En un rincón de mi corazón, está el periódico EL MUNDO. Gracias y mil gracias.
Si señores, se acabó EL MUNDO. Ese periódico paisa abierto y liberal, escuela de muchos periodistas, columnistas y reporteros. No puedo hablarles mucho de la historia del periódico, la verdad es que ésta es desconocida para mi, lo cierto es que, en estas 73 semanas, ininterrumpidamente escribí una columna de opinión, casi siempre sobre la educación superior en Colombia, mi propia mirada y, el pensamiento cotidiano se fue plasmando en la columna. El pasado 31 de julio, en medio de las reuniones virtuales, que por estos días se han multiplicado, llegó un mensaje al grupo de WhatsApp que los columnistas teníamos donde la directora del periódico nos pedía que leyéramos el comunicado donde se anunciaba el cierre del periódico. Automáticamente me atreví a escribir y, como lo haría un buen líder, su parte fue de tranquilidad: “Vamos a suspender por un tiempo las actividades”, me dijo entre un sentimiento de dolor y optimismo. En verdad, eso espero Luz María. Espero que sea algo temporal, que esta sociedad entienda lo que pierde y que realmente ese sentimiento del dolor que sentimos hoy, sea nuestro impulso para poder retomar, como sea, el futuro de nuestro periódico El Mundo.
Cuando estas cosas ocurren en nuestro país, es la democracia la que duele, es la sociedad la que pierde. En el siglo XVIII cuando surge “el periódico”, el mundo venía atravesando profundas crisis. Se necesitaba de un periódico para contarle a la sociedad lo que estaba pasando, cómo se estaba pensando el mundo y qué juicio crítico se podía construir. El mundo ha necesitado de los periódicos para reflejar en ellos la sociedad en la que vivimos. Si se acaba el periódico, pues sencillamente se acaba el reflejo y esto es muy grave, sus consecuencias son atroces. Esta columna hoy no va a ser publicada en el periódico, sin embargo, como todos los lunes la quiero compartir con las personas más cercanas, aquellos con los que me he tropezado en la vida. Será publicada en mis redes sociales y en la de aquellos que con generosidad intelectual le dan compartir. Esta, no es la última columna que escribo, sin duda no lo es, pero sí es la última en esta parte de la historia del periódico EL MUNDO. Dios quiera, que este tiempo de pausa no sea muy largo, que la sociedad entienda lo que implica cerrar el periódico y que, en un futuro, ojalá no muy lejano, este pueda resurgir y, como título de la que espero sea la columna número 74 se diga: “La resurrección de EL MUNDO”.
Quiero aprovechar esta oportunidad para manifestar inmensamente mi agradecimiento con el periódico, quienes trabajaron en él, sus dueños y su directora, quienes me acogieron, quienes leyeron también mis columnas. A los lectores, que sin proponérmelo resultaron ser muchos. En un rincón de mi corazón, está el periódico EL MUNDO. Gracias y mil gracias. EL MUNDO se acaba, y los que somos parte de él nos duele su cierre. Cuando entre líneas y teclas el universo nos conecta, quien lee como quien escribe hacen una profesión de fe en una humanidad que, a pesar de la barbarie, de su propia limitación, la imaginación se convierte en el principal activo, los mundos escritos e imaginados son posibles y la sociedad encuentra un lugar de encuentro con ella misma, con ese reflejo, con su propia realidad. Hasta hace una semana no sabía que lo que estaba escribiendo sería mi última columna en el periódico. Esta no es más sino el colofón de las 73 escritas, semana a semana.