Lo más fácil y popular era continuar con la política de la seguridad democrática, enfrentando militarmente a un enemigo que no se pudo doblegar
Con la dejación de las armas de la guerrilla más antigua de Latinoamérica y la incorporación de sus hombres a la vida civil y política del país, se pasa la página de más de cincuenta años de confrontación armada violenta sufrida por los colombianos. Lastimosamente la desaparición de las farc como grupo armado, coincidió con el inicio de las campañas políticas para la elección del nuevo presidente de los colombianos, lo que no ha permitido apreciar el valor del actual momento histórico por el que se atraviesa. Tengo plena convicción de que una vez superado el proceso de elección del próximo presidente de Colombia (período 2018-2022) se podrá decantar el nuevo escenario institucional y se podrá apreciar los frutos que trae vivir en un país sin una guerrilla de la naturaleza de las farc.
Incluso en el escenario en donde la presidencia quede en manos de los partidos o candidatos que han prometido hacer “trizas los acuerdos”, o de manera más reflexiva, han manifestado su decisión de hacer ajustes a los mismos, éstos no tendrán otra salida que la del compromiso con el país y con la constitución, avanzando en la construcción un “país de consensos”, en donde “quepamos todos”, como lo manifestó recientemente el senador del Centro Democrático Iván Duque.
Encuentre aquí el artículo referido: http://www.elmundo.com/noticia/Precandidato-uribista-Ivan-Duque-no-busca-hacer-trizas-proceso-de-paz/354474
Llegados a este momento histórico quiero hacer un reconocimiento al presidente Juan Manuel Santos como principal artífice de este acontecimiento nacional, a pesar de haber acabado con su capital político y posiblemente salir como uno de los presidentes más impopulares de la historia reciente de Colombia. Como lo dice Ariel Ávila, columnista de Semana, tal vez lo más fácil y popular era continuar con la política de la seguridad democrática, enfrentando militarmente a un enemigo que no se pudo doblegar, aumentando el número de víctimas, desplazados y secuestrados. En esta lógica de la guerra no hay presupuesto nacional suficiente para armar a las fuerzas militares, pero al mismo tiempo no existe forma alguna de compensar a las víctimas, mayoritariamente ubicadas en la Colombia rural, por la desaparición de sus seres queridos o el despojo de sus propiedades.
La ilusión de un nuevo país con una agenda dedicada a la educación, al bienestar social, a la derrota de la pobreza y con menores niveles en inequidad social, es en lo que nos deberíamos empeñar de aquí en adelante. Afortunadamente ya los diferentes candidatos a la presidencia comienzan a manifestar que la agenda del futuro presidente no debería concentrarse en el tema de paz, sino en los desafíos que enfrenta la economía en el inmediato futuro y en cómo vencer el fenómeno de la corrupción, principal problema que enfrenta la nación.
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Como ciudadano que no milito en algún partido político y comprometido con un país mejor educado, manifiesto mi reconocimiento al actual gobierno que logró consolidar un compromiso de campaña y que nos entregará un país con un grupo violento menos, lo que ha permitido que las cifras de personas muertas o desplazadas de sus territorios, producto de la confrontación armada, disminuyan dramáticamente. Este trascendental acontecimiento es suficiente para manifestar mi gratitud al señor presidente y a su equipo de gobierno.
PD: Esta es mi columna número 100; mis sinceros agradecimientos al equipo directivo de El Mundo por su invitación para escribir en el periódico columnas de opinión sobre el acontecer de la educación y temas relacionados. Puedo expresar con toda sinceridad que el periódico siempre ha sido respetuoso de mis posturas, algunas de las cuales probablemente no comparta, pero que permite difundirlas con un amplio espíritu liberal.