Homilía del domingo 20 de agosto, a propósito de la necesidad, las víctimas y la justicia.
En la segunda lectura Pablo continúa entregando su testamento a Timoteo. En la parte de su testamento leído pasados domingos, Pablo no habla de nada material; no le deja casas, ganados ni dinero, ni siquiera su fama; sino el depósito de la fe adquirida con el bautismo y sostenida por el Espíritu que ya está en él. Le pide no olvidar la Escritura que recibió desde niño porque ahí está la sabiduría para ser justos; y termina diciendo: “Solo me espera la corona de la justicia que el Señor como justo juez me entregará en aquel día y no solo a mi sino a todos los que hayan luchado por la justicia” (2 Tim 3,14-4.2). Lucas pudo haber conocido este testamento para recordarlo “en el testimonio de una viuda que iba a donde el juez para pedirle que la defendiera de un enemigo que tenía” (evangelio) La defensa no era por un litigio entre vecinos o una desavenencia casera sino por un enemigo victimario al que el juez no le podía dar mucho tiempo. Después de darle largas al asunto, primera derrota de las víctimas, “el juez que no tenía temor a Dios ni respeto por la gente se dijo voy a atenderla, hacerle justicia, para que no me moleste”. (evangelio).
Todo esto constituyó a la mujer viuda en memorial hacia el futuro de miles de víctimas utilizadas pero no reconocidas, elogiadas pero sin reparación; cuyo problema humano quedó como expediente irremovible; dejando la impresión que es más rentable, bajo todo punto de vista ser victimario, sin tener en cuenta que toda causa justa es la causa de Dios y el derecho de las víctimas. “Añadió el Señor: Esto es lo que dice un juez sin conciencia pero “creen que Dios no saldrá en defensa de sus escogidos, cuando clamen a él día y noche? ¿Creen que los dejará esperando? -Sin demora saldrá en defensa de ellos” (evangelio).
No podemos bajar los brazos
En medio de la injusticia en que vivimos y la deuda que todos tenemos con las víctimas y los victimarios, no podemos bajar los brazos. Moisés Aarón y Jer subieron a la cumbre del monte, y sucedió que, cuando Moisés tenía las manos en alto, dominaba Israel, pero cuando las bajaba, Amalec dominaba. Cuando Moisés se cansó sus compañeros lo hicieron sentar sobre una piedra colocándose a su lado le sostenían los brazos. Así Moisés pudo mantener en alto las manos hasta la puesta del sol signo de victoria de Yahvé contra el mal de la injusticia para Israel. Pero, cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará en la tierra esa confianza? (evangelio)
Lecturas del domingo 29º del tiempo ordinario - ciclo c
Primera lectura: Lectura del libro del Éxodo (17,8-13):
Salmo: Sal 120,1-2.3-4.5-6.7-8
Segunda lectura: Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (3,14–4,2):
Evangelio:
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,1-8):
En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.
«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».
Palabra del Señor