Aunque defender el proceso de valorización como instrumento de financiación de obras públicas sea hoy de lo más impopular en Medellín, no se puede perder de vista el fin último de esta herramienta. La valorización —por medio de la cual se construyeron grandes obras de la ciudad como la Avenida Oriental— ahora es el comodín perfecto para desacreditar cualquier iniciativa de financiación que requiera una contribución especial; como se ha hecho con la Sociedad Parques del Río.  

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No les falta razón a quienes critican la valorización de El Poblado. El descrédito en la ejecución de puentes y nuevas vías ha sido conseguido a pulso. Sobrecostos en el intercambio de la Loma de Los Balsos con la transversal Inferior por 8.160 millones de pesos y 21 meses y medio de retrasos; la ampliación de Los Parra con la Avenida El Poblado a medias y otros tantos remiendos que han superado los niveles de tolerancia de los ciudadanos.

Adiciones presupuestales y ampliaciones de tiempo de ejecución que hacen prever, cuando faltan las obras más costosas, que la totalidad de las intervenciones no estarán listas para 2019. Creo que esos problemas no corresponden al modelo de valorización, sino más bien a problemas contractuales y técnicos que se habrían repetido si las obras hubieran sido construidas con recursos del presupuesto general. Es como si le acuñáramos a la democracia problemas de participación ciudadana, corrupción y pobreza.

Hace poco el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, contó en su programa televisivo con mucho de emoción que el municipio está cotizando un lote para un nuevo parque en El Poblado. ¡Bienvenidos los parques! pero ¿por qué se opone a un gran parque  para el encuentro ciudadano alrededor del eje del río y promueve un espacio verde para la zona con más privilegios?

Por ejemplo, en el Índice de Progreso Social aplicado en la ciudad por Medellín Cómo Vamos y en el que se tienen en cuenta  variables ambientales, la comuna 1 (Popular), se ubica en un rango medio-bajo, mientras que El Poblado tiene el mejor puntaje.

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Siendo la desigualdad una constante entre los problemas de la ciudad, el establecimiento público debería persistir en herramientas que permitan construir y percibir el desarrollo desde la equidad y la redistribución sin estigmatizar estos instrumentos; sino más bien concentrarse en gobernar. Gobernar es priorizar. ¿No valdría la pena gobernar por la equidad aunque sea impopular?

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