Ni en el país ni en la empresa necesitamos un papá. A nivel país necesitamos un Presidente idóneo. En su debida proporción, en la empresa no necesitamos un papá, sino un gerente
Dice Wikipedia que el paternalismo es “la actitud de la persona que aplica las formas de autoridad y protección, propios del padre en la familia tradicional, a otro tipo de relaciones sociales, políticas y laborales, entre otras tantas”.
En un país con deficiencias educativas y por ende culturales como Colombia, es normal que el común de las personas, no solamente sean incultas, sino además inseguras, lo que es aprovechado por algunas personas, qué partiendo de su buena fe y voluntad, pretenden protegerlos, cuidarlos, orientarlos o manipularlos, alrededor del miedo, el odio o la esperanza, como si entre ellos existiera una relación parental, lo cual resulta no solamente subjetivo, sino además, emotivo, con una alta dosis de dependencia no necesariamente justificable hacia la figura cuasi paterna.
¿Cómo ve el hijo al padre? En una familia tradicional, el padre es la figura casi siempre distante, que genera respeto, que impone las normas, que resuelve los problemas y genera el sustento. A él se debe gratitud, obediencia y sumisión.
Sin embargo, el concepto de familia tradicional se ha venido modificando de cara a las nuevas realidades, lo que obviamente transforma la idea de padre y de la relación existente entre padres e hijos.
En la vida real, a nivel social, existen referentes tradicionales como el sacerdote, el médico, el maestro, el juez, el policía, las personas mayores, entre otros varios, que influyen enormemente en la orientación de la vida de la mayoría de las personas, hasta el momento presente, ya que a partir de hace algunos decenios estas referencias han venido siendo modificadas y revaluadas.
En lo político y lo económico, el gamonal, el patrón, el don, dominan el escenario y los ciudadanos promedio y los de más bajo nivel académico e intelectual, los ven como sus papás, sus referentes, sus salvadores, las personas adecuadas para que les digan que pensar, que hacer, cómo actuar y en qué creer y sobre todo a quien obedecer sin tener que pensar mucho. No quiere decir que entre personas educadas no existan quienes jueguen al juego del paternalismo, para que el “padre por conveniencia” se considere satisfecho, siempre y cuando este padre les facilite el logro de sus objetivos e intereses particulares.
En el mundo empresarial muchas veces la personalidad y las preferencias del dueño o los dueños, se confunden con la cultura organizacional. La proximidad al más alto y último nivel de la toma de decisiones muchas veces trastoca el orden natural de las cosas e informaliza y relativiza el concepto de autoridad que se vuelve más próximo y por qué no, más manipulable. Al no tener ante quien responder, el dueño decide y no requiere ni de políticas, ni de procesos, ni de procedimientos, haciendo que el ambiente empresarial sea más bien próximo a un ambiente de negocio.
Ni en el país ni en la empresa necesitamos un papá. A nivel país necesitamos un Presidente idóneo, con carácter y que con su liderazgo nos comprometa a todos y nos una alrededor de causas comunes. En su debida proporción, en la empresa no necesitamos un papá, sino un gerente qué, a partir del respeto, la claridad de objetivos y la buena relación con los distintos públicos de interés, sea capaz de sacar adelante los propósitos y los objetivos organizacionales.
Insistimos en la conveniencia de dotar a Medellín de un adecuado Centro de Espectáculos, de un Autódromo que cumpla con las normas internacionales y un Velódromo cubierto.