Cabe preguntar cómo es posible que una EPS como Coomeva, abocada a una crisis financiera que la tiene casi en la quiebra y a cuyos pacientes se les niega el acetaminofén, puede darse el lujo y el derroche de dilapidar sus recursos en publicidad televisiva
¿Cuántos años faltarán para que los colombianos puedan brindar al unísono y plenamente convencidos de la realidad, con ese sustantivo que, convertido en animosa interjección, suele emplearse para destacar que algo a alguien marcha por la senda del éxito?
Eso será posible cuando un gobierno se ponga los pantalones y deje de ser cómplice, impida que las EPS inviertan más de lo permitido en la parte operativa desatendiendo la norma que los obliga, en lugar de dedicarse a buscar rendimientos financieros con la plata de los ciudadanos.
Porque en esta actividad equivocada que ejecutan a rajatabla los abusivos negociantes que llegan a dirigir esas entidades, está el génesis de lo que al final se convierte en el desastre absoluto del sistema de salud, con sus mortales consecuencias para todos los ciudadanos.
De ahí la rebatiña, que no competencia sana, por tener cada día más pacientes y allegar así la correspondiente capitación: a más pacientes más dinero para maniobrar en el mundo financiero, donde la atención se centra en el rendimiento del capital y no en donde debiera estar: el ser humano.
En relación con lo anterior, cabe preguntar cómo es posible que una EPS como Coomeva, abocada a una crisis financiera que la tiene casi en la quiebra y a cuyos pacientes se les niega el acetaminofén, puede darse el lujo y el derroche de dilapidar sus recursos en publicidad televisiva para promocionar su entidad financiera.
Lo anterior, inaudito en cualquier nación medianamente preocupada por sus habitantes en materia tan fundamental como la salud, se da como si nada, mientras el ministro de salud, la Superintendencia del ramo y demás funcionarios que tendrían que actuar para impedir semejante crimen, pasan de agache y confirman con su dejadez y desidia, la inutilidad de la burocracia.
Aunque suene a repetición de la repetidera y se convierta en algo así como llover sobre mojado, merece citarse y recomendarse en estas líneas un vigoroso y valiente escrito de la doctora Natalia María Schroeder Lanao, hallable por fortuna en el universal Google, que deja en plena desnudez eso que llaman sistema de salud colombiano.
Lean como narra esta abnegada profesional el calvario que padece ante la presión de una EPS para que dé el alta a un paciente: “Si le doy alta al paciente es probable que el examen que solicité no lo hagan hasta dentro de 3, 4 o 6 meses. La cita de control no le será asignada hasta dentro de 8 meses. Las terapias no las van a hacer porque no hay disponibilidad de agenda y el medicamento seguramente no se lo van a dar porque no hay o no tiene “registro Invima” para la patología del paciente, o algo se inventan. Yo no estoy inventando, es la realidad de todos los pacientes día con día”.
En su escrito titulado Por qué apoyo el paro, la doctora Schroeder expone sus crudas vivencias como profesional de la medicina, y concluye que “la salud se volvió un negocio hace mucho rato. De hecho los que negocian con la salud son los mismos que se roban la plata de los colombianos enfermos, los que hacen que los pacientes se mueran por falta de medicamentos, por no autorizar cirugía, por no permitir que accedan a los médicos especialistas y después por TV gritan NEGLIGENCIA MEDICA…Y la gente del común termina convencida de eso”.
El caso de esta profesional que tuvo el valor de poner en las redes la catastrófica situación asumiendo los costos que eso le pueda acarrear, se repite por centenares con sus colegas, y ni que decir con los sufridos usuarios de las EPS.
TWITERCITO: A todas estas, ¿cómo irán los negocios que mantienen los vividores de la salud con la plata del míster?