En muchos casos estas políticas de municipios y departamentos son tratados en forma aislada; por eso requieren esfuerzos de integración regional.
El eje cafetero es más que un destino turístico, para probar un buen café y contemplar sus paisajes. Es una región llena de posibilidades que, gracias al liderazgo colectivo de varios gobernadores, busca avanzar en mega proyectos estratégicos de alto impacto para un nuevo ordenamiento territorial entre Caldas, Risaralda y Quindío.
Desde 1991, nuestra Constitución incluyó al Ordenamiento Territorial como un problema nacional que demanda tratamiento prioritario. Esto si tenemos en cuenta, no solo el problema de centralizar en la capital decisiones de impacto local, sino también, el hecho de que solucionar asuntos de seguridad, movilidad, educación y en general asuntos relacionados con la calidad de vida de los ciudadanos.
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En muchos casos estas políticas de municipios y departamentos son tratados en forma aislada; por eso requieren esfuerzos de integración regional. Por esa razón, la Constitución de 1991 creó las regiones administrativas y de planificación (RAP). Es decir, esquemas de asociación dirigidos a planear estratégicamente el espacio geográfico y coordinar la oferta institucional del territorio. Colombia, aunque es una república unitaria, es esencialmente descentralizada y sus entidades territoriales gozan formalmente del derecho a ser autónomas. Sin embargo, es visible la reticencia de los gobiernos nacionales al reconocimiento de este principio.
Por esta razón, cobra especial valor la iniciativa de crear la RAP del eje cafetero; pues se trata de un proceso que busca superar las fronteras de cada departamento y promover su integración en temas vitales como el medio ambiente y el turismo. La RAP es una herramienta para impulsar el desarrollo agroindustrial, el paisaje cultural cafetero, la universidad regional y la vía al mar.
La realidad de nuestro país nos muestra que hoy somos una entidad integrada y no una colección de municipios aislados. Por eso, las regiones se convierten en una forma de dar respuesta a las necesidades de las comunidades, históricamente marginadas de los procesos de desarrollo. Aquí recuerdo al sociólogo Fals Borda que afirmó que las Provincias y Regiones eran definitivamente una contribución a la paz y al progreso de nuestro país porque articulaban una visión que permite resolver problemas que los Municipios y Departamentos solos, son incapaces de resolver. Hay que apostarle a la descentralización y entender que no solo se materializa en la escogencia de autoridades propias sino, sobre todo, en una reorganización territorial que permita establecer normas, la gestión de intereses y la administración de sus recursos