No hay que esperar el nuevo año para tomar decisiones, todos los días más que prometer hay que actuar
Si algún tema se repite antes de finalizar cada año es el de los propósitos o resoluciones. Casi todos coinciden en el deseo común de que el que venga sea mejor, con más prosperidad, paz y bienestar. Este 2017 ha sido un año en el que han sucedido situaciones a nivel mundial conflictivas, polarizadas y coyunturales. Por eso algunos cuentan las escasas horas que faltan para decirle adiós con la esperanza de que en el que comienza ocurran milagros.
Más que una lista de propósitos personales y hacer una rendición de cuentas de lo que se dejó de hacer, lo que debe definirse es lo que aportará cada uno para mejorar la convivencia y la calidad de vida en el entorno en el que subsiste.
Si se hace un recorrido por los entornos políticos de muchos de los países, el panorama es lamentable, crisis humanitarias que dejan millones de víctimas, siendo los niños los más afectados no sólo por situaciones de violencia y conflictos armados, sino por consecuencias como la desnutrición, necesidades básicas no cubiertas y abandono.
En el primer trimestre de este año que se va, el jefe de ayuda humanitaria de Naciones Unidas, Stephen O'Brien, afirmaba que el mundo se enfrentaba ahora a la mayor crisis humanitaria después de la Segunda Guerra Mundial, con más de 20 millones de personas con inanición o hambruna.
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Sistemas democráticos vulnerables que evidencian la falta de gobernabilidad y los niveles de corrupción que están provocando crisis económicas en los gobiernos que no tienen la capacidad de atender las necesidades básicas de sus ciudadanos.
El tema de la salud no sale bien librado tampoco, la mental es la que más riesgos presenta. Hace menos de 2 meses en la celebración del día Mundial de la Salud Mental, se revelaba que más de 300 millones de personas en el mundo sufren de depresión y más de 260 millones tienen trastornos de ansiedad. Según la Organización Mundial de la Salud, muchos de los pacientes sufren de ambos trastornos debido al acelerado ritmo de vida que exige el mundo actual.
Este año comenzó con más de 65 millones de personas desplazadas de manera forzosa por conflictos, violencia y persecución por 87 casos de tensión en el mundo, algunos por conflictos internos, otros entre países como la de la península coreana por las acciones de Corea del Norte; y la gran mayoría de situaciones tensas están relacionadas con oposición a las políticas de los gobiernos como es el caso de Venezuela.
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Más de 30 procesos y negociaciones de paz avanzaron o se consolidaron en el mundo, entre ellos el de Colombia, catalogado histórico por otras naciones y reconocido con un Nobel, pero con el desacuerdo y la resignación de muchos colombianos.
Un nuevo mandatario estadounidense que ha puesto nuevamente el tema de las migraciones en la agenda pública.
Suficientes temas para tener en cuenta en el conteo regresivo anual que más que un motivo de celebración, debe ser una excusa para reflexionar y cuestionarse sobre las grandes resoluciones que como ciudadanos de este convulsionado mundo, se deben adoptar para intentar seguir sobreviviendo en mejores condiciones, por lo menos para tolerarnos más y separarnos menos. Por eso no hay que esperar el nuevo año para tomar decisiones, todos los días más que prometer hay que actuar. Que en el 2018 ocurran los milagros que la humanidad espera y necesita.