Entre muchos otros, dos abismos doctrinarios nos separan: el llamado internacionalismo proletario y la doctrina de la seguridad nacional y otras equivalentes.
Los abismos que nos separan a los colombianos son muchos pero me ha impactado el que tiene que ver con dos influyentes doctrinas. En primer lugar miremos el llamado internacionalismo proletario que tiene su origen en la visión marxista de la historia que surge en el siglo XIX. Su lema más divulgado ha sido: “Proletarios de todos los países uníos” explícito en el Manifiesto Comunista. En ese texto muy influyente en todo el siglo XX se afirma el postulado de la lucha de clases: “La historia de la humanidad ha sido la historia de la lucha de clases”; se reconoce el poder revolucionario que en su momento tuvo la burguesía y se la declara el enemigo. Es el proletariado el llamado a crear un nuevo orden mundial, y las clases medias, los artesanos, los agricultores, los pequeños industriales y comerciantes están llamados a unirse a esa clase que ha de derrotar a la burguesía y crear una sociedad y un hombre nuevo, una clase poderosa que destruirá el viejo orden mundial aboliendo la personalidad, la libertad y la independencia burguesas.
El proletariado se valdrá de variadas estrategias de lucha para ir despojando a la burguesía de todo su poder, eso incluirá la expropiación, la confiscación y la aniquilación de los estados nacionales. En el camino se utilizará la violencia y lo que sea necesario. A su planteamiento Marx y Engels lo llenan de exclusiones a todas las otras formas de socialismo, incluido el democrático, el utópico, el pequeño burgués y toda forma diferente de plantear el curso de la historia. El internacionalismo proletario se convirtió en doctrina y es el telón de fondo de muchas de las luchas sociales en América Latina desde comienzos del siglo XX hasta nuestros días.
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Frente a esta doctrina se desató una respuesta defensiva y agresiva de los norteamericanos. El Departamento de Estado y sus fuerzas militares desarrollaron una doctrina reactiva, hiperestésica que animó una cacería de rojos y comunistas, que llega hasta nuestros días revestida de ropajes varios; esa visión fue irrigada también a casi toda la cultura occidental en una suerte de reacción inmunizadora que ha afectado desde el desarrollo de las ciencias sociales hasta la industria del cine. Las doctrinas de la seguridad nacional, la seguridad democrática o el macartismo son sólo formas varias de una reacción de proporciones enormes que ha acompañado el adoctrinamiento de los ejércitos aliados, la guerra fría y un pulso internacional que no cesa.
Esos dos frentes ideológicos y doctrinales animarán parte sustantiva del debate electoral en curso. ¿Es posible un puente en democracia y vida civil? El puente no es solo de ideas entre doctrinas que se excluyen. Millones de colombianos han sido desplazados y están excluidos de casi todo. Por ello el alto en ese camino de crueldad, oprobio y alineamiento de las fuerzas recalcitrantes merece la atención a un puente resquebrajado pero posible. Esos millones de excluidos volverán a alimentar la guerra pues lo han perdido casi todo. Por supuesto que también los defensores actuales de la doctrina de la seguridad insisten en que ningún puente entre dos visiones será duradero, las FARC y la insurrección siempre podrán destruirlo desde sus convicciones y su visión de la historia mundial. ¿Es posible un puente? Es una construcción muy exigente pues ambas doctrinas han propiciado excesos descomunales de violencia, crueldad y horror.
Los estudiosos de la naturaleza humana y lectores de ciencias sociales saben que la violencia entraña una espiral ascendente que multiplica el daño. Y creo que para ser una nación viable hay que construir la democracia, es tarea pendiente. Y hay que asumir el riesgo de que ningún puente sea posible y una de las dos doctrinas sea hegemónica o dominante. Las próximas elecciones nos darán señales para una respuesta posible.