Ha borrado incluso el calendario. Ya sabes de qué hablo y no es Alzheimer. Ayer era jueves y hoy es martes otra vez. Alguien te ha robado el mes de abril y no abrazaste a tu madre en mayo. Ha dibujado paisajes donde la naturaleza vuelve a florecer, el aire se hace más limpio, el planeta respira y el desempleo campea. La desigualdad y la inequidad respiran en el cuello de la humanidad de una forma difícil de ignorar. El hambre tiene voz de lamento y reclamo, no hay confinamiento que logre encerrarla. La certeza, todas las certezas, hoy son pura incertidumbre. Son raros estos tiempos raros donde más de dos mil millones de personas han entrado en pausa forzada, que no es pausa sino interrupción de lo que eran sus días.Y en el centro de todo, la vida.La vida en peligro y la vida que debe defenderse.Cosa de siempre, lo que pasa es que ahora es ineludible y más alto el relieve.La vida que no se defiende con armas, sino con decisiones. La vida que se preserva desde la noviolencia está hoy en la primera plana del planeta. ¿Dónde veo esto? Los hospitales son el escenario obvio, pero la casa de cada quien es el epicentro de todo. Cuidarte es cuidarnos. Los gestos cotidianos tienen repercusiones extraordinarias.La vida acostumbrándose a nuevas costumbres.Lea también: Un par de pensamientos sobre todo estoHoy, de forma urgente, es necesario ser y hacer consciente que todos los días son días por la vida. Por la vida de todos. Cada actividad que por estos días nos lo recuerde y enfatice es bálsamo y remedio a la vez, nos trae de regreso incluso el calendario que la fatiga de horas repetidas del confinamiento se ha ido llevando como se difuminan los colores de una fotografía en polaroid.El temor a lo invisible no puede hacernos perder de vista que con el otro construimos el nosotros, que de esta grieta en que estamos sólo salimos juntos.La imposibilidad del contacto, que ha dejado en espera los abrazos, no puede despojarnos de la ternura que podemos expresar de tantas maneras.Las estadísticas que todo lo cubren con su conteo frío -número de muertos, número de contagios, números de tristezas que se suman- no puede adormecernos la mirada porque detrás de cada cifra hay un nombre, una familia, una biografía, tantas historias que alguna puede ser la tuya o la mía.El virus que todo lo cubre en noticias y conversaciones, no puede infectar la memoria y llevarnos a olvidar la vida que compartimos antes de imponernos barbijo y antibacterial. No olvidemos que esa no es la única enfermedad y tampoco olvidemos tantos motivos de alegría. Los viejos problemas todavía están aquí, las soluciones también.Usamos tapabocas pero no callamos en defensa de la vida.Cuando la vida (nos) habla es momento de escuchar.
Permítanme mirar al desierto y buscar la sombra de un árbol. El panorama desolador de los días siembra de incertidumbre los minutos. Y en el horizonte se ha desvanecido la promesa con que escribías tus certezas. Varias veces al día leo-escucho-veo la expresión “cuando volvamos a la normalidad” y me pregunto si esa normalidad mañana no será solo nostalgia. El temor ya se ha instalado y con él y los decretos y el autocuidado vendrán nuevos hábitos que no nos abandonarán de forma simple. Porque esto que algunos matizan con nuevas rutinas -los que pueden- y con reflexiones sesudas -los que pueden- nos llevará a la calle -cuando se pueda- con un trauma, no con una resaca.Lea también:Un par de pensamientos sobre todo estoEste tiempo de forzosa pausa colectiva tiene un fin: disminuir el número de contagios y aprovechar ese tiempo para avanzar en el conocimiento de la enfermedad -de eso se encargan los que saben- y construir una infraestructura provisional que ayude a soportar el impacto de lo que vendrá -de eso se deben ocupar los que deciden-. La situación, según los que usan el lenguaje bélico, está un poco planteada así: es el momento de cavar refugios antiaéreos en espera del bombardeo masivo que lloverá del cielo. La pregunta es ¿sí los están construyendo? Las estadísticas que intentan medir lo que siempre será un sub registro estiman que el número de contagios será tan alto que hay más probabilidades de contraer el virus que de no hacerlo. Y ya lo cantó el Gran Combo de Puerto Rico: no hay cama pa´ tanta gente.El luto caminará cerca, a esa tristeza no le importará mucho el distanciamiento social porque la tendrás al lado tuyo. Y dolerán las lágrimas. Lo que venga después será cualquier cosa menos fácil. Hablarán mil veces más acerca de La Reinvención y eso me sonará tan abstracto como cuando hablen mil veces más de Volver a La Normalidad. El desfile de bolsillos vacíos, de estómagos vacíos, se ocupará de bautizar el siguiente instante. Probablemente le llamen La Escasez.Los que aman el palabrerío militar verán un paisaje de posguerra. Sólo en eso habrán vencido. En todo lo demás perderemos todos.