguirá desgarrando sueños, pues ya no pasó de ser crítica la situación, sino a ser dolorosa ante la inclemencia esperando esa atención oportuna.
*Estudiante de maestría en Ciencia Política, Universidad de Antioquia